Economía, salud y envejecimiento. Leonardo Hernández

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Economía, salud y envejecimiento - Leonardo Hernández

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de los dos principales beneficios ya mencionados existen dos áreas donde socialmente podrían materializarse algunos otros beneficios. La primera es relativa a la fuerza de trabajo. Mantener a los adultos mayores activos laboralmente, incluso con jornadas más flexibles y/o menos exigentes, dedicados a labores acorde a su capacidad funcional, permitiría afrontar el desafío de una fuerza laboral decreciente producto de los cambios demográficos actuales. Adicionalmente permitiría resolver, a lo menos parcialmente, el desafío de los sistemas de pensiones en Chile y el mundo, que actualmente parecen ser incapaces de entregar pensiones adecuadas por la mayor esperanza de vida de las personas (entre otras causas).

      Una segunda área donde pueden materializarse beneficios dice relación con el desarrollo de lo que se conoce como “economía plateada” o “silver economy”, esto es, un sector económico dedicado exclusivamente a satisfacer las necesidades crecientes de las personas mayores. Este sector tiene un enorme potencial de crecimiento, especialmente en el área de servicios, y puede transformarse en un motor de crecimiento para la economía chilena en las próximas décadas si se implementan políticas adecuadas prontamente. Programas como “Turismo para la Tercera Edad”, o la adopción de tecnología en el ámbito doméstico (domótica) para facilitar la vida de los adultos mayores, son áreas poco relevadas o conocidas, pero donde Chile puede tomar un liderazgo en la región y transformarse en un polo de desarrollo.

      Respecto del programa “Turismo para la Tercera Edad”, Chile cuenta con una experiencia exitosa de casi veinte años, la que ha tenido un gran impacto (biomédico) positivo en los adultos mayores –tanto por los efectos físicos como psíquicos en ellos al usarlo–, es altamente valorada por los beneficiarios y es de muy bajo costo para el Estado, al aprovechar la infraestructura turística del país en periodos de baja temporada y de alta vacancia (ver capítulo “Turismo social y salud: veinte años de experiencia del programa ‘vacaciones tercera edad’”). Promover este tipo de iniciativas –incluso exportando este servicio a otros países– puede ser un polo de desarrollo potencial futuro para Chile.

      Por último, en el ámbito laboral debe aumentarse la empleabilidad y fomentarse el emprendimiento de los adultos mayores, lo que requiere de una legislación laboral flexible y programas de reinserción laboral, así como también apoyo al emprendimiento a toda edad. Finalmente, debe procurarse que los adultos mayores no pierdan beneficios si generan ingresos adicionales, para no desincentivarlos a mantenerse activos (ver capítulo “Hacia un envejecimiento con calidad de vida: Silver Economy y Emprendimiento Senior” de P. Pizarro).

      Conclusiones

      El enfoque propuesto en este libro, que la evidencia avala, es focalizarse en los mayores frágiles y pre frágiles, para así evitar o disminuir a los mayores con discapacidad, que son los económicamente más caros. Este modelo ya se está aplicando en algunos países desarrollados y Chile puede avanzar relativamente rápido en este camino, porque no se parte de cero. De hecho, el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), creado en 2003, ha ido incluyendo crecientemente en la última década programas orientados a promover un envejecimiento activo (ver capítulo “Programas para el adulto mayor: situación actual en Chile” de Vergara et al.). Los programas del SENAMA en la actualidad son una mezcla de aquellos que brindan apoyo socio-económico a adultos mayores en situación de vulnerabilidad y dependencia funcional (en distinto grado) siguiendo un enfoque asilar, esto es, hogares de larga estadía, y otros de promoción de actividades que ayudan a mantener la funcionalidad (para postergar la fragilidad) de los adultos mayores (ej. programa voluntariado adulto mayor o programa de envejecimiento activo). Este segundo tipo de programas son más recientes; la mayoría de ellos son de los últimos 10 años, aproximadamente. También hay programas educativos para los adultos mayores y para la comunidad en general, cuyo fin es fomentar el respeto hacia los adultos mayores. Este segundo grupo de programas debe evaluarse (son recientes y hay poca experiencia acumulada) para luego perfeccionarse y aumentar su cobertura, pero ya existen. De esta manera Chile podría avanzar relativamente rápido aprovechando instituciones existentes.

      Aumentar el número y la cobertura de programas del segundo tipo, que promueven un envejecimiento activo, en conjunto con cambios a la legislación laboral, así como lograr que en todas las carreras de salud se enseñe las bases de la gerontología y que todas las escuelas de medicina brinden la especialidad de geriatría, permitiría tener equipos de salud capacitados que, con programas de salud ambulatorios y manejo continuado-coordinado de los pacientes ambulatorios, lograrían ir reduciendo en el tiempo el número de adultos mayores en estado de fragilidad, disminuyendo por ende a los con dependencia funcional. Con ello se permitiría un ahorro considerable en costos de programas de salud actuales y una mejor calidad de vida para todos los adultos mayores.

      1 Este proceso está documentado en casi todos los capítulos de este libro, por lo que consideramos redundante repetirlo en este resumen. 1 Este proceso está documentado en casi todos los capítulos de este libro, por lo que consideramos redundante repetirlo en este resumen.

      2 En los distintos artículos de este libro los autores usan los términos “fragilidad”, “discapacidad”, “dependencia” o “pérdida de funcionalidad” para referirse a aspectos o etapas distintas de un mismo proceso, cual es la imposibilidad de vivir una vida normal y de modo autónomo según avanza la edad de una persona. En este capítulo no hacemos distinción entre estos términos para facilitar la intuición del problema que nos preocupa.

      3 Según Casen 2013, un porcentaje no menor (20%) de los adultos mayores vive solo actualmente.

      4 Los afiliados a Fonasa pertenecen a los segmentos de más bajos ingresos de la población.

      5 Del total de gastos de bolsillo de los hogares en salud, el gasto en medicamentos representa el 35,8%.

      6 El consumo de fármacos en la población de adultos mayores aumentó de 78,6% en 2007, a 84,3% en 2016 (Forascepi y Simón). En 2016 el 38,7% de los adultos mayores tomaba de tres a cinco medicamentos diarios, mientras 17,3% de ellos consumían más de seis al día (solo un 15,6% no ingería ningún medicamento).

      7 Este fenómeno ya se está produciendo. Por ejemplo, en 2013-18 la población afiliada a Isapres aumentó un 1% anual, mientras la población mayor de 60 (70) años lo hizo en un 6% (8%).

      8 Por ejemplo, en la medición de condiciones físicas del adulto mayor.

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