Nuevos signos de los tiempos. Varios autores

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Nuevos signos de los tiempos - Varios autores Caminos

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significa libertad respecto de sus encantamientos y de sus imposiciones. Libertad porque ni les seducen los encantos de la publicidad ni les constriñe la imposición de sus reglas de juego, y para trabajar en la dirección de ir creando una alternativa superadora. La constitución de una masa crítica de seres humanos con esta densidad es la base, son los cimientos, de una mundialización alternativa en la que quepamos todos como hermanas y hermanos, como hijas e hijos de Dios.

      La constitución de seres humanos así es el objetivo irrenunciable del cristianismo. Eso fue Jesús y por eso no pudieron quebrarlo, sino que en el suplicio llevó hasta el colmo su libertad liberada, de manera que el centurión que presidía el suplicio y no sabía nada de él, por la observación, primero curiosa, luego interesada, más tarde admirada y por fin sobrecogida de cómo vivió, no reactivamente sino dueño de sí y en respectividad positiva, la tortura, concluyó que tan humano, tan humano solo un hijo de Dios podía serlo. A eso mismo nos llama su seguimiento y al llamarnos nos da su mismo Espíritu que nos capacita.

      Así pues, esta propuesta es insustituible para superar la situación de pecado, y hacer presente al Dios de la humanidad. Hay que reconocer que es lo más difícil, pero también es verdad que estos seres humanos realmente libres del totalitarismo del mercado llegan a una densidad humana que no hubiera sido posible de otro modo y que, en todo caso, es imprescindible en la actual coyuntura.

      Estos seres humanos son los pobres con Espíritu de los que hablamos en el apartado anterior. Y por eso dijimos que por ellos pasa Dios y que en ellos lo encontramos. Pero no solo en ellos. Pasa en todos los solidarios, cuando no restringen la solidaridad a una causa más allá de su cotidianidad. Esas personas que viven para que sea posible la vida, para que triunfe la humanidad, para que haya justicia, se respeten los derechos humanos y se realice por fin la democracia, y lo viven desde su condición de seres de necesidades, y por eso dan de su pobreza, esas personas se dejan mover por el Espíritu Santo de la humanidad, por ellas pasa Dios salvando y encontrándonos con ellas, nos encontramos con Dios. Por eso también nos encontramos con Dios cuando nos dedicamos a esta tarea de constituirnos como personas consistentes y colaboramos con otras para que lleguen también a serlo.

      Así pues, la base para superar el totalitarismo de mercado, para superar lo que se opone a Dios y lograr que el impulso de su Espíritu lleve la voz cantante en Nuestra América, lo que más urge trabajar en uno mismo y fomentar en los demás, es el adensamiento propio como ser humano: hacernos personas consistentes y ayudarnos mutuamente para que lleguemos a serlo, que ese es el significado literal de con-sistir. Vamos a subrayar los diversos aspectos que entraña esta tarea. Ante todo asumirnos como individuos y tratar a los demás como tales. Esa soledad del individuo consigo mismo es un dato que siempre hay que tomar en cuenta. Y, sin embargo, muchas personas temen quedarse solas y no pueden estar en silencio. Es un imperativo sagrado hacernos capaces de estar en soledad porque en este silencio es donde debemos escuchar la voz insobornable de la conciencia, a través de la que habla el mismo Dios (GS 16). Los seres humanos no somos productos en serie, sino que provenimos de la relación personalizada de Dios, que nos conoce por nuestro nombre y nos hace ser ese ser único que somos. Por eso cada uno contribuye al conjunto en la medida del don recibido.

      Esto hoy no va de suyo, por eso hay que hacerse cargo del problema y emprender y ayudar a emprender el arduo proceso de la verdadera constitución del individuo como ser humano cabal con una interioridad insobornable, capaz, por tanto, de escucharse a sí mismo y a su conciencia, de escuchar a los demás y escuchar a Dios. ¿Cómo va a estar con los demás quien es incapaz de estar consigo mismo?

      Ahora bien, ese individuo tiene que constituirse en un sujeto. No puede ser mero receptor de contenidos y pautas para que sea configurado por ellas, no puede ser mero ejecutor de lo programado por otros, ni consumidor de lo publicitado. Tiene que ser sujeto de su vida y del mundo, en cuanto de él depende. No solo sujeto agente, también sujeto como sensibilidad, como ser de necesidades, como ser vulnerable, pero también como carne abierta a los demás para expresarse y comunicarse y para unirse con los demás por la simpatía y la compasión. Constituirse como sujeto en este sentido radical exige una decisión tercamente mantenida frente al establecimiento que nos exige atenernos a las reglas de juego establecidas, si queremos ser exitosos17. Si no nos responsabilizamos de nosotros mismos, no podemos responder a Dios.

      Pero, lo más decisivo es que este individuo que, desde su soledad irrenunciable, se asume como sujeto, entabla relaciones de fe18 con otros seres humanos, basadas no solo en lo que observa de los demás (relaciones de sujeto a objeto), sino en la autorrevelación de ellos (relaciones de sujeto a sujeto). Son estas relaciones las que nos constituyen como personas. El ser persona es lo más denso y decisivo para los seres humanos.

      Cada uno es siempre persona en cuanto que Dios se relaciona personalmente con él; pero no acaba de serlo si no se abre a esta relación y le corresponde. Lo mismo cabe decir respecto de sus padres y otros adultos que se relacionan con él teniendo fe en él. En este sentido todos somos hijos del amor: han tenido fe en nosotros, nos han amado personalmente, antes de que nosotros comenzáramos a amar. Por eso el amor es, ante todo, responsable: respuesta a quienes nos han amado primero e incondicionalmente. Por eso personalizarse es amar a los demás como Dios nos ama a cada uno. Cuando obramos así, Dios pasa por nosotros y nos constituimos en lugar para encontrarse con Dios.

      Hoy, ambientalmente, se desconocen las relaciones personalizadoras. Cada quien, se dice, es meramente un individuo. Las relaciones las entabla cada quien para lo que él quiere y mientras lo siga queriendo. No son constituyentes. Esta es la diferencia mayor respecto del orden establecido. Para nosotros el ser humano, partiendo de su incanjeable dimensión individual, es un sujeto que se realiza en las relaciones horizontales, mutuas y simbióticas, que son, paradigmáticamente, de hijos y de hermanos, de hijos confiados y responsables y de hermanos que conviven no descargándose en los demás y ayudándose a llevar solidariamente las cargas. El ejercicio denodado de estas relaciones es el que nos constituye y adensa, el que nos da consistencia humana. Es también obediencia primordial al impulso del Espíritu y por tanto encuentro inmediato con él.

      Si somos capaces de constituirnos en seres humanos así y, por tanto, de ayudar a que otros se constituyan del mismo modo, lograremos vivir con libertad liberada y esta libertad nos capacitará no solo para no aprovecharnos de una situación de pecado, sino para vivir alternativamente y, desde esta vida alternativa, crear comunidades, grupos, asociaciones e instituciones alternativas. Este punto tiene que constituