Enigmas de las Américas. Kris Lane

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Enigmas de las Américas - Kris Lane Enigmas de las Américas

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a la altura de lo que hoy es Panamá, y aunque su sentido común no era tan lejano a la realidad en cuanto a lo que buscaba, por aquel entonces dicho paso no se podía realizar.

      Tras Colón, o mejor dicho contemporáneo a él, Américo Vespucio constató que la única forma de definir geográficamente con mayor exactitud las nuevas tierras descubiertas por Colón, en particular la desembocadura del río Orinoco, era navegar por la costa hacia el Sur, puesto que de esta forma se podría constatar la real extensión del territorio y comparar con lo que hasta entonces era la tierra conocida de Asia.

      Vespucio no navegó solo ni era parte de la única expedición que buscaba verificar la existencia de nuevas tierras. Álvares Cabral descubrió también nuevas tierras en 1500 y las bautizó como Brasil. Sin embargo fue el sabio florentino quien en 1503, tras realizar un viaje que lo llevó hasta el sur de lo que hoy conocemos como el Río de la Plata, escribió una carta llamada Mundus Novus, en la que constató intelectualmente que lo que había visitado no era Asia, sino un nuevo mundo.2

      De allí en adelante, la historia es conocida. En 1507 el cartógrafo Martin Waldseemüller publicó el mapa Universalis Cosmographia, y al territorio al sur del Orinoco se lo denominó América, en conmemoración de Vespucio, pero recordando la condición femenina de la tierra recién descubierta.3

      El viaje de Vespucio fue, al menos hasta lo que podemos constatar4, el primero que buscaba resolver en el Sur un enigma, que consistía en definir si las tierras descubiertas por Colón eran parte del continente asiático o pertenecían a un mundo nuevo, un continente no conocido que, en caso de existir, rompía en pedazos la teoría de la división tripartita del mundo, a partir de la cual Europa, Asia y África eran las únicas tierras habitadas por seres humanos.

      Pasaron los años, y a su paso quedó abierta la inquietud por explorar de manera más acabada las costas del nuevo mundo al sur del Brasil, más aún cuando por definición del Tratado de Tordesillas, firmado en 1494, dichas tierras pertenecían a la Corona de Castilla.

      Fue así que, transcurrida más de una década desde el viaje del florentino, en 1516 se comenzó a organizar la expedición de Juan Díaz de Solís, a quien la historia reconocería el mérito de ser el verdadero descubridor del Río de la Plata o Río de Solís, como sería denominado por un breve tiempo esta importante cuenca hidrográfica. Sin embargo, versiones portuguesas dan a la expedición de Nuño Manuel y Cristóbal Haro, realizada entre 1513 y 1514, el honor de haber sido la pionera.5

      Díaz de Solís, oriundo de Lebrija, arribó a la gran desembocadura del río en febrero de 1516, y desde allí se adentró por su estuario norte. En primera instancia el lugar fue denominado Mar Dulce, posiblemente ante la duda que inicialmente generaba la inmensidad que observaban, y que podía dar cabida a la existencia del tan anhelado estrecho meridional que conectara el Mar Océano o Mar del Norte (Atlántico) con el llamado Mar del Sur (Pacífico).6 Para entonces, los indígenas identificaban toponímicamente el lugar como Paraná Guazú.7

      Lamentablemente esta importante expedición hispana no dejó testimonio cartográfico, puesto que cuando Solís estaba explorando la costa de lo que hoy es Uruguay fue asesinado por nativos del lugar junto a casi todos los hombres que le acompañaban y por lo tanto se perdieron las anotaciones y levantamientos que para entonces estaba haciendo el Piloto Mayor de Castilla.8

