Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854. Angie Guerrero Zamora

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Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854 - Angie Guerrero Zamora Ciencias Humanas

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del país y se halló entre las fuerzas melista en la acción de Tiquisa, y después en varias campañas al occidente de la sabana de Bogotá y en Tunja80.

      Es necesario señalar que no todos los melistas fueron rebeldes durante la guerra de los Supremos81. Sin embargo, los comprometidos en este conflicto fueron exiliados y borrados del escalafón militar, retornando al país durante la administración de Tomás Cipriano de Mosquera (entre 1847-1849) gracias a varios indultos sancionados por el general caucano82. Pero, salvo algunas excepciones, todos entraron en servicio activo durante la presidencia de José Hilario López, quien, de paso, los promovió en el escalafón militar, a algunos antes de la rebelión conservadora de 1851 y a otros después de dicho levantamiento83.

      Es en este punto, en el momento de la llegada de los gobiernos liberales de medio siglo, donde existe una mayor regularidad en los oficiales comprometidos con el golpe del 17 de abril de 1854, independientemente de si fueron constitucionales o urdanetistas (1830 y 1831) o rebeldes o gobiernistas (1839 y 1841), salvo contadas excepciones de las que se hablarán más adelante, sirvieron al gobierno liberal. Lo apoyaron durante la rebelión conservadora de 1851 y, en general, se beneficiaron de los ascensos a grados de jefatura militar, e incluso de general, que el régimen les otorgó. Es posible que también se favorecieran del sistema pensional cuando por diversas circunstancias se retiraron del servicio activo.

      En este orden de ideas, se puede afirmar que buena parte de la oficialidad melista tuvo cierta filiación con el liberalismo e incluso es posible rastrear estos antecedentes en la familia Gaitán Rodríguez, que, sin lugar a duda, fue una de las principales exponentes de esta tendencia. Recordemos que su madre fue Carmen Rodríguez, una activa mujer en la esfera política desde los tiempos de la crisis de la monarquía, mantuvo cierta correspondencia y amistad con Bolívar, se distanció de él durante la dictadura y luchó contra el gobierno de facto de Urdaneta. Sus hijos, tres varones, todos militares, y dos hijas, siguieron la línea política de su madre, todos estuvieron contra la dictadura bolivariana, contra el gobierno de Urdaneta, promovieron el restablecimiento del orden constitucional, fueron rebeldes en la guerra de los Supremos y, salvo el caso de Domingo Gaitán, quien murió en su exilió en el Perú en la batalla de Ingaví (1842) en el Ejército de Agustín Gamarra, todos regresaron a finales de los años cuarenta84. Alejandro se comprometió activamente con las sociedades democráticas de Bogotá y, como sabemos, terminó simpatizando con el golpe de Melo85. Sin embargo, la trayectoria liberal de estos hermanos, junto con los demás melistas, se evidencia en que terminaron luchando contra el gobierno de la Confederación de Mariano Ospina Rodríguez, algunos ya como oficiales prominentes de los Estados Soberanos recientemente emergidos en el nuevo orden político a finales de la década de los cincuenta.

      Un ejemplo ilustrativo de los militares de cuño liberal es Juan de Jesús Gutiérrez, de quien solo tenemos información al concluir la década del cuarenta, pero, por el grado que ostentaba hacia 1850 de sargento mayor, debía haber estado en servicio en los últimos quince años o más. Gutiérrez defendió al gobierno de López contra la rebelión conservadora de 1851, haciendo operaciones contra los rebeldes de la sabana de Bogotá bajo las órdenes de Joaquín Barriga. Permaneció en servicio en la capital y durante los enfrentamientos que ocurrieron entre los miembros de las sociedades de artesanos y los de casaca o notables de la capital, se llegó a decir que beneficiaba a los primeros cuando intervenía en estos enfrentamientos. Se unió al golpe de Melo y fue ascendido a coronel. Sin lugar a duda, fue uno de los militares más capaces con el que contó el gobierno del 17 de abril; lo demostró en la batalla del alto de los Cacaos o de Petaquero (30 y 31 de octubre de 1854), donde frenó el avance del Ejército constitucional a la cabeza del general Mosquera, quien debió reconocer los dotes del joven oficial. Concluida la dictadura, fue hecho prisionero e indultado con la condición de salir del país por siete años (6 de junio de 1855), pero semanas después se le rebajó la pena a la mitad y, a mediados de julio, cuando estaban listos para partir a la costa atlántica, se fugó con Ramón Ardila y Manuel Jiménez.

