Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011). Lilian Kanashiro
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Con relación a este acontecimiento, uno de los elementos que más se ha discutido es la incorporación de la imagen al contenido político y sus efectos en la percepción de la audiencia. El elemento sorpresivo que surgió en este debate, y que los estudios no han cesado de resaltar, es la noción de ganador y perdedor. En el primer debate televisado, Kennedy resultó perdedor frente a la audiencia radial, mientras que Nixon resultó el gran derrotado ante los telespectadores, lo cual pone en evidencia que se trataba de debates electorales diferentes4.
No obstante, la literatura tiende a estudiar este debate como un acontecimiento aislado de los debates posteriores que ocurrieron en las semanas siguientes. El primer debate estuvo dedicado a la política local; el segundo giró en torno a la política exterior y los derechos civiles. El segundo debate se caracterizó por la incorporación de las tomas del candidato mientras escuchaba a su contendor, emitiendo a toda la nación no solo lo que un candidato exponía o contestaba, sino también las reacciones de su oponente. Este detalle fue eliminado en los posteriores debates a pedido de los contendores. Antes de iniciarse el tercer debate, Kennedy desafiaba a un quinto debate, ante lo cual Nixon proponía que el quinto debate podría ser entre los candidatos a vicepresidente (Our Campaigns, sección de Second Kennedy-Nixon Debate, s. f.).
El tercer debate sufrió variaciones en el formato: se eliminaron las aperturas y cierres de los candidatos, todo se concentró en contestar las preguntas de los panelistas. Los tiempos se fragmentaron y redujeron, cada candidato contaba con dos minutos y medio para responder a un panelista, y minuto y medio para replicar la respuesta del otro candidato. Pero la variación más importante fue que ambos candidatos no se encontraban en el mismo estudio: Nixon y los panelistas estaban en un estudio de la ABC en Hollywood, California; mientras que Kennedy participó desde un estudio de la misma ABC en Nueva York. Esta modificación recibió el nombre de split-screen debate. Sin embargo, un incidente quedó grabado en la historia de este evento. El candidato Nixon observó a través de un monitor interno en el estudio cómo John F. Kennedy usaba papeles y leía, lo cual motivó la queja airada del vicepresidente, quien denunció la violación a las reglas acordadas para el debate. La prensa de aquel entonces declaró ganador de este debate a Nixon. El cuarto debate se caracterizó por el retorno al formato original de distribución de tiempo y por la presencia in situ de ambos candidatos en el mismo estudio. Se siguió discutiendo en torno a política exterior, y apareció en la agenda el caso de Cuba (Our Campaigns, sección de Third Kennedy-Nixon Debate, s. f.; Fourth Kennedy-Nixon Debate, s. f.).
Si bien muchos autores coinciden en señalar que el primer debate de la serie fue el más visto por la audiencia y fue crucial en el triunfo electoral de John F. Kennedy, cabe recordar que Nixon fue declarado vencedor en los debates siguientes y mantuvo su renuencia a incorporar un debate adicional.
5. Debates electorales televisados en Estados Unidos
Si bien el debate entre Nixon y Kennedy en 1960 constituye un hecho sin precedentes para el escenario político mundial, pasó mucho tiempo para que los debates televisados se convirtieran en rituales inevitables. Schroeder (2008) señala que este evento empieza a ser una institución permanente y se vuelve parte del sistema a partir de la aceptación del candidato Reagan en 1984 para participar en un debate televisado (p. 20). De tal manera que negarse a participar de un debate público y televisado podía ser considerado un costo significativo en la campaña electoral.
Como se mencionó anteriormente, el primer debate fue patrocinado por las tres cadenas más grandes de broadcasters: NBC, CBS y ABC. Durante 16 años no se repitió este suceso por la negativa de Lyndon Johnson en 1964 y Richard Nixon en 1968 y 1972. A partir de 1976 se suceden los debates de forma ininterrumpida. Desde 1976 hasta 1984, The League of Women Voters fue la patrocinadora de los debates y, desde 1988, se constituye la Commission on Presidential Debates, que hasta la actualidad se encarga del patrocinio de estos eventos.
La institucionalización de los debates televisados en la historia política y electoral de Estados Unidos no ha estado exenta de dificultades. Como una señal de los altos costos políticos que puede tener el negarse a debatir han quedado en el recuerdo las elecciones de 1992. En dicho proceso electoral, se enfrentaban el candidato republicano George Bush y el candidato demócrata Bill Clinton. George Bush se mostraba renuente a participar en un debate televisado, a pesar de las invitaciones y desafíos que ofrecía su oponente. Al saberse su renuencia a debatir públicamente con su contendor, se ganó el apelativo de Chicken George. Algunos sostienen que fue una táctica de los demócratas para presionar a Bush a participar en los debates; en varias apariciones públicas, una o varias personas disfrazadas de pollos interrumpían al candidato pidiéndole que aceptara debatir. Esta anécdota no solo es un reflejo del costo que supone negarse a participar, sino, además, de cómo dicho costo puede prolongarse en el tiempo y eventualmente heredarse. Tal como sucedió varios años más tarde con la elección del año 2000, en la que George W. Bush anunció su deseo de participar en tres debates, de los cuales solo uno de ellos sería producido por la Commission on Presidential Debates, los demás serían organizados en programas de la NBC y la CNN. Ello generó una reacción negativa en la prensa señalando que, al igual que su padre, le tenía aversión a los debates. Luego Bush aceptó las condiciones del sponsor para no caer en la calificación que tantos dolores de cabeza le había traído a su padre (Schroeder, 2008, pp. 23-24).
Los debates electorales norteamericanos han permitido cristalizar un modelo sobre cómo hacer política, pero fundamentalmente han permitido la reproducción interna del sistema bipartidista en el que la Commission on Presidential Debates se ha convertido en un mecanismo crucial. La extensión y adaptación de los debates electorales en otros países ha hecho posible la consolidación del sistema presidencialista, al asegurar la dosis necesaria de personalización política. Cabe agregar que los partidos norteamericanos como institución política han tenido la capacidad y la flexibilidad de adaptarse a la creciente importancia que los medios de comunicación tomaban en la sociedad: no solo no debilitaron sus partidos, sino que los fortalecieron.
6. Debates electorales televisados en Francia
Con motivo del último debate electoral de las elecciones presidenciales francesas, el diario El País dio cuenta de 38 años de debates electorales en Francia. El primer debate televisado entre candidatos presidenciales ocurrió entre Valéry Giscard D’Estaing y François Mitterrand. Señala el diario que, en ese memorable e histórico evento, Giscard pronunció la frase que ha quedado escrita en la historia de la política francesa: «Señor Mitterrand, usted no tiene el monopolio del corazón». Según informa el diario, existe todo un mito en torno a esta frase que indica que contribuyó a la victoria del candidato conservador (Pascual, 2012).
El primer debate norteamericano se produjo en 1960; el primer debate francés, en 1974. Este considerable retardo tiene que ver con la situación de monopolio del Estado; en dicho contexto, una mezcla