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      En relación con el nombre del río, la denominación que la cartografía consagró definitivamente hacia 1530 como De la Plata se generó en tiempos de Solís, cuando Alejo García, uno de los sobrevivientes de su expedición, tiempo más tarde desde la costa sur actual del Brasil tuvo noticias de un rey blanco y de las fascinantes sierras de plata, imaginarios que los lugareños contaban que existían al interior del territorio. Esto lo animó a organizar una expedición en busca de tan apetecidos objetivos. La expedición se concretó en 1524 en compañía de cuatro españoles, un mulato y un número indeterminado de indios auxiliares. Al recorrer y explorar el río Paraguay se internaron en el Chaco, hasta llegar a las tierras altoperuanas, actual territorio boliviano. Sin embargo, no continuaron camino al Perú y decidieron regresar a la costa atlántica. Ahora bien, lo notable de dicha empresa es que se realizó casi una década antes de que arribaran al Perú los conquistadores procedentes de Panamá, por lo cual se puede afirmar que fue inicialmente la región del Plata la puerta de entrada al Tahuantinsuyu.9

      En cuanto al resultado del viaje, si bien encontraron metales preciosos, Alejo García no pudo atesorarlos porque al regresar de su viaje murió a manos de indígenas guaraníes en las proximidades del río Paraguay.

      Ahora bien, aunque la plata hallada por este insigne aventurero no tenía relación directa con el río descubierto por Solís, quedó en la memoria colectiva la existencia del mineral en un entorno “no lejano” del río, tema que más tarde fortaleció el topónimo, ya que se produjo la conquista del poderoso mundo inca y el hallazgo del Cerro Rico de Potosí.

      Y a propósito de cartografía, un mapamundi anónimo, atribuido a Batista Agnese que se guarda en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, datado aproximadamente de 154410, es el primer testimonio concreto donde se puede corroborar la inclusión del topónimo platense; es decir pocos años después de la muerte de García y posiblemente influido por las noticias que Sebastián Caboto llevó a Europa a partir de esa misma expedición y de otros intentos inmediatos por explorar la región andina desde el Atlántico.11

      No obstante, es recurrente reconocer en la historiografía tradicional el valor del mapamundi del cartógrafo genovés Battista Agnese, quien lo confeccionó en Venecia hacia 1544. En aquel hermoso mapa, impreso y bastante conocido, el topónimo Río de la Plata cobró tal importancia que muchos han creído por siglos que este había sido el primer testimonio con dicho nombre. Con toda seguridad Agnese tomó la noticia de otros mapas manuscritos de la época y por ello no es de extrañar que antes de su obra pudiera haber existido el topónimo, tal como queda demostrado en este Mapamundi (Imagen 1).12

      Después de las expediciones de Solís y del intento de Alejo García, que fortuitamente dio nombre al río, fue el referido Sebastián Caboto quien realizó un nuevo intento por explorar el interior del río entre 1526 y 1529.

      Si bien la empresa de este navegante estaba inicialmente definida para ir en busca de las bíblicas Tarsis y Ofir, así como de Cipango y Catay, según la capitulación de 1525, el carácter mercantil de la empresa hizo cambiar de opinión a Caboto, quien optó por buscar éxitos económicos en el menor tiempo posible, para lo cual decidió ir en demanda de las riquezas que se encontrarían en los contrafuertes andinos, de acuerdo con lo que se contaba de la expedición de García, de la cual tuvo noticias en Pernambuco.

      Este marino y cartógrafo genovés, afincado desde muy joven en Venecia, era hijo del célebre explorador Juan Caboto, quien había navegado al servicio de la Corona británica, y había sido el primer explorador europeo en época moderna que oficialmente había recorrido las costas de Terranova en Norteamérica.13

      Al conocer en detalle las noticias de Solís, gracias al hallazgo de náufragos en la costa sur del Brasil, así como también de las últimas noticias que se tuvieron de García, puso especial atención en navegar río arriba y realizar los primeros asentamientos en el Río de la Plata en nombre de la Corona española, cosa que hasta la fecha no había ocurrido.

      Al explorar la zona del río Uruguay, en las cercanías de la actual Colonia del Sacramento, en

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