Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011). Lilian Kanashiro
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Como se ha visto en párrafos anteriores, mucho se ha dicho sobre las consecuencias de negarse a participar en un debate electoral, sobre todo cuando este se ha institucionalizado. Un caso de negativa a participar, con sus propias peculiaridades, ocurrió en las elecciones de 2002, cuando el entonces presidente Jacques Chirac se negó a debatir con el candidato ultraderechista Jean-Marie Le Pen. No obstante, el rechazo a este debate se convirtió en un gesto político bajo el argumento de no aprobar «la banalización del odio y la intolerancia» y, como lo expresó el mismo Chirac en su anuncio, «asumiendo los costos políticos que ello suponía».
Según García (2012b), en 2007 se encuentra una particularidad en los debates franceses. Se enfrentaron, como es costumbre, los candidatos Sarkozy y Royal con una audiencia de más de veinte millones de espectadores. Pero a su vez se produjo otro debate entre los candidatos Royal y Bayrou; este último había quedado en tercer lugar en la primera vuelta electoral. El candidato Bayrou había rechazado cualquier endoso de votos con alguno de los otros dos candidatos y se especulaba que tenía ofrecimientos de ocupar el cargo de primer ministro. A pesar de la protesta del candidato Sarkozy, el debate entre Royal y Bayrou aparecía como un mecanismo para que los votantes del candidato que había quedado en tercer lugar decidieran por sí mismos a quién le darían su voto.
Otro aporte a los debates electorales, en general, es la variación del formato o estructura que permitió la incorporación del ciudadano en el debate electoral. Según Casado (2012), durante la precampaña electoral francesa de 2007, la cadena privada TF1 solicitó el diseño de un formato en el que no hubiera duda de manipulación o control sobre las preguntas. En respuesta, la productora A Prime Group diseñó un formato por el cual se convocaba a ciudadanos elegidos con criterios demoscópicos que podían preguntar libremente al político. Este formato se empleó en cuatro programas sucesivos como parte de la campaña preelectoral y ha sido llevado a los debates electorales en otros países, ya sea colocando a uno o dos candidatos en el set. La versión en español lo titula: Tengo una pregunta para usted.
El caso reseñado anteriormente revela el aporte e intervención de los profesionales de la televisión, en especial, de las productoras, en la configuración y renovación de los formatos de los debates. En este aspecto, queda pendiente un estudio en profundidad del rol de las productoras audiovisuales en los debates electorales televisados.
7. Debates electorales televisados en España
Considerando que España no se rige por un sistema presidencial, este país, sin duda, resulta un caso peculiar que conviene estudiar. España no posee una gran tradición en materia de debates electorales presidenciales; en su haber cuenta con cinco debates en tres campañas electorales: 1993, 2008 y 2011. No obstante, y a pesar de la modesta experiencia, presenta una nutrida bibliografía al respecto. José Blanco, coordinador por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en la campaña de 2008, sostiene que los debates electorales deben ser concebidos como un derecho de los ciudadanos a recibir información para ayudarlos a decidir su voto. Señala que si en España los debates electorales no se encuentran plenamente institucionalizados, se debe en gran parte a que los protagonistas han comprobado que no existe sanción electoral si no participan en un debate; en todo caso, el riesgo de tener que enfrentarlo es mayor. Si bien la realización de un debate depende de la coincidencia de los candidatos y la armonización de los intereses partidarios y de las empresas de comunicación, para que los debates se institucionalicen es indispensable que la ciudadanía considere que es un derecho tener más información (Blanco, 2009).
Una figura clave en la promoción de los debates electorales españoles es el periodista Manuel Campo Vidal, quien es más recordado por ser el moderador del primer debate en la historia española. No obstante, su aporte en la promoción y organización de los debates va mucho más allá. No es coincidencia que cuando el periodista ocupó el cargo de director general de Antena 3 de Televisión en 1993 se organizara el primer debate televisado en España; y cuando ejerció el cargo de presidente de la Academia de Ciencias y Artes de la Televisión en 2008, se retomaron los debates televisados. Su contribución en las negociaciones y como facilitador para el desarrollo de esos eventos ha sido clave (Vidal, 2009).
Como se puede apreciar, desde un inicio se optó por la fórmula de la serie de debates, con la presencia de un moderador y sin periodistas. En las últimas elecciones españolas (2011), se acordó llevar a cabo un solo debate con las características antes mencionadas.
En 1993, se enfrentaron los candidatos Felipe González y José María Aznar en dos debates: el 24 de mayo y el 31 de mayo. El primero se desarrolló en los estudios de Antena 3 y tuvo una sintonía de más de nueve millones de espectadores. Gallego (2009a) sostiene que la versión que ha sobrevivido al tiempo es la derrota de González por su excesiva confianza. Según señala la periodista, las negociaciones fueron extenuantes y en el último minuto se seguían discutiendo aspectos vinculados a la forma. En el anecdotario ha quedado la discusión en torno al color y la temperatura del set; según los negociadores de González el color favorecía al candidato Aznar, y se tuvo que llegar a un acuerdo sobre la temperatura, que podía influir en la conducta de los candidatos y en la imagen proyectada en televisión. Vidal (2009) cuenta que, para este primer debate, el candidato Aznar contó con la asesoría de expertos norteamericanos. Si bien él no ganó esas elecciones, se convirtió en el líder indiscutible de su partido, liderazgo que antes de las elecciones era considerado improvisado y con muchas dudas.
El segundo debate de esta primera serie se desarrolló en los estudios de Telecinco. Con la lección aprendida del primero, se trató de disponer todos los detalles en las negociaciones previas. No obstante, hasta el último minuto no se tenía claro si habría debate, dado que Aznar se sentía más seguro con los resultados del primer debate y no deseaba poner en riesgo el capital simbólico ganado. El canal de televisión tenía previsto cuatro programas posibles en caso de que se suspendiera el debate. El moderador en esta ocasión fue el periodista Luis Mariñas. Dicha emisión tuvo más de diez millones de espectadores (Gallego, 2009a).
Tuvieron que pasar quince años para que España gozara nuevamente de debates televisados. Sin embargo, las organizadoras del debate no fueron esta vez las emisoras, sino la Academia de las Ciencias y Artes de la Televisión, fundada apenas en 2006. El primer debate se desarrolló el 25 de febrero de 2008, con la moderación de Manuel Campo Vidal, y tuvo una audiencia de trece millones de espectadores (Pulido, 2009). El segundo debate se produjo el 3 de marzo y su audiencia superó los once millones y medio de espectadores. En esa ocasión, la periodista Olga Viza contó con el consenso de los candidatos para moderar el evento (Gallego, 2009b).
Sobre esta segunda serie de debates se han llevado a cabo estudios desde diferentes perspectivas que contribuyen a su institucionalización. Luengo (2011) señala que el formato de los debates estuvo sometido a reglas muy estrictas, como consecuencia de las duras negociaciones que los antecedieron