      Gutiérrez se vinculó al liberalismo a finales de la década, fue parte de los candidatos seleccionados por la junta eleccionaria de Cundinamarca para diputado del departamento (1859); fue nombrado por la Asamblea Legislativa de Santander jefe departamental de El Socorro (1859), siendo parte de los oficiales de aquel Estado que defendió al gobierno de la invasión conservadora proveniente de García Rovira (agosto de 1859). Participó en el combate de Concepción (29 de agosto de 1859), donde las armas liberales triunfaron. Nuevamente defiende al Estado, esta vez de la guerra que le declaró la Confederación, enfrentándose al Ejército conservador dirigido por Pedro Alcántara Herrán en el combate de Galán (llamado en ese periodo La Robada) el 29 de julio de 1860, momento en el que falleció. Si bien el triunfo se lo llevaron los liberales, la batalla fue fatal para el régimen porque perdieron al militar de más experiencia y, posiblemente, una de las futuras espadas del liberalismo86.

      Lo señalado anteriormente sobre la posición claramente liberal de ciertos oficiales no fue exclusivo de Juan de Jesús Gutiérrez, varios de los comprometidos con el melismo terminaron defendiendo la causa liberal contra el gobierno de la Confederación presidido por Mariano Ospina Rodríguez, entre ellos Ramón Acevedo Calderón, Rafael Peña, Pedro Arnedo y Juan Cristo Velandia, quienes sirvieron en el Ejército del Estado de Santander, José Manuel Calle y José del Rosario Guerrero, vinculados al gobierno de Mosquera en el Cauca; Manuel Antonio Carvajal, quien falleció en la acción de La Polonia en 1861; José María Dulcey, un melista del Valle comprometido en las democráticas de Cali y Palmira. Pero, como toda regularidad tiene sus discontinuidades, Habacuc Franco y Benito Franco lucharon en esa guerra a favor del conservatismo y del gobierno de la Confederación87.

      También esta regularidad se presenta en otros melistas menos visibles, en el sentido de que no contamos con mucha información empírica sobre los personajes. Este es el caso de Ricardo Brun, oficial de artillería, quien se encargó de dichas piezas en la batalla de Tiquisa, sirvió durante toda la dictadura y fue capturado el 4 de diciembre en Bogotá, pero logró fugarse a principios de febrero de 1855. Se dedicó luego al comercio contando con conexiones en el puerto de Buenaventura, formó parte de los liberales que dominaron dicho fondeadero del Pacífico en marzo de 1861 y, según informes de los contemporáneos, cometió gran cantidad de arbitrariedades con las mercancías de sus opositores políticos; además de sacar enormes ganancias con la especulación de la sal88.

      No obstante, hay que señalar que el melismo contó con casos que no se ajustan a ninguna de las regularidades expresadas, estos son los casos de Manuel Jiménez y José del Rosario Guerrero. El primero era un militar venezolano del pueblo de La Cruz, quien luchó en la guerra de Independencia en diversas campañas desde Venezuela hasta Perú. Solicitó, desde Venezuela, la admisión al Ejército granadino en 1842, siendo aceptada favorablemente con el grado de teniente coronel por haber servido en los ejércitos de Colombia.

      Jiménez apoyó al gobierno liberal durante la rebelión conservadora de 1851 y se comprometió con el golpe, siendo jefe de la caballería del Ejército melista. Se encontraba en Zipaquirá cuando acontecieron los eventos del 17 de abril, el gobernador de la provincia, José María Martínez, temiendo traición del militar, lo capturó y lo remitió a Guateque, pero fue liberado por los dictatoriales y a la cabeza de ellos marchó y derrotó en el puente de Sisga al gobernador. Fue el encargado de defender a Zipaquirá (20 de mayo de 1854) de las fuerzas constitucionalistas que desde Tunja habían salido a recuperar a Bogotá y, posteriormente, persiguió a los últimos restos de las fuerzas expedicionarias de la fracasada campaña constitucional procedente de Cúcuta al mando de Melchor Corena, derrotada en Aposentos (29 de mayo de 1854).

      El militar venezolano marchó, a finales de julio de 1854, sobre el Magdalena con unos 500 hombres, el 30 de ese mes ocupó Guaduas y se dirigió a Chaguaní, pero, al no contar con piraguas o barquetas para atravesar el Magdalena, regresó al puerto del Platanal y después retornó a Facatativá. El 30 de septiembre se encargó de operar contra la guerrilla de Ardila a consecuencia de las diversas acciones de

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