Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854. Angie Guerrero Zamora

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Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854 - Angie Guerrero Zamora Ciencias Humanas

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compromiso de salir del país por siete años, cuando se alistaba su destierro por la costa Caribe, se fugó89.

      José del Rosario Guerrero, según Gustavo Arboleda, era de Cúcuta. Sirvió a la causa de la emancipación desde 1819 haciendo diversas campañas en el sur y, posteriormente, estuvo en Perú. Debió residenciarse en la costa del Pacífico ya en los treinta, fue el comandante de la campaña que los comerciantes del puerto de Buenaventura financiaron contra los rebeldes de Iscuandé durante la guerra de los Supremos (junio-octubre de 1841). Por sus conocimientos de la región, el gobierno nacional lo nombró comandante de armas de Tumaco y Barbacoas, y luego de Iscuandé (1842-1844), con el grado de sargento mayor.

      Era, sin duda, un hombre que dependía de su salario, pues son reiteradas las quejas de que se le cancelaran los meses atrasados, así como de que se le asignara una parte de este para su familia en Cúcuta. En 1851 se encontraba en Patía apoyando al gobierno en las correrías que hacía contra los rebeldes conservadores de aquel valle, pero debió tener un comportamiento poco claro para que, en ese año, el juez letrado de Popayán le siguiese un proceso judicial por rebelión e intento de asesinato. Se encontraba en Popayán en 1854 cuando se pronunció el batallón 5.º, siendo uno de sus líderes (16 de mayo de 1854). No sabemos la suerte que después corrió, pero aparece como comandante de las fuerzas del estado de Boyacá y luego participó en las guerras federales bajo las banderas liberales en el Cauca y bajo el mando del batallón Palacé90.

      Los casos en mención no se ajustan al derrotero identificado en los hombres seguidores de Melo. Pero sin duda creemos, como lo demuestra la correspondencia de José del Rosario Guerrero, que dependían para vivir del servicio militar, de manera que las políticas antimilitaristas de los gólgotas, sin duda, les despertó temores. Esta es la situación de Jiménez, quien, desde 1842, se había radicado en la Nueva Granada y, siendo reinscrito en el escalafón militar, dependía para vivir del oficio castrense.

      En conclusión, consideramos que el golpe militar de José María Melo, el 17 de abril de 1854, fue una acción contenciosa liderada por los militares. Pero, paradójicamente, la interpretación general de las últimas décadas ha sido ser una acción liderada por los artesanos y no se ha prestado atención al hecho de que el evento fue promovido por los hombres en armas, en los cuales los artesanos participaron enrolados en la Guardia Nacional.

      A partir de hacerles un seguimiento del ciclo de vida de los militares implicados en el golpe, podemos concluir que los participantes de los hechos pretorianos eran, en su mayoría, veteranos de las guerras de Independencia, procedentes de estratos sociales no privilegiados, los cuales iniciaron el oficio de las armas en los grados más bajos del escalafón militar como soldados. Su largo servicio en las milicias los llevó a ascender lentamente en la jerarquía militar, al punto de que los principales seguidores de Melo se hallaban, en abril de 1854, entre sargentos mayores y tenientes coroneles. Es decir, se hallaban en los rangos de jefatura; eran los encargados de los procesos administrativos, de disciplina y mando de las unidades militares de batallones a divisiones, así como de los Estados Mayores, de inspección general o intendencia. Esto significa que eran militares con cierta experticia en su oficio, que no fue obtenida en academias, sino por la experiencia obtenida a lo largo de décadas de servicio en el Ejército o las milicias; aunque, como sabemos, Melo hizo este tipo de estudios formales en Europa.

      Por todo lo señalado, los oficiales que dependían del prest militar fueron vulnerables a las reformas antimilitares que un sector del liberalismo ventilaba desde la prensa, el Congreso y en la esfera pública en general, ya que liquidar el Ejército permanente los dejaba sin su medio de vida, más aún para aquellos hombres que desde su juventud se enrolaron en diversas compañías y batallones durante las guerras de Independencia y, cuando estas terminaron hacia mediados de los años veinte del siglo XIX, difícilmente podían empezar un nuevo oficio. Su afiliación temprana a la milicia, como en el caso del general Martiniano Collazos, entre otros, los llevó a depender del prest que el Estado les asignó por estar en servicio activo o en retiro permanente o parcial.

