Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011). Lilian Kanashiro
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Como en todo discurso, hay defensores, detractores y moderados, además de múltiples aproximaciones que dan cuenta del carácter multidisciplinario de este corpus de análisis. Este hecho me permite enmarcar el estudio como un aporte desde la disciplina semiótica, que, según creo, algo tiene que decir. Aun así, conviene profundizar en los alcances políticos que los debates electorales televisados tienen según los tratamientos que estos han recibido. En primer lugar, sobre su consideración como fuente de información y aprendizaje político; en segundo lugar, como arena de negociación política; y, en tercer lugar, como la expresión de un formato pactado de interacción.
1. Los debates como aprendizaje político y sus efectos
Una mirada optimista de los debates electorales sostiene que estos eventos permiten un aprendizaje político por parte de los ciudadanos y la discusión en profundidad de temas políticos, sin limitarse a las imágenes de los candidatos que básicamente proyectan los spots electorales. Bajo la premisa de que las decisiones tomadas sobre la base de una adecuada información generan un beneficio cívico, los debates electorales ocupan una posición privilegiada (Echeverría-Victoria y Chong-López, 2013). No obstante, este tipo de mirada sobre los debates suele ser crítica frente al conflicto o la confrontación.
Según Téllez et al. (2010), los debates electorales constituyen eventos atractivos en las campañas electorales que permiten a los ciudadanos la comparación de propuestas políticas y el conocimiento de los candidatos en situaciones no planificadas por la dificultad de prever la reacción del otro candidato. En ese sentido, son considerados como actuaciones de alto riesgo. Los autores señalan la importancia de la revalorización del conflicto en dosis adecuadas. Por tanto, no debe extrañar la presencia de ataques y gestos conflictivos, ya que en eso radica la idea del debate. Un debate no es exposición de ideas.
Esta mirada pedagógica del debate electoral propone una serie de interrogantes que no dejan de ser interesantes y guardan vigencia en la discusión pública actual. Si los debates cumplen una función pedagógica para los votantes, ¿por qué no son obligatorios?, dado que es conocida la resistencia de los candidatos a debatir, debido a los riesgos que ello comporta. Esta pregunta cobra relevancia cuando se sabe que varios países no cuentan con este ritual político; de hecho, en varias democracias o países en vías de democratización, los obstáculos para la organización y realización de un debate entre candidatos son innumerables. Un argumento en contra de la obligatoriedad a participar en un debate es la limitación de la libertad del candidato en el manejo de su campaña. Un valor importante en la democracia es el derecho del candidato a competir libre de las regulaciones gubernamentales tanto como sea posible. Asimismo, parte de la discusión involucra el derecho de los electores a tener mayor información y el compromiso que adquiere el actor político o candidato, más aún en los casos en los que cuenta con el financiamiento público de su campaña. Por ejemplo, si se usa la franja electoral (tiempo libre en medios), podría ser obligatoria la participación en los debates en virtud de una mayor información para los ciudadanos. En la discusión de la obligatoriedad de la participación de los candidatos, aparece la pregunta en torno a la existencia o no de sanciones cuando un candidato decide no participar de un debate electoral (Mickiewicz y Firestone, 1992, pp. 49-50). Una tendencia reciente es la incorporación de los organismos encargados de impartir justicia electoral como organizadores de los debates, que si bien no sancionan la ausencia de los candidatos en dichos eventos, se puede asumir que ejercen una presión mayor sobre ellos que las organizaciones de la sociedad civil.
No obstante, algunos estudios, sobre todo de los debates norteamericanos, sostienen que los debates electorales, al estar bajo un formato televisivo, promueven más la imagen antes que las ideas políticas de los candidatos o partidos. Los debates televisivos son coproducidos por candidatos y managers de campaña. Nada se deja de negociar. Los debates modernos son la versión política de las competencias deportivas más populares de la actualidad (Schroeder, 2008, p. 10). En esa misma línea, Kraus (2000) asegura que los candidatos no están interesados en educar al público o en arribar a la verdad; solo quieren ganar la elección. Desean tener el control de todo lo que hacen en la campaña, porque con ello tienen mayores probabilidades de impresionar al electorado, aventajar al oponente y ganar la elección (Kraus, 2000, p. 30).
Esta lógica pragmática sobre los debates electorales, que minimiza la perspectiva pedagógica, está representada en la hipótesis funcionalista del análisis de contenido de la campaña política impulsada por Benoit y su equipo. Esta sostiene que el discurso tiene como fin ganar elecciones y que los ciudadanos votan por los candidatos que aparecen como atractivos según el criterio de cada votante. En ese sentido, señala tres tipos de funciones presentes en el contenido verbal del debate electoral: la aclamación, el ataque y la defensa, los cuales pueden ser proyectados en temas políticos (acciones pasadas, planes futuros, desafíos generales) o sobre el carácter de los debatientes (personalidad, liderazgo, valores) (Glantz et al., 2013).
Los debates y su aspecto educativo traen a colación el tema de la influencia o efectos de los debates. A este respecto, es preciso tener una mirada amplia. Los efectos de los debates deben ser considerados en distintos niveles: efectos sobre la cobertura posdebate, efectos en los sondeos de preferencia electoral, efectos en el liderazgo del candidato al interior del grupo político, efectos en el voto del electorado. Esta amplia gama de efectos requiere tener en cuenta la ponderación de la calidad y extensión del efecto mismo, y reflexionar sobre ella a la luz de los procesos políticos de cada país. No será posible profundizar en todos estos aspectos, pero los distintos tipos de efectos muestran la variedad de estudios que es posible emprender en torno a esta expresión de la comunicación política.
En líneas generales, los estudios sostienen que los debates televisados inciden más en el refuerzo de las opciones electorales previamente tomadas por la audiencia que en un cambio en la dirección de las tendencias en el voto. No obstante, dichos estudios señalan, a su vez, que los resultados de los mismos deben ser tomados con precaución, dado que es preciso considerar las características del proceso electoral y de la comunidad política.
Una reciente tendencia de estudios busca identificar la influencia de diversos factores en las impresiones inmediatas de la audiencia a través de un sistema de respuesta en tiempo real. Los estudios de Nagel et al. (2012) comparan la influencia de lo verbal, vocal y visual en las impresiones inmediatas de los que se exponen al debate electoral. Los hallazgos afirman la predominancia de lo verbal con la cautela de sugerir que los estudios sean replicados en contextos en donde lo audiovisual tenga un mayor peso y el formato audiovisual del debate sea mucho más dinámico. Es de esta manera como en el contexto de la sociedad española se desarrolla un estudio en el mismo tenor, que presenta como resultados que las predisposiciones ideológicas y las expectativas previas sesgan la reacción inmediata de los participantes; se confirma el predominio de la estrategia de los common places1, pero se añade el impacto positivo que esta genera en contraposición al efecto polarizante que causan los ataques (Luengo, 2011).
2. Las negociaciones detrás de los debates
Si se toma como punto de partida que los debates electorales televisados son de suma importancia, pero al mismo tiempo no son de carácter obligatorio, cobra relevancia un aspecto importante: las negociaciones previas para la organización de los debates. Muchos autores afirman que la verdadera victoria ocurre sobre las mesas en las que se discute la estructura del evento, la fecha y el horario, los segmentos y los temas que se abordarán. En este espacio entran en función los controladores de campaña, cuya misión es controlar la agenda del debate. El objetivo de cada equipo negociador es lograr