Carnaval y fiesta republicana en el Caribe colombiano. Alberto Abello Vives

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Carnaval y fiesta republicana en el Caribe colombiano - Alberto Abello Vives Ciencias Humanas

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la configuración de una región cultural y la formación de la nación. Entre ellos, Jorge García Usta, pionero en los análisis y gestor de iniciativas frente a la crisis cartagenera; Margarita Abello Villalba; Carmen Arévalo Correa; Mirta Buelvas Aldana, y Jaime Abello Banfi brindaron conocimientos y fueron activos promotores de la recuperación del Carnaval barranquillero.

      Por otra parte, la posibilidad de hacer parte de la comparsa “Disfrázate como quieras” del Carnaval de Barranquilla durante más de dos décadas y el haber participado en la fundación del Comité por la Revitalización de las Fiestas de Independencia de Cartagena me permitió a mí y a Juan Sebastián Macías conocer estas expresiones desde adentro. Pero fue la invitación, extendida por el Centro de Estudios Económicos Regionales del Banco de la República en Cartagena de Indias, para participar en el panel sobre Fiestas y Festivales en el Caribe Colombiano del seminario Estudios sobre el Caribe Colombiano: Balance de Medio Siglo, evento conmemorativo de los veinte años de ese grupo de investigaciones, realizado en 2017, la que brindó la oportunidad de presentar una primera y breve versión de este proyecto investigativo. Luego, con los interrogantes surgidos en aquel momento, Juan Sebastián y yo nos pusimos en la labor de continuar las búsquedas, reforzar el trabajo en archivos, revisar la rica bibliografía existente, entablar comunicación con expertos de distintas disciplinas y reorganizar el cuerpo de ideas centrales.

      Expresamos especial agradecimiento al historiador Sergio Paolo Solano de las Aguas, quien con la generosidad que le es característica orientó, como el mejor de los maestros, el estudio de fuentes primarias en el Archivo General de la Nación (AGN) y nos brindó apoyo en distintos momentos de la investigación; le doy las gracias a la historiadora Muriel Laurent, directora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, quien recomendó como asistente de investigación a Juan Sebastián Macías, de quien había sido su profesora, e hizo una lectura juiciosa de los borradores, al igual que a los profesores Francisco Javier Flórez Bolívar de la Universidad de Cartagena y Eloísa Berman Arévalo de la Universidad del Norte.

      Asimismo, Juan Sebastián y yo agradecemos a los historiadores Roycer Flórez Bolívar, David Wheat, Joaquín Viloria, Antonino Vidal, Hughes Sánchez, Raúl Román y Adriana Maya por sus comentarios y aportes, muchos de ellos surgidos en conversaciones en medio de encuentros académicos. Todos ellos enriquecieron este trabajo y orientaron las búsquedas.

      Contribuyeron a la mirada interdisciplinar que caracteriza esta investigación los profesores Armin Schwegler de la Universidad de California (Irvine), Ariel Castillo Mier de la Universidad del Atlántico y Cristo Figueroa de la Universidad Javeriana.

      De Gina Ruz Rojas aprendimos gracias a su experiencia como gestora cultural y como investigadora, siempre estuvo atenta a nuestras inquietudes y pendiente de enviarnos hallazgos en su paso por los archivos de la Universidad de Tulane sobre el Carnaval.

      Estamos en deuda con colegas y amigos, entre ellos Egberto Bermúdez, Guillermo Carbó, Fabio Zambrano, Mónica Lindo, Juan Ángel, Rafael Ramos Caraballo, Orlando Oliveros, Eduardo Hernández, Eduardo Polanco, Mercedes Posada, Cristo Hoyos, Mario Giraldo, Emiro González, Carmen Arévalo, Ana Valencia, Margarita Jacquin y Marco Antonio de la Ossa, quienes atendieron nuestras inquietudes y de quienes recibimos información y percepciones de las expresiones culturales que han estudiado o simplemente han disfrutado en algún momento de sus vidas.

      Por su parte, las publicaciones diversas de Édgar Rey Sinning sobre fiestas y carnavales en el Caribe colombiano, las publicaciones de Édgar Gutiérrez Sierra sobre las Fiestas de la Candelaria y de la Independencia, así como la obra de Enrique Luis Muñoz Vélez son todo un amplio camino recorrido y fueron una fuente importante para nuestro estudio. Por sus aportes estamos muy agradecidos.