      Además, los militares que apoyaron a Melo tenían cierta simpatía por las ideas liberales. No es gratuito el hecho de que muchos de los comprometidos con Melo sirvieran durante el régimen liberal de mediados de siglo y, posteriormente, lucharan en las guerras federales como oficiales, de los ejércitos de los recientemente constituidos Estados, contra el gobierno de la Confederación, presidido por el conservador Mariano Ospina Rodríguez. Es necesario, en este caso, revisitar sus vidas y sus ideas políticas, para saber hasta qué punto su apoyo al golpe de Estado más famoso de la Colombia en el siglo XIX también comprometió un proyecto político que buscaba integrar a los diversos sectores plebeyos a los que las contradictorias reformas de mediados de siglo habían empezado a darles mayor espacio en la arena pública del país.

      Notas

      1 Venancio Ortiz, Historia de la revolución del 17 de abril de 1854 (Bogotá: Banco Popular, 1972), 15. La tesis de Venancio Ortiz de la falta de empleo para explicar las guerras fratricidas que asolaron a Colombia en el siglo XIX fue tempranamente expuesta por Mariano Ospina Rodríguez en su informe que rindió ante el Congreso en 1842 como secretario de Estado en el despacho de interior, donde señaló que excesivo número de abogados que sacaban las instituciones universitarias del país, llenos de ideas “metafísicas” y sin empleos, promovían la alteración del orden constitucional. Doris Wise de Gouzy (Ed.), Antología del pensamiento de Mariano Ospina Rodríguez, tomo 1 (Bogotá: Banco de la República, 1990), 481-483. Este esquema interpretativo está presente en otras latitudes, por ejemplo, en Bolivia, donde diversos intelectuales señalaron como una de las causas de la anarquía la búsqueda de un empleo estatal por parte de civiles y militares. Víctor Peralta Ruiz y Marta Irurozqui Victoriano, Por la concordia, la fusión y el unitarismo. Estado y caudillismo en Bolivia, 1825-1880 (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000), 33-59.

      2 El sufragio universal masculino para todos los varones mayores de 21 años fue para los liberales un fracaso en las elecciones para elegir gobernadores provinciales, celebradas a finales de 1853. Perdieron en varias provincias como Bogotá, Buenaventura, Casanare, Córdoba, Cundinamarca, Mariquita, Medellín, Neiva, Pasto, Popayán, Buenaventura, Riohacha, Tequendama, Túquerres, Veraguas, entre otros. En resumen, varios candidatos oficialistas salieron derrotados, como lo fue en el suroccidente a excepción de la provincia del Cauca. Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VI (Bogotá: Banco Central Hipotecario, 1990), 225-251.

      3 Hoy existe un consenso en la historiografía latinoamericana respecto al carácter local y voluntario de las guardias nacionales, desempeñando una función central los notables parroquiales: Luis Ervin Prado Arellano, “El leviatán desarmado. El monopolio de las armas en las provincias del Cauca, 1830-1855”, Procesos Revista Ecuatoriana de Historia, n.° 49 (2019), 11-38; Natalia Sobrevilla, “Ciudadanos armados: las guardias nacionales y la construcción de la nación en el Perú a mediados del siglo XIX”, Natalia Sobrevilla Perea, Los inicios de la República peruana. Viendo más allá de la “cueva de bandoleros” (Lima: Fondo Editorial Universidad Católica del Perú, 2019), 333-366. Para Cartagena: Sergio Paolo Solano y Roicer Flórez, La infancia de la nación. Colombia en el primer siglo de la República (Cartagena: Ediciones Pluma de Mompóx, 2011), 95-120.

      4 Para el caso colombiano aún no hay un estudio sistemático sobre la participación de las milicias y el Ejército en tiempos de elecciones. El único trabajo disponible señala explícitamente la falta de evidencia, para la primera mitad el siglo XIX, de injerencia de las fuerzas armadas en los días de elecciones. Patricia Pinzón de Lewin, Ejército y las elecciones. Ensayo histórico (Bogotá: CEREC, 1994). Para el caso latinoamericano, se puede consultar: Marta Irurozqui Victoriano, A bala, piedra y palo. La construcción de la ciudadanía política en Bolivia, 1826-1956 (Sevilla. Diputación de Sevilla, 2000); Ulrich Mücke, Política y burguesía en el Perú. El partido civil antes de la guerra con Chile (Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos, Instituto de Estudios Peruanos, 2010), 137-184.

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