Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011). Lilian Kanashiro

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Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011) - Lilian Kanashiro

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entendida como cuerpo de problemas y de soluciones. Por cierto que esos intentos de mejora del debate caerían en saco roto si no hay un verdadero cambio que eleve la calidad educativa en nuestro país.

      Creo que este libro marca un punto de no retorno en la investigación de los debates electorales televisados. A partir de su rigor formal controlado por los planos de inmanencia (signos, enunciados, soportes, prácticas, estrategias, formas de vida), hay clara conciencia de que los debates valen como experiencia, como fenómeno que configura un ethos político. Y de que ese valor debe ser acrecentado. Es difícil mantener el nivel de calidad de los contenidos ofrecidos, por ejemplo, en un medio académico, a una élite profesional y homogénea, cuando se tiene la necesidad de ofrecerlos también en un medio de comunicación social a una audiencia masiva y heterogénea. La calidad se nivela hacia abajo. La democratización cobra así un alto precio en cuanto obliga a degradar la calidad de los contenidos. La utopía estaría en difundir la mejor calidad de contenidos a la mayor cantidad de teleaudiencia.

      Un trabajo de análisis e interpretación como el ofrecido aquí no pierde de vista ese horizonte utópico, axiológico, ético. Se trata de evolucionar a una forma de vida argumentativa colectiva (una macroescena compartida por toda una cultura). El tiempo de la argumentación no es el del texto, sino el de la acción; es en realidad el tiempo de su praxis enunciativa. Si bien en el debate, en cuanto género deliberativo, esa praxis mira predominantemente hacia el futuro, hacia lo que se va a realizar, hacia las programaciones de la acción política, y expresa entonces una actitud existencial fundada en una prospectiva, también es cierto que, en su aspecto forense, retrospectivo, no deja de mirar al pasado para medir y evaluar la ejecución de las cosas, para extraer lecciones de las experiencias vividas; y, en su aspecto epidíctico, en una perspectiva concomitante, se ocupa del presente de los valores, de lo actualizable en el presente, de lo que es presentable o representable (Fontanille, 2014, pp. 125-128).

      Urge, pues, moderar los excesos de la espectacularización y ponderar con criterio el valor del debate público como acción política común. Este trabajo provoca la apertura de espacios de análisis, de interpretación y de reflexión; como tal, es el eslabón inicial de una cadena de esfuerzos orientados a la comprensión y mejora de los debates electorales televisados, entendidos como procesos que crean las condiciones más favorables para una decisión racional.

      Para terminar, reitero mi recomendación a los investigadores de la vida social y política: aquilaten este valioso aporte incorporándolo como instrumento de comprensión de una problemática central en lo que debe ser una forma de vida cada vez más participativa y democrática.

       Óscar Quezada Macchiavello

       Referencias

      Barthes, R. (1981). Mitologías. México D. F.: Siglo XXI.

      Fontanille, J. (2014). Prácticas semióticas. Lima, Perú: Fondo Editorial de la Universidad de Lima.

      Greimas, A. J. (1982). Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje. Madrid, España: Gredos.

       Introducción

       Qué son los debates electorales y el porqué de su relevancia

      La noche del 3 de junio de 1990, luego de un intenso debate entre el escritor Mario Vargas Llosa y el ingeniero Alberto Fujimori, estaba por finalizar el primer debate electoral presidencial televisado en la historia peruana. Durante su última intervención, el ingeniero Fujimori, después de una reflexión, señaló que estaba obligado a hacer una denuncia. Mostró ante cámaras la portada de un periódico peruano que anunciaba la victoria del escritor Vargas Llosa en el debate cuando aún no había concluido. En una expresión irónica, el candidato señaló: «¡Cuánto han progresado las comunicaciones en el mundo!», lo que arrancó las risas de todos los presentes en el auditorio.

      La escena resulta sumamente ilustrativa del momento que se vivía en el Perú. Ese momento estaba siendo transmitido en vivo por radio y televisión a todo el país. Un candidato sostenía un supuesto ejemplar de un diario popular e ironizaba sobre el desarrollo de las comunicaciones; los debatientes eran dos candidatos que mucho antes de sus campañas electorales habían conducido programas de televisión; sin contar con las repercusiones que las elecciones de 1990 tendrían para la historia política del país. Son raros los momentos en los que la intensidad mediática puede estar tan concentrada en tan pocos segundos. No hay signo más genuino de la integración de los medios de comunicación a la política peruana.

      Sin embargo, mientras otros países han contado con siglos para esa integración, en el caso peruano hemos vivido esos procesos de manera acelerada en cuestión de años, razón por la cual nuestras frágiles instituciones políticas no terminan aún de adecuarse cuando otras innovaciones tecnológicas ya están acechando a nuestro alrededor. Dicho de otra manera, no hemos terminado de comprender en profundidad los alcances de la televisión cuando internet y las redes sociales entran sin tocar la puerta. El presente texto es el resultado de una investigación de carácter longitudinal que ha tomado como objeto de análisis los debates electorales presidenciales televisados en el Perú (1990-2011) y como objeto de estudio las prácticas semióticas.

       ¿Qué es un debate electoral?

      Junto con la publicación de los sondeos de preferencia electoral, los debates electorales televisados constituyen uno de los fenómenos mediáticos que concitan mayor atención en las campañas electorales. Como todo ritual, los debates electorales están rodeados de mitos, devociones y decepciones.

      Los debates electorales televisados constituyen, hoy en día, una de las expresiones más claras de la mediatización de la política (Gauthier, 1998, p. 394). No obstante, los procesos de mediatización en la sociedad peruana no actúan de modo uniforme en todos los espacios ni en todas las prácticas sociales (Verón, 2001, pp. 15-42). En esa misma lógica, dichos procesos son abiertos, dado que con cada avance tecnológico se modifica la concepción de los eventos políticos. No cabe duda de que las computadoras e internet están alterado los procesos políticos y la manera como las campañas han sido manejadas (Kraus, 2000, p. 8).

      Los debates electorales televisados pertenecen al campo de estudio de la comunicación política. En tal sentido, la conceptualización del debate electoral puede destacar su relación con la comunicación, lo que subraya su carácter de género periodístico orientado hacia el infoespectáculo (Marín, 2003, p. 213) o el carácter de su producción mediática (Schroeder, 2008). Pero, a su vez, la conceptualización puede poner el énfasis en su relación con la política, entendiéndose que el debate electoral es ante todo una herramienta útil para la consolidación de la democracia, la cual debe estar basada en decisiones informadas (Echeverría-Victoria y Chong-López, 2013, pp. 344-352). En ambas orientaciones se rescata el común denominador de identificar el debate como una fuente de información que, a diferencia de otras fuentes presentes en la campaña electoral, se caracteriza por la relación directa entre políticos y electores (Vasconcellos, 2011, p. 2).

      Pero en este punto cabe preguntarse: ¿cuáles son los rasgos mínimos que debe reunir dicho acontecimiento para ser calificado como un debate electoral? Al final de cuentas, ¿qué es un debate electoral? Desde la perspectiva asumida por este estudio, considero que el debate electoral debe reunir tres características básicas: interacción entre los participantes, estar inserto en la campaña electoral y ser organizado por un ente neutral e independiente.

      

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