Meditaciones de Marco Aurelio. Marco Aurelio

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Meditaciones de Marco Aurelio - Marco Aurelio Autor Pensamiento

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de Domicia Lucila, madre de Marco Aurelio.

      161

      – Tercer consulado. Muere Antonino Pío. Es proclamado emperador con el nombre de Imperator Caesar Marcus Aurelius Antoninos Augustus. Por decisión propia, y, en cumplimiento de los deseos de Adriano, comparte el trono con su hermano adoptivo Lucio Vero. Nacimiento de sus dos hijos gemelos Cómodo y Antonino (éste murió a los cuatro años). Invasión de los partos en Armenia.

      162

      – Nacimiento de su hijo Marco Annio Vero César. Marco Aurelio viaja al frente oriental.

      163

      – Victorias militares romanas en Armenia y Siria. Toma de Artaxata. Marco Aurelio pronuncia un discurso apologético en el Senado sobre Lucio Vero.

      166

      – Victoria sobre los partos. Cómodo alcanza el rango de César.

      167

      – Problemas militares en la frontera de Germania, ofensivas de los longobardos y los ubios. Se extiende la peste. Marco Aurelio celebra un Lectisternio.

      168-169

      – Marco Aurelio y Lucio Vero viajan al frente norte para luchar contra los marcomanos. Pasan el invierno en Aquilea. Muerte de Lucio Vero en febrero a causa de la peste. Regreso de Marco Aurelio a Roma por unos meses. Muerte de Marco Annio Vero, abuelo de Marco Aurelio, figura fundamental en su vida. Vuelta al frente norte.

      170

      – Nacimiento de Sabina, la menor de las hijas de Marco Aurelio. Ofensiva romana en el Danubio.

      171

      – Guerra contra los cuados. Victoria en el frente del Danubio. Disturbios en España. Posible comienzo de la redacción de las Meditaciones.

      172

      – Victoria frente a los marcomanos.

      173

      – Marco Aurelio permanece asentado en Carnuntum, importante fortaleza romana en el frente del Danubio.

      174

      – Marco Aurelio en Sirmio. Ofensiva contra los yacigios.

      175

      – Rebelión de Avidio Casio. Armisticio con los Sármatas. Marco Aurelio viaja a Siria y Egipto. Su esposa Faustina, que le acompaña, muere en Halala.

      176

      – Viaje a Atenas. Regreso de Marco Aurelio a Roma por Brindisi, permanecerá un año en la capital del imperio.

      177

      – Nombra sucesor a su hijo Cómodo.

      178

      – Partida de Marco Aurelio con su hijo Cómodo hacia el frente de Germania.

      180

      – Muerte de Marco Aurelio en Vindobon (actual Viena), probablemente a causa de la peste. Tiene cincuenta y ocho años.

      MEDITACIONES

Soliloquios y pensamientos morales

      Libro I

      1. Aprendí de mi abuelo Vero a ser de honestas costumbres y a no enojarme con facilidad.

      2. De la buena fama y loable memoria de mi padre, el portarme con modestia y varonilmente.

      3. De mi madre, la devoción a los dioses, liberalidad para con todos, el abstenerme, no sólo de hacer el mal, sino también de pensar hacerlo, y, además, el ser frugal en la comida y estar lejos de hacer una vida opulenta.

      4. De mi bisabuelo, el no frecuentar las escuelas públicas, y en casa echar mano de los mejores maestros, bien persuadido de que en este particular se debe gastar generosamente.

      5. De mi preceptor, el no tomar partido en los juegos públicos, no siendo del bando de los prasinos ni venecianos, ni inclinándome a los parmularios o escutarios. Enseñóme también la tolerancia en el trabajo, el contentarme con poco, el servirme a mí mismo, el no implicarme en los asuntos ajenos y no dar oídos a los chismosos.

      6. De Diogneto, la aversión a la frivolidad, el no dar crédito a nada de cuanto dicen los encantadores y magos acerca de sus hechizos y arte de espantar los demonios y otras supercherías de esta clase. Jamás me entretuve en la que llaman pelea de codornices ni me dejé embaucar de semejantes bagatelas. El mismo me habituó a soportar las palabras directas, el familiarizarme con la filosofía, dándome por maestros, primero, a Baquio; después, a Tandasio y a Marciano; que, de niño, me ejercitase en componer diálogos morales; que, en vez de asiento blando, usase de unas duras tablas cubiertas con una piel; que, en fin, pusiese por obra cuanto lleva consigo la profesión de filósofo griego.

      7. De Rústico, la necesidad que tenía de corregir y componer mis costumbres, y que corría por mi cuenta el cuidar de ellas, sin dejarme llevar por la inflamación sofística, sin publicar nuevas instrucciones y métodos de vivir, sin recitar exhortaciones a la virtud, no queriendo sorprender al público con una profesión ostentosa de hombre bien ocupado en la meditación y ejercicio de la filosofía, no procurando asentar plaza ni de orador ni de poeta ni de astrólogo; no usando en casa vestido grave y de ceremonia, ni dando otras iguales pruebas de aparente severidad. El mismo Rústico me persuadió que aun en las cartas siguiese un estilo natural y sencillo, semejante al que se deja ver en aquella que él escribió desde Sinuesa a mi madre; que de tal manera dispusiese mi ánimo para con aquellos que, faltando a su deber, me diesen algo que sentir, que al punto que quisiesen volver a mi amistad, yo, con toda facilidad y buena gracia, me reconciliase con ellos. Del mismo aprendí a leer con mucha reflexión, no contentándome con una noticia superficial y pasajera de los escritos; a no dar fácil crédito a aquellos que, sobre todo, hablan de ligero. Débole también el haber leído los escritos de Epicteto, habiéndome enviado el ejemplar que en su casa tenía.

      8. De Apolonio, el saber obrar con independencia y libertad de espíritu; el fijarme en mis resoluciones sin perplejidad; el no gobernarme por otros principios que por los de una buena razón, aun en las cosas mínimas; el ser siempre el mismo en los dolores agudos, en la pérdida de los hijos, en las largas enfermedades. En él mismo, como vivo ejemplo, vi claramente que cabe muy bien a un tiempo, según la cosa que lo llevare, ya ser impetuoso ya sosegado. Vi que no debe un maestro, en sus lecciones, mostrarse desabrido e impaciente. Vi un hombre que no hacía alarde de su destreza en saber proponer y acomodar las instrucciones a la capacidad de los oyentes; un hombre, por fin, que sabía cómo se deben recibir, de parte de los amigos, los que se llaman beneficios, sin que por ellos quede uno hecho como esclavo del otro, y sin que, por no contar con los favores recibidos, se muestre desconocido.

      9. De Sexto, un afecto cordial para con todos, el modelo de una casa, gobernada antes con amor de padre que con severidad de amo, la idea de una vida, conforme a la razón natural y de una gravedad sin afectación, el cuidado que se debe

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