La transición española. Eduardo Valencia Hernán
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En 1966, ya promulgada la llamada Ley Fraga, se fundó en la clandestinidad el Grup de Periodistes Democràtics con una fuerte influencia sobre la inmovilista Asociación de Prensa. Este grupo fue un aventajado en el sector informativo dados sus impulsos democratizadores, adelantándose a la nueva etapa de aperturismo informativo en la sociedad catalana.
Por otro lado, el F.C. Barcelona, desde 1968 y bajo la presidencia de Narcís de Carreras, también se adaptó a los nuevos tiempos aperturistas con un aire liberal y catalanista que aumentó con Agustí Montal como nuevo presidente hasta finales de los años setenta. En otro ámbito de actuación, Jordi Pujol, futuro presidente de la Generalitat, encabezó desde 1965 hasta 1972 un proyecto parapolítico denominado Centre d’Informació, Recerca i Promoció (CIRP) cuyo objetivo era impartir los principios políticos nacionales que utilizó a lo largo de toda su carrera:
«Hoy, —dijo Pujol— para ser válido el movimiento nacional de Cataluña, sin omitir en absoluto los hechos de la lengua, cultura y tradición, ha de reunir las condiciones siguientes: 1- Ha de cultivar un fuerte sentido de comunidad y ha de subrayar las exigencias del orden social, económico y político que este sentido de comunidad necesariamente comporta. 2- Ha de defender una manera de ser social y política, la definición de la cual ha de hacer posible la elaboración de un “programa de los catalanes”. Este programa ha de ser ofrecido a España y Europa. Por otro lado, ha de constituir, junto con el comunitarismo del punto anterior, un instrumento básico de integración de los emigrantes. 3- Su objetivo básico no han de ser las reivindicaciones de Cataluña, sino las reivindicaciones sociales, económicas, políticas y humanísticas del hombre catalán, entendiendo por catalán toda persona que vive y trabaja en Cataluña y se siente identificado. 4- No puede limitar su proyección a Cataluña, sino que se ha de insertar en un área más extensa. Más que un nacionalismo catalán ha de ser una forma concreta de nacionalismo europeo.»83
También Ómnium Cultural y la Enciclopedia Catalana adquirieron su protagonismo en estos tiempos como instrumento difusor de la lengua catalana, en busca de la identidad propia como eje reivindicativo.
En definitiva, y como conclusión a todas estas argumentaciones de control y de progreso en los mass media en el final del tardofranquismo y en la transición española, podemos decir que estas herramientas de difusión tuvieron una importancia relevante dependiendo de quien la utilizara. El tratamiento informativo utilizado en el atentado contra el almirante Carrero Blanco lo demostró ya que, por un lado, pudimos ver el intento de fuerte control y de manipulación informativa ejercida por el régimen sobre dicho acontecimiento; y por el otro, la superación de esta censura debido al proceso evolutivo de mayor independencia de algunos medios de información. En consecuencia, a partir de entonces fue innegable la afirmación de que los medios de comunicación se desenvolvían en otro nivel diferente al insistente control y censura gubernativa, sobre todo después de ponerse en marcha la Ley Fraga en 1966, aunque bien cabe decir que esta ley seguía manteniendo un claro marcaje sobre la prensa mediante multas, suspensiones, secuestros o procesamientos a periodistas que se imponían su propia autocensura. Un ejemplo de esta situación fue la detención y procesamiento del redactor del diario Tele/eXpres, José Manuel Huertas Clavería, que provocó un importante movimiento solidario entre los trabajadores del ramo y la subsiguiente huelga de prensa que dejó a Barcelona sin periódicos, exceptuando Solidaridad Nacional (prensa del Movimiento) y La Vanguardia Española. Años después y tras la muerte del dictador, los medios de comunicación fueron un claro exponente del desarrollo democrático por su difusión social y su aportación al equilibrio político mediante el consenso mediático ante posturas políticas antagónicas84. Desde la clandestinidad los medios de comunicación utilizados por la oposición en Cataluña fueron muy limitados, centrándose exclusivamente en folletos informativos o algunas ediciones de libros prohibidos por la censura que procedían del exterior. A este respecto es importante destacar la interrelación que tuvo el informativo clandestino Avui con otras agencias informativas, API y ADI. Mientras que Avui trataba la información desde un prisma político nacional-catalanista y progresista, para este medio, API y ADI empleaban su óptica particular de la problemática nacional de Cataluña, es decir, problemática de opresión política, económica, social, cultural y lingüística, extraña a esta realidad nacional que el equipo de Avui intentaba explicitar a través de su boletín85. La radio tuvo también su protagonismo mediático, aunque con certeza limitado como veremos posteriormente en algunas emisiones realizadas por la Asamblea y ya, más generalizada, las emisiones radiofónicas provenientes de más allá del telón de acero, protagonizadas por Radio España Independiente, «la Pirenaica»86.
82. RIQUER, Borja de, op. cit., pp. 329-343.
83. PUJOL, Jordi, op. cit., pp. 185-186.
84. Ampliar en CEBRIÁN, Juan Luis, El tamaño del elefante, Madrid, Alianza, 1987. También en MARÍN, José Mª, «La transición sindical y la conflictividad social», en TUSELL, Javier, Hª de España. Siglo XX, op. cit., p. 442.
85. FRC, AJR, «Avui, Equip», Carpeta 67/1, 14-4-1973.
86. Jordi Solé Tura en sus memórias dedica un capítulo completo a esta etapa radiofónica. Ver SOLÉ TURA, Jordi, Una Historia Optimista, op. cit., pp, 167-186.
1.8. De la Caputxinada a la Taula Rodona Democrática. La lucha del movimiento universitario antifranquista
Desde los años cuarenta hasta la transición española el movimiento obrero y el estudiantil encabezaron la resistencia más notable al franquismo desde el interior del país con un sacrificio notable de víctimas represaliadas, encarceladas o ejecutadas. Llegados a finales de los años sesenta, el conflicto antifranquista se institucionalizó en el ámbito universitario con una fuerte hostilidad contra el poder, reaccionando este con la intervención de las fuerzas de orden público en los estamentos universitarios, efecto que incrementó considerablemente el número de detenciones, registros y suspensiones; sin embargo, a pesar de los numerosos estados de excepción aprobados por el gobierno, estos no consiguieron disminuir en absoluto la creciente politización de las aulas. Las protestas estudiantiles se originaron en parte como resultado de un excesivo crecimiento del número de estudiantes universitarios, síntoma de la evidente mejora económica en el país, y también por el cambio ideológico de un sector del profesorado que se inclinó favorablemente hacia posiciones más progresistas y de izquierda. Este efecto, calificado por el régimen de subversivo, trajo consigo nuevos expedientes de expulsión con la consiguiente incitación a nuevas movilizaciones estudiantiles enmarcadas en un contexto de rebeldía contra el sistema represor y por la influencia externa de los movimientos sociales internacionales que surgieron en plena Guerra del Vietnam y el «mayo» francés de 196887. Daba la sensación de que después de décadas de estricta vigilancia desde el poder, el final del Sindicato de Estudiantes Universitarios (SEU) estaba próximo, ya que, aunque por ley todavía seguía siendo el sindicato único obligatorio, la mayoría de los estudiantes ya habían roto con él88. Como ya se esperaba, el gobierno aprobó el cinco de abril de 1965 el decreto de creación de las Asociaciones Profesionales de Estudiantes (APE) como sustitutivo del obsoleto Sindicato de Estudiantes (SEU), aunque esto no alteró la tarea represora del régimen contra algunos de los profesores emblemáticos por su lucha contra el régimen. Numerosos profesores como: José Luis Aranguren, Enrique Tierno Galván y Agustín García Calvo fueron expulsados de la universidad a perpetuidad,