Nuevos signos de los tiempos. Varios autores

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Nuevos signos de los tiempos - Varios autores Caminos

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cuando tendencialmente todos seamos sujetos de ella y no solo sus destinatarios. Esto requiere trabajar por rescatar la política y desde ella cambiar las relaciones de producción y las relaciones sociales, de manera que en vez de antagónicas lleguen a ser simbióticas, pasando de un juego en el que la ganancia de unos se hace a costa de la pérdida de los demás, a otro en el que todos salgamos ganando10.

       Dónde encontramos a Dios hoy en América Latina

      Vamos a comenzar por lo que nos parece más masivo e inequívoco. Comenzaremos expresando por dónde pasa Dios, ya que solo en esas personas podremos encontrarlo, si tenemos las disposiciones adecuadas.

       El Espíritu actúa victoriosamente en los pobres que viven por la obsesión de vivir. En ellos lo encontramos

      La afirmación fundamental de la teología latinoamericana es que donde podemos decir con seguridad que actúa el Espíritu victoriosamente es en las mujeres y varones pobres que viven del conato agónico por la vida digna11, que viven del empeño por vivir, cuando nadan a contracorriente, carecen de piso firme y acecha la muerte. Si quienes no tienen elementos básicos para vivir, viven, es que lo hacen por obediencia al Espíritu de vida que les dota de fuerza y de direccionamiento vital. Es obediencia porque es dejarse habitar por ese impulso que viene desde más adentro que lo íntimo suyo, cuando no hay fuerzas ni motivación para seguir viviendo y como sentido de oportunidad y sentido práctico para aprovechar las ocasiones. Es obediencia al Espíritu porque así lo evidencian los frutos, porque logra lo mínimo que es lo más sagrado: la vida, no solo sobrevivir sino vivir humanamente. Eso, a pesar de desfallecimientos y pecados. Esta es la presencia de Dios más masiva, más eficaz y más obedecida.

      Es también la más inequívoca, a pesar de todos los pecados. Expliquemos este punto. Una persona no pobre puede dejarse llevar por el Espíritu; pero como además tiene elementos para vivir y dotes y contactos para llevarlo a cabo ¿cómo saber que vive por la obediencia al impulso del Espíritu y no por esas ventajas que lo colocan en superioridad respecto de las mayorías populares? Ni a sí mismo puede demostrárselo, a pesar del testimonio de su conciencia. Pero esos pobres que no tienen cómo vivir (eso significa «ser pobre») y viven y viven humanamente, ¿cómo se explica que vivan y que lo hagan cualitativamente, sino por el Espíritu de vida, que los habilita para hacerlo?

      Nosotros hemos descubierto como Buena Nueva que donde todo confluye a la muerte antes de tiempo y a la deshumanización, en medio de esas muertes que claman al cielo por enfermedades de pobres, por mengua o por la violencia, en medio de tantos que no pueden resistir esa presión y se elementarizan hasta convertirse seres entregados a sus pulsiones o dispuestos a arrebatar lo que anhelan hasta que los abatan a ellos, en ese mismo hábitat muchos seres humanos no se resignan ni a morir ni a vivir sin dignidad y, al tener que esforzarse en ese ambiente letal, en ese intento tan arduo, llegan a ser sujetos humanos plenos y personas extraordinariamente cualitativas. Es la constatación gozosa de lo que dice Pablo: que donde abunda el pecado sobreabunda la gracia (Rom 5,20).

      Lo cualitativo de esa humanidad no estriba en el desarrollo eminente de aspectos específicos. Son plenamente humanos por el cultivo asiduo de lo humano frente a la inducción ambiental de lo inhumano, por la necesidad de la acción humanizadora continua para mantenerse en vida y para que la vida sea humana.

      Esa acción incesante, decimos como Buena Nueva, es acción en obediencia al Espíritu, porque siendo lo más genuino de ellos, es rigurosamente trascendente, porque hablando globalmente los supera, los supera por inmanencia, pero los supera, y ellos son conscientes de ello, de que son sostenidos y alentados, de que les salen fuerzas de flaqueza, esperanza cuando no hay motivos para esperar, de que no saben cómo siguen, de que cuando dan lo que no tienen son ayudados.

