Enigmas de las Américas. Kris Lane

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Enigmas de las Américas - Kris Lane Enigmas de las Américas

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por navegantes europeos, presumiblemente portugueses, antes de Vespucio y Alvares Cabral.

      5 Lucena, Manuel. El descubrimiento y la fundación de los Reinos Ultramarinos. Madrid: Rialp, 1982: VII, p. 401.

      6 Pérez – Mallaína, Pablo Emilio. “Tierras por descubrir y ganar”. En Manuel Lucena Salmoral, Historia de Iberoamérica. Madrid: Cátedra, 2008. II. p.95.

      7 La traducción del nombre originario sería río caudaloso grande o simplemente río grande.

      8 Solís había reemplazado a Américo Vespucio como Piloto Mayor, tras la muerte de este último en 1512.

      9 Cuesta Domingo, Mariano. “La Conquista de América del Sur,”. En Navarro García, Luis. Historia de las Américas. Madrid: Alhambra Longman – Universidad de Sevilla, 1991: I, p. 562.

      10 Autor anónimo, atribuido a Battista Agnese c.1544, Library of Congress (LOC).

      11 Sobre noticias del mapa vaticano véase Mateo Martinic.1999: pp.7 y 21.

      12 Biblioteca del Cogreso (LOC).

      13 Asumimos como ciertas las navegaciones vikingas en el Medioevo.

      14 Lucena. 1982: p.403.

      15 Cuesta Domingo. 1991: p. 563.

      16 Estellé, Patricio. “La ciudad de los Césares: origen y evolución de una leyenda (1526-1880)”. En Historia, nº 7, 1968: pp. 283-309.

      17 Martín Merás, Luisa. Cartografía Marítima Hispana. Madrid: Lunwerg – CSIC, 1993: p. 69.

      18 A propósito de los incidentes véase Cuesta Domingo, Mariano. Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica. Madrid: CSIC, 1983: II, p.55.

      19 Pigafetta, Antonio. Primer viaje en torno al Globo. Santiago de Chile: Editorial Francisco de Aguirre / Antártica, 1997: p. 19.

       Sabrina Guerra MoscosoMateo Ponce

      La tierra en esta parte es muy fértil y agradable, abundan las colinas y montañas, ilimitados valles y fuertes ríos {...} No tienen metal que puedan describir, excepto oro, que estas regiones tienen en abundancia1.

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      Así describía Américo Vespucio la tierra que supuestamente había recorrido en el año de 1501, dos mil millas hacia el sur hasta casi llegar a Cabo de Hornos. En el año 1505 el navegante y cartógrafo florentino se reunió con el rey Fernando de España para tomar importantes decisiones que los llevaran a alcanzar la consolidación del proyecto de expansión ultramarino, este proyecto contemplaba la relevancia de descubrir un paso que, atravesando el Nuevo Mundo, permitiera unir Europa con Asia. Estas tempranas expediciones despertaron el sueño de encontrar un pasaje por el sur de América hacia el Pacífico asiático, que le permitiera a España controlar las rutas comerciales que hacia occidente conectaran Europa con el continente asiático.

      En 1513 Vasco Núñez de Balboa fue el primer español que desde la costa de Centroamérica avistó el Pacífico, al que denominó Mar del Sur. Este descubrimiento planteó algunas interrogantes sobre la dimensión y las posibilidades de este nuevo océano para los europeos. No obstante, fue la impresionante hazaña de Fernando de Magallanes, en 1520, la que abrió las puertas a los extraordinarios misterios que ofrecía la cuenca del Pacífico a los exploradores europeos que se aventuraran a surcarlo en busca de fama, gloria y fortuna; las que suponían encontrarían en las islas de las especias del Pacífico, que escondían exóticas riquezas y aguardaban a quienes con valentía se atrevieran a cruzar el tan temido paso. Tras la expedición de Magallanes, la búsqueda de un pasaje por el Sur se convirtió en uno de los enigmas más importantes que la geografía del Nuevo Mundo planteaba a los europeos.

      A partir del siglo XVI las expediciones europeas enfrentaron los desafíos impuestos por las dificultades y sorpresas de una geografía que entrañaban un paso extremadamente peligroso, que se presentaba como el primer reto antes de enfrentar los misterios de la cuenca del Pacífico. En el siglo XVI estos retos de la geografía especulativa fueron desafiados por tres expediciones que lograron llegar al Pacífico y además completaron los primeros viajes de circunnavegación; las expediciones fueron la de Fernando de Magallanes, en 1520; la del famoso Francis Drake, en 1579, y la del marinero Thomas Cavendish, en 1586.

      Cabe resaltar que en las capitulaciones entre Magallanes y la Corona española en 1518, el propio capitán Magallanes dijo que iría “Para buscar el estrecho de acquellas mares”2. Incluso, Bartolomé de Las Casas, en su Historia de las Indias3, recoge en sus diálogos con Magallanes la existencia de este paso: “Díjele mas ¿y si no halláis el paso por donde habéis de pasar a la otra mar? Respondiéndome que cuando no lo hallase, irse por el camino que los portugueses llevaban”4. Estas palabras reflejan cómo la búsqueda de una ruta hacia las islas de las especias era ya una competencia entre las dos potencias marítimas del siglo XVI.

      Magallanes fue el pionero, no solamente por desafiar aquel temido paso, convencido de su existencia e importancia, sino también porque fue parte de la primera expedición que alcanzó el primer viaje de circunnavegación. La ruta de Magallanes fue seguida durante los siguientes siglos por exploradores y aventureros, cuyas expediciones estuvieron matizadas de valor e intrepidez, pero también cargadas de episodios trágicos y de magníficos descubrimientos geográficos, los cuales quedarían plasmados en la temprana cartografía europea sobre América.

      Copérnico, en su libro De Revolutionibus (1534), nos da un testimonio de la trascendencia de la hazaña de Magallanes:

      América nombrada después del nombre del barco del capitán que la descubrió. En cuenta de su tamaño no revelado, es pensado como un segundo Orbis Terrarum. Hay también muchas islas hasta aquí desconocidas (...) Para consideración geométrica de la situación de América nos obliga a relevar que es opuesta a la región del Ganges de la India5.

      Algunas de las incertidumbres respecto a la geografía especulativa sobre la existencia de un paso por el Sur y la posibilidad de encontrar un nuevo continente se mantuvieron a través de los siglos, Según Américo Vespucio:

      siguiendo esta playa, tan largo tiempo navegamos, que pasado el trópico de Capricornio encontramos el polo antártico en su horizonte más alto, cincuenta grados [...] encontramos en esas partes una multitud de gente [...] una raza gentil y amigable. Todos de ambos sexos, andan desnudos, sin cubrir ninguna parte de su cuerpo6.

      Es así como, desde inicios del siglo XVI, se especulaba sobre la existencia de tierras australes, un posible quinto continente. Tales especulaciones sobre el llamado continente blanco, la Antártida, se ven renovadas en preguntas y reflexiones de escritores como Peter Matthiessen, quien a propósito de un viaje al extremo sur del continente expresa: “este mundo aislado, parece prístino mas allá de lo imaginable”7.

      Pero, además, la geografía especulativa reflejada en los mapas permitió la convergencia del mito y la realidad, producto del registro de la mirada de marineros, exploradores, etnógrafos y cronistas que dieron cuenta de sus conocimientos y también desconocimientos, desde una perspectiva occidental, muchas veces todavía medieval, sobre los enigmas de la geografía de aquel Novus Orbis, denominado América (Imagen 1).

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