La palabra facticia. Albert Chillón
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10. Cif. Tzvetan Todorov, ed., Teoría de la literatura de los formalistas rusos (México: Siglo XXI, 1970). Y Jan Mukařovsky, Escritos de estética y semiótica del arte (Barcelona: Gustavo Gili, 1977).
11. Citado por Di Girolamo, op. cit., 1982, p.54.
12. El lector cuenta con una buena introducción a la estética de la recepción (Warning, R., ed., Estética de la recepción (Madrid: Visor, 1989)); la obra incluye artículos de los autores que han contribuido a su desarrollo: H. R. Jauss y H. G. Gadamer, sobre todo. De Jauss, en particular, se han traducido al castellano algunas obras esenciales (La literatura como provocación (Barcelona: Península, 1976) y Experiencia estética y hermenéutica literaria (Madrid: Taurus, 1986)), así como también de Wolfgang Iser (El acto de leer (Madrid: Taurus, 1987)).
13. Di Girolamo, op. cit., p.64.
14. José María Valverde, El arte del artículo (1949–1993). Barcelona, 1994.
15. Martí de Riquer y José María Valverde, Historia de la literatura universal, op. cit., 1984, vol. I, p.3.
16. Acerca de la retórica entendida como disciplina, véase el solvente manual de Bice Mortara ya citado, entre otros posibles. Sobre la retórica entendida en sentido filosófico, resultan iluminadores los textos de Friedrich Nietzsche reunidos en El libro del filósofo (Madrid: Taurus, 1974) y en Escritos sobre retórica (Madrid: Trotta, 2000). El lector interesado, así mismo, podrá ahondar en la cuestión de la mano de Chaïm Perelman y L. O. Tyteca, Tratado de la argumentación (Madrid: Gredos, 1994); Roland Barthes, «La retórica antigua», en La aventura semiológica (Barcelona: Paidós, 1993); Stephen Toulmin, The Uses of Argument (1958); Kenneth Burke, A Rhetoric of Motives (1950); y también gracias a la erudición del libro de Luis Vega Reñón y Paula Olmos Gómez, Compendio de lógica, argumentación y retórica (Madrid: Trotta, 2011).
17. En Introduction à la poésie orale (París: Éditions du Seuil, 1983) y, sobre todo, en La letra y la voz (Madrid: Cátedra, 1989), Paul Zumthor ha hecho importantes observaciones sobre la presencia de la cultura oral en la época contemporánea. Una de las tesis básicas de este autor es precisamente que los medios de comunicación de masas han abierto nuevos espacios a la oralidad, relegada a un papel secundario cuando la escritura era predominante en las formas de cultura y comunicación, y ahora recuperada gracias a los medios audiovisuales y las tecnologías digitales.
18. Así lo pone de relieve José María Valverde en La literatura (Barcelona: Montesinos, pássim). Y también, entre otros, Fèlix Balanzó en su estudio sobre las gloses de Mallorca: «Les gloses mallorquines: estructura i funcions» (Bellaterra: Universitat Autònoma de Barcelona, 1982). Tesis doctoral.
19. En este sentido, desde luego, las nuevas tecnologías de la memoria no harían sino prolongar el efecto que la invención de la escritura tuvo sobre el recuerdo. Emilio Lledó ha dedicado lúcidas páginas a tratar de todo ello, a partir del mito de Theuth y Thamus que Platón narra en el Fedro. Theuth, deidad descubridora del número y el cálculo, de la geometría, la astronomía y las letras, ofreció estas últimas a Thamus, rey de Egipto, y le prometió conseguir con ellas un «fármaco de la memoria y la sabiduría»: «Pero, cuando llegaron a lo de las letras, dijo Theuth: “Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y más memoriosos, pues se ha inventado como un fármaco de la memoria y de la sabiduría”. Pero él le dijo: “¡Oh artificiosísimo Theuth! A unos les es dado crear arte, a otros juzgar qué de daño o provecho aporta a los que pretenden hacer uso de él. Y ahora tú, precisamente, padre que eres de las letras, por apego a ellas, les atribuyes poderes contrarios a los que tienen. Porque es olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, sino un simple recordatorio. Apariencia de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos, que no verdad. Porque habiendo oído muchas cosas sin aprenderlas, parecerá que tienen muchos conocimientos, siendo, al contrario, en la mayoría de los casos, totalmente ignorantes, y difíciles, además de tratar porque han acabado por convertirse en sabios aparentes en lugar de sabios de verdad”.» Citado por Emilio Lledó, El surco del tiempo. Meditaciones sobre el mito platónico de la escritura y la memoria (Barcelona: Crítica, 1992), p.18–19.
20. Vítor Manuel de Aguiar e Silva, Teoría de la literatura (Madrid: Gredos, 1975), p.33.
21. Wellek y Warren, op. cit., 1979, p.30–31.
22. Roman Jakobson, «Lingüística y poética», cap. XIV de Ensayos de lingüística general (Barcelona: Seix Barral, 1975), p.347–95.
23. Ludwig Wittgenstein, proposición 5.6 del Tractatus Logico-Philosophicus (Barcelona: Laia, 1989), p.130.
24. Véase Hans Blumemberg, «Una aproximación antropológica a la actualidad de la retórica», en Las realidades en que vivimos (Barcelona: Paidós, 1999).
25. Claro es que esta convicción de que no es posible comprender la experiencia humana, en su ingente variabilidad y sutileza, por medios exclusivamente lógicos o estadísticos no es nueva. En los comienzos de los tiempos modernos, un gran geómetra como Blaise Pascal, en su propósito de establecer una antropología filosófica —un conocimiento del hombre—, estableció una diferencia fundamental entre el «espíritu geométrico» (esprit géometrique) y el «espíritu de fineza» (esprit de finesse). Como sintetiza Ernst Cassirer en su Antropología filosófica (Madrid: FCE, 1993, p.28): «El espíritu geométrico sobresale en todos aquellos temas que son aptos de un análisis perfecto, que pueden ser divididos hasta sus primeros elementos. Parte de axiomas ciertos y saca de ellos inferencias cuya verdad puede ser demostrada por leyes lógicas universales.» La ventaja del espíritu geométrico radica en la claridad de sus principios y en la necesidad de sus deducciones; ahora bien, añade Pascal, la impecable elegancia de este modo de conocimiento no es aplicable a todos los objetos, pues algunos de ellos —el hombre y lo humano— son tan sutiles y complejos que hacen imposible el análisis lógico: «existen cosas que a causa de su sutileza y de su variedad