Texto, edición y público lector en los albores de la imprenta. AAVV

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que destacar que la condena de Antúnez no le supuso la pérdida del cargamento, porque el mercader logró convencer a Ramírez de Prado de que había adquirido en Sevilla las distintas suertes de libros, pliegos y estampas cuando ya estaban vendiéndose públicamente. Por tanto, no habían sido impresos a petición suya, lo que suponía que no se le aplicasen las penas a las que debían hacer frente quienes i imprimían vulnerando obras cuyo privilegio estuviese vigente. Siendo así, el juez privativo requirió a Mateo Fernández que devolviese la carga a Antúnez, cuando éste, en mayo de 1650, satisfizo la pena de condenación que le había sido impuesta. Por supuesto, además de resistirse a entregar los libros hasta que se le devolviesen los 3000 reales que había pagado al fiscal de millones, por lo que hubo de ingresar en la cárcel de corte, Mateo Fernández presentó un inventario del que habían desaparecido no pocas piezas a juicio de Manuel Antúnez.

      La memoria del mercader de libros Antúnez es o se finge frágil y, si bien recuerda algunos títulos y autores, no acierta con las cantidades, quizá porque mantuvo su particular duelo de inventarios con Mateo Fernández. De esta forma, su referencia a Gómez de Pastrana es, por desgracia, demasiado genérica. Una mayor concreción tiene la declaración de que «en casa de Lira [compró] 150 docenas de comedias». Por último, las noticias sobre sus tratos con la casa de Nicolás Rodríguez son más explícitas, pues allí recuerda, por ejemplo, haber adquirido entre otras obras «12 tesoros de pobres. 82 docenas de comedias. 12 don quixotes y seis obras de Góngora».

      Como juez superintendente de impresiones en el pleito de 1650 que venimos siguiendo, Lorenzo Ramírez de Prado actuaba sobre el comercio de impresos comprados en Sevilla para satisfacer la demanda del mercado lector en la corte. Hubo de ocuparse de «coplas diferentes sueltas» y otras menudencias o pliegos, por desgracia muy mal descritos. No obstante, entre ellos se puede asegurar que se encontraban la Historia del esforzado caballero Conde Dirlos y la Historia del emperador Carlo Magno, sin olvidar a la Doncella Teodor o a Roberto el diablo, así como «jácaras», «romanceros variados», «entremeses sueltos», medio centenar de fábulas de Esopo, doscientas docenas de comedias sueltas, veinticuatro docenas de oratorios de fray Luis de Granada y dos resmas de cartillas.

      También se ocupó el consejero de Castilla de obras de Juan Pérez de Montalbán [Sucesos y prodigios de amor en ocho novelas ejemplares; Vida y purgatorio de San Patricio], Miguel de Cervantes [Novelas ejemplares; Don Quijote, primera y segunda partes], Francisco de Quintana [Experiencias de amor y fortuna], Alonso de Castillo Solórzano [Las harpías en Madrid], Luis Vélez de Guevara [El diablo cojuelo], Gonzalo de Céspedes y Meneses [Historias peregrinas y ejemplares], Alonso Núñez de Castro [Espejo cristalino], Baltasar Porreño [Dichos y hechos de Felipe ii], Ginés Pérez de Hita [Historia de los bandos de los zegríes y abencerrajes], Jerónimo Cortés [Lunario y pronóstico perpetuo; Libro de fisonomía natural y varios secretos de naturaleza], Juan de Palafox [El pastor de Noche Buena], José de Valdivielso [Romancero espiritual], Luis Remírez de Arellano [Avisos para la muerte], Roberto Bellarmino [Declaración copiosa de la doctrina christiana de Roberto Bellarmino], Francisco de Castro [Reformación del christiano, assí del pecador como del virtuoso], Comptentus mundi, Alonso Romano [Recopilación de toda la teoría y prácticade cirugía], Melchor de Santa Cruz [Floresta española], Juan de Escobar [Romancero del Cid], Jerónimo Rosales [Catón cristiano] o las Epistolae de san Jerónimo.

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