      Esto lo viven como la realización del umbral mínimo de lo humano, como la determinación de no perder ese mínimo, de ir haciendo lo que se siente que no se puede dejar de hacer; como el empeño de no perder la cotidianidad, aunque se vive a salto de mata, de ser fieles a lo que va demandando la vida, de vivirla con todo el cariño y el sabor posible, gozando como niños de las pequeñas alegrías, afrontando los trabajos excesivos y solemnizando también la muerte. A veces no se puede más y se cede; pero se vuelve sobre uno mismo y se sigue respondiendo a la vida con todo lo que se tiene y con más de lo que se puede.

      A esto Sobrino lo llama «santidad primordial»12 y entiende por ella «ese anhelo de sobrevivir –y convivir unos con otros– en medio de grandes sufrimientos, los trabajos para logarlo con creatividad, dignidad, resistencia y fortaleza sin límites, desafiando inmensos obstáculos»13. Insiste en que, si nos hacemos cargo de ella, nos «debe producir respeto y veneración» y explica convincentemente por qué. Nosotros insistimos en la acción manifiesta del Espíritu en ellos o, mejor, a través de ellos como sujetos plenamente humanos, propiciando su humanización.

      Pero es que además la mayoría de estos pobres dignos y creativos son personas de fe personalizada. Están convencidos de que viven de fe o, dicho de otro modo, de milagro. Saben que Dios está siempre con ellos como fundamento de sus vidas y principio de su obrar. Aunque a veces manifiestan también sus roces con Dios, sus dudas, sus desfallecimientos. Pero, aun en esas ocasiones, no interrumpen la relación con Él; por el contrario, la queja dolorida es pábulo para la relación, y al final siempre acaban reconociendo que, aunque ellos se alejen, Dios sigue sosteniéndolos.

      La religión del pueblo en estas personas de fe se expresa en símbolos y ritos, porque son personas rastreadoras del actuar de Dios en la vida, pero se expresa sobre todo en la interlocución continua, respetuosa, pero también libre, con Dios. Por eso esta relación es en ellas principio de personalización. También pelean con Dios, como Job; pero a la larga se rinden a lo que captan como su voluntad. Dicho con sus palabras, se entregan a Dios.

      Son estos los que Ellacuría llama «pobres con espíritu»14, que son no solo el corazón de la Iglesia, los testigos más fehacientes de Jesús resucitado y de la presencia del reinado de Dios, sino también los que más contribuyen a que este mundo siga siendo a pesar de todo vivible y humano. No hay mayor tesoro que tener a algunos de ellos como amigos e incluso como hermanos en la comunidad cristiana.

      Como el Espíritu es el de Dios y el de Jesús, la fe en Dios y el seguimiento de Jesús contribuyen grandemente a discernir el impulso del Espíritu de otros epocales que pueden poseer gran intensidad emotiva y tienden a prevalecer sobre el impulso espiritual.

      Nos preguntamos si lo que Gustavo Gutiérrez llamó «la fuerza histórica de los pobres»15 se refiere meramente a la irrupción histórica que tuvieron en su época o a esa obediencia primordial al Espíritu, a esa santidad primordial de la que hemos hablado y que sostiene ese surgimiento, lo direcciona y lo preserva hasta cierto punto de desviaciones. Para nosotros no hay que excluir lo primero, pero lo más básico es lo segundo.

       Dios pasa por las personas consistentes que emplean su libertad liberada en vivir dignamente y sirviendo a los demás. Pasa también por los que ayudan a que se constituyan personas así. Nos encontramos con Dios conviviendo con esas personas 16

      Si lo que se le opone más frontalmente a Dios en Nuestra América es el mercado totalitario, no habrá verdadera libertad ni justicia ni fraternidad, ni por tanto presencia victoriosa del Espíritu de Dios, hasta que la densidad de los seres humanos no sea mayor que la de las corporaciones globalizadas y los grandes inversores. Si esta meta es imposible y hasta el mero enunciado nos parece disparatado, tenemos que resignarnos a que ellos nos sigan dominando.

      Pero no es imposible porque ya existen en Nuestra América esos seres humanos. El poder del mercado totalitario está en seducir con las mercancías e imponer

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