      Agradecemos:

      A María Beatriz García, Magnolia Hernández y Viviana Mejía, de la Biblioteca Bartolomé Calvo y la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, por su apoyo en la gestión de fuentes primarias y secundarias.

      A María Teresa Ripoll y Lissette Urquijo, profesoras de la Universidad Tecnológica de Bolívar, siempre dedicadas a la salvaguarda de la Fototeca Histórica de esta ciudad, que se convirtió en fuente de observación de la memoria del Carnaval y las fiestas de noviembre de Cartagena.

      A la Fundación Carnaval de Barranquilla, cuyo Centro de Información y Documentación del Carnaval consultamos. Allí hay material documental muy útil para comprender los vasos comunicantes entre las fiestas populares de Cartagena y Barranquilla.

      A la familia Macías Díaz, que financió la estancia en Oxford de su hijo Juan Sebastián, quien mientras elevaba su nivel de inglés tuvo acceso a importante bibliografía. Él, en su paso como estudiante del programa de Historia de la Universidad de los Andes, reconoce los aportes en su formación de los profesores que lo integran, y les agradece haber compartido sus conocimientos, especialmente a los profesores Diana Bonnet Vélez, Muriel Laurent, Margarita Garrido, Santiago Muñoz, Adolfo Polo y La Borda y Ana María Otero Cleves, así como a los miembros del grupo de Historia Colonial, Nelson Fernando González Martínez, Katherine Bonil y Martin Álvarez por el intercambio intelectual que facilitaron. Por último, le extiende sus agradecimientos a la familia Ruiz Castro quien hizo posible, con sus consejos y apoyo, su estancia en Bogotá.

      Alberto Abello Vives

      Si no estoy mal, Alberto compartió con muchos/as amigos/as y colegas su intuición relacionada con el zambapalo. Este libro sobre carnavales era un proyecto que le importaba mucho y, para tristeza de muchos y muchas, se fue antes de que se publicara. Afortunadamente, ya estaba terminado.

      Fue el mismo Alberto quien quiso que Juan Sebastián fuera coautor. Yo los conecté, luego de que Alberto me preguntará por un/a estudiante versado/a en paleografía que pudiera colaborarle con la revisión de unos archivos del siglo XVIII. Enseguida pensé en Juan Sebastián quien, en clase de Fuentes, recién había sido el más interesado y capacitado en la lectura del material manuscrito. Se entendieron pronto y trabajaron durante varios meses, en una colaboración que fue más allá que la ayuda paleográfica. En realidad, supe poco del proceso investigativo que compartieron o de sus conversaciones. Lo único es que, más de una vez, Alberto me dijo que estaba muy contento con el trabajo que estaban adelantando.

      La intención de Alberto era publicar el libro con el Fondo de Cultura Económica, lo que no fue posible, por la situación de esta editorial. Resulté metida en el proceso de edición, probablemente por la conjunción de ser quien tenía contacto con Juan Sebastián y de ser cercana a las hermanas de Alberto, Carmen Cecilia y Tere Abello Vives, a quienes agradezco por la confianza que depositaron en mí para este acompañamiento. Pronto resolvimos, con Ricardo —mi marido, primo de Alberto—, que lo mejor era presentar el libro a través de la Editorial de la Universidad del Rosario, donde es profesor, y que de ahí se pudiera revisar la posibilidad de una coedición con otras instituciones: la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad de los Andes y la Universidad del Norte. Con todas tenía sentido publicar un trabajo de Alberto. Con el Rosario, porque ahí trabaja su primo Ricardo, con quien hablaba del Caribe. Con los Andes, porque Juan Sebastián era estudiante de Historia ahí (entre tanto, ya se graduó). Con la Javeriana, porque Nicolás Morales siempre dio enormes muestras de interés. Con Uninorte, no solamente porque Adolfo Meisel también estaba interesado, sino porque tenía toda la lógica que una universidad del Caribe estuviera asociada. Sin duda, también mediaron vínculos de amistad y de familia en esta red que se tejió para la edición del libro. En todo caso, se pudo adelantar esta coedición y estoy muy agradecida con Juan Felipe Córdoba, de la Editorial de la Universidad del Rosario, por ello y por el profesionalismo y la seriedad con la que el proceso se llevó a cabo.

      Si este tema del

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