Manuel Álvarez (1796-1856). Un leonés en el oeste americano. Thomas E. Chavez
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Cada libro es el producto de mucha gente dedicada. En el caso de esta obra, estas personas mencionadas más arriba son la razón de su publicación en español. En gran medida, este libro les pertenece.
El estímulo inicial para escribir este libro me lo proporcionaron los profesores Donnald Cutter de St. Mary University y de la Universidad de Nuevo México, Richad Ellis del Centro de estudios del suroeste de Fort Lewis College y Frank Szasz de la Universidad de Nuevo Mexico. Estos investigadores me enseñaron las técnicas de la historia: cómo investigar, organizar notas y compilar la información recabada. También revisaron y corrigieron los primeros borradores. En resumen, sin su orientación nada de esto podría haberse escrito.
Además, no cabe duda de la influencia que ha tenido la experiencia de toda una vida de leer libros escritos por un miembro de mi familia o de escuchar a otros hablar de su obra. Fray Angélico Chávez, mi tío, ha sido una inspiración desde que tuve edad suficiente para leer. Otras personas, como Myra Ellen Jenkins y Bruce T. Ellis me proporcionaron un aliciente que se basaba fundamentalmente en el deseo de no decepcionarles.
No existe sin embargo nada que se pueda igualar en importancia al amor y el apoyo de la familia: ni la inspiración, el ánimo, la paciencia, los documentos disponibles o la educación pueden siquiera remotamente alcanzar ese nivel.
Las palabras escritas son incapaces de expresar el aprecio y agradecimiento que les tengo a mis hijas Nicolasa Marie, también historiadora, y Christel Angélica, tristemente fallecida en 2002. Ellas, al igual que mi esposa Celia, siempre serán una inspiración.
Tampoco se puede describir la deuda contraída con mis padres. La primera vez que visité Abelgas fue con mi padre. Esta biografía fue un intento de que se sintieran orgullosos de mí. Con la esperanza de que haya logrado mi objetivo, este libro escrito por su hijo primogénito y ahora traducido al castellano para ser publicado en uno de sus países favoritos va dedicado a ellos:
Al Juez Antonio E. Chávez
y a
Marilyn S. Chávez.
Introducción
El hombre y su tiempo
Desde 1598, cuando Juan de Oñate condujo a los primeros colonos río Grande/Bravo1 arriba y fundó el reino de Nuevo México, el gobierno central con sede en Ciudad de México prestó una atención más bien mínima al nuevo asentamiento. Gastos elevados y problemas que, aunque minúsculos, resultaban recurrentes, contribuyeron a una falta general de entusiasmo. A lo largo de la historia, la preocupación de México crecía sólo cuando la amenaza del enemigo acechaba, de la misma forma que el miedo a la influencia francesa dominó durante la mayoría del siglo XVIII el interés de España en su frontera norte.
Con el final de la guerra Franco-India, denominada guerra de los Siete Años en Europa, la influencia francesa en América del Norte fue sustituida por los planes que los británicos tenían para el continente; planes que serían alterados cuando trece colonias británicas se rebelaron con éxito y, tras el Tratado de París de 1783, fueron reconocidas oficialmente como los Estados Unidos de América. España temía el entusiasmo del nuevo país y la nueva República de México heredó la suspicacia española. Así, Nuevo México sufrió bajo las distintas políticas y la creciente rivalidad entre los Estados Unidos y un México, caótico políticamente, cuya economía peleaba por salir a flote.
Tanto como asentamiento más antiguo de la civilización europea en el sudoeste de los Estados Unidos y como hogar de la mayoría de los indios pueblo, el valle del río Grande en Nuevo México resulta un buen ejemplo de ajuste cultural, una convergencia de culturas evidente en especial durante la época de la guerra de México. Los años en que el sudoeste de los Estados Unidos perteneció a México se caracterizaron por una población fronteriza cosmopolita, formada por, españoles, comerciantes procedentes de los Estados Unidos, tramperos franceses, indios y mexicanos, entre otros. Los grupos mayoritarios estaban subdivididos y con frecuencia enfrentados unos con otros: ricos frente a pobres, autoridades locales contra federales, anglos frente a no anglos y estadounidenses frente a mexicanos. Ciertas ocupaciones, sin embargo, tales como la de comerciante (mercader) atravesaba todo tipo de barreras étnicas y culturales.
Durante los veinticinco años del periodo mexicano (1821-1846), tuvieron lugar muchos cambios y desarrollos como consecuencia de la independencia que México acababa de obtener: la expulsión de sacerdotes franciscanos de México como resultado de su supuesta lealtad hacia España: una importante revuelta en 1837 contra la autoridad principal de Santa Anna que alentó el deseo de los nuevomexicanos de obtener la independencia del gobierno central; la expedición de Texas a Santa Fe y un aumento del número de ataques indios por nombrar algunos.
Sacerdotes seculares nuevomexicanos instruidos en México jugaron un papel fundamental en el desarrollo del patriotismo nacional de la nueva República de México. Las demandas sobre el río Grande de la frontera de Texas sólo sirvieron para acrecentar la ansiedad nuevo-mexicana de defenderse e ilustraron la escasa habilidad de México o la intención de no ayudar. La falta de interés del gobierno central reforzó la postura defensiva del departamento de Nuevo México, ya que los nuevomexicanos se enfrentaban entonces a otra amenaza además de los indios nómadas: los Estados Unidos de América.
La expansión y exploración de la frontera oeste, parte de la doctrina del destino manifiesto, supuso la creciente imposición de la cultura de los Estados Unidos sobre la del norte de México. Para asegurarse el éxito, la frontera del nuevo país no se había extendido durante mucho tiempo en la costa este o en la cordillera de los Apalaches. Antes de 1800, los pioneros se habían asentado en la parte de la Luisiana española más tarde conocida como Missouri. A éstos pronto les siguieron otros, cuando en 1803, el presidente Thomas Jefferson aprovechó los problemas de Europa para comprar el vasto e indefinido territorio de Luisiana. La población se incrementó rápidamente cuando se fundaron nuevos asentamientos en la parte baja de los valles en los ríos Missouri y Mississippi, lugares que ofrecían nuevas posibilidades, donde había terreno fértil y en los que se habían descubierto depósitos de plomo y sal durante los regímenes francés y español. Los ríos proporcionaban corredores naturales que estimulaban el comercio. El río Ohio que fluye desde el este y el río Missouri desde las llanuras del norte y las montañas Rocosas convergen en el Mississippi, la arteria comercial principal del centro oeste. La posible rentabilidad de las reservas naturales a lo largo de estas vías hídricas convirtió Missouri en el centro de la inmigración anglo-americana.
La especulación del terreno fue consecuencia natural del influjo de población pero incrementó los precios de tal forma que los granjeros no eran capaces de afrontar el pago de su propiedad con el beneficio obtenido de su producción. Cuando los precios de los productos agrícolas cayeron, los granjeros se encontraron cada vez con más dificultades para vender sus productos y conseguir o ampliar su crédito. Durante el pánico nacional de 1819, la frontera sufrió económicamente, especialmente por la falta de capital en especie (oro). Los lingotes que esperaban en la parte central del norte de México supusieron la cura exacta para la desesperación económica que sufría el oeste de los Estados Unidos. Missouri se convirtió en el centro de operaciones para la exploración del oeste y en última instancia de mercancías tales como lingotes y mulas de México y pieles