Patrick Modiano. Manuel Peris Mir

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Patrick Modiano - Manuel Peris Mir Prismas

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simbolizado por un rito, que remite también al simbolismo animal, en el que los hermanos aparecen sutilmente representados como patitos cuando antes de irse a dormir mojan un terrón de azúcar en el café de Annie y lo muerden, «como exigía la ceremonia»7 (RC 50).

      La imagen del encuentro de los niños perdidos y de la frontera que marcan los padres de Delphine y Marinette también aparece incrustada en otro capítulo de Reducción de condena (81-83). Annie llevaba de vez en cuando a Patoche a la Avenue Junot en Montmartre. Lo dejaba a la puerta de un pequeño edificio blanco en el que entraba. El niño se entretenía bajando por las empinadas escaleras, pero volvía rápidamente por miedo a que Annie se fuera en su coche dejándolo solo. Ella salía de la casa con Roger Vincent y fingía encontrárselo por casualidad. Luego seguía la broma con los habituales de la casa del Docteur Dordain diciendo que se había encontrado a Patoche en Montmartre. En este pasaje, Modiano desdobla el miedo del niño casi abandonado por sus padres en el miedo del niño a perderse de Annie (la familia de adopción), que luego bromea con la condición de niño perdido y encontrado.

      Pero ella [la vida] volvía a ser suave y ligera, un poco más arriba en la misma calle, durante las noches de verano en la terraza del Rêve. Estábamos esperando a «una chica delgada y morena con un vestido rojo en piel artificial». Ella ciertamente olvidaría la cita. Nosotros, para pasar el tiempo, contábamos los perros de nuestra vida (PMA 218).

      Libro de familia ofrece otro ejemplo para comprender mejor la complejidad de esta amplia malla de referencias intertextuales y la densidad de las capas de valor semántico que acumulan los escritos de Modiano. En un determinado momento, el narrador de se da cuenta de que el hombre que estaba sentado a su lado en la terraza de un café ha muerto; llega la policía (uno de cuyos agentes tiene cabeza de carnero) y en la comisaría averiguan que venía de recoger un magnetofón del número 45 de la rue de Courcelles (LF 85-86), un inmueble que reaparecerá en Barrio Perdido. La elección del número 45 de la rue de Courcelles no es gratuita, porque por un lado en esa casa había vivido Marcel Proust con sus padres entre 1900 y 1906 y en el mismo inmueble se refugió en 1944 Eddy Pagnon, un gestapista que aparece en muchas obras de Modiano (PC, DA, TBC, FR, LE, RC). Pero el lector atento hará muy bien en tomar buena nota de que, junto al magnetofón (referencia a la memoria), el muerto llevaba un paquete en el que había ¡un pastel de mil hojas!, el dulce que utiliza Roland Barthes (1972: 122-123) en su célebre ensayo Proust y los nombres para ilustrar las capas de espesor semántico que se esconden detrás de cada nombre de En busca del tiempo perdido, obra fundamental en Modiano y a la que remite directamente el título, y también la temática, de Barrio perdido. Por lo demás, en una reciente entrevista, Modiano ha venido a confirmar de manera indirecta que, como no podía ser de otra manera, conoce la imagen de Barthes sobre el millefeuilles proustiano (Varela, 2015).

      Este ejemplo ilustra claramente la profundidad de las citas intertextuales más o menos ocultas, y la intención de Modiano en su utilización como mecanismo narrativo de la memoria (vivida o leída) y de extensión del sentido de una escritura marcada por un minimalismo en el que las sugerencias prolongan la enunciación estricta.

      Pero, aunque a Modiano le guste borrar las pistas, siempre deja algún trazo reconocible en su escritura que, volviendo a la Avenue Junot, permite cerrar el círculo de la presencia de Aimé en su obra. Y así a los protagonistas de Una juventud (UJ), una noche en la que están sentados precisamente en la terraza de «Au rêve», se les acerca un perro, con cuyo dueño entablarán conversación y que acabará llevándolos a su casa, donde les enseñará un álbum de fotos de antiguos amigos, entre los que se encuentra un personaje sobre cuyo pasado están interesados. El dueño del perro, un antiguo pintor, les comenta que le hubiera gustado hacer otro álbum con las fotos de todos los perros que ha tenido a lo largo de su vida (UJ 168-169).

      No llevaba pluma ninguno de los dos, ni papel para apuntar las señas, pero Bosmans la tranquilizó: nunca se le olvidaban los nombres de las calles ni los números de las casas. Era la forma que tenía él de luchar contra la indiferencia y el anonimato de las grandes ciudades, y quizá también contra las incertidumbres de la vida (EH 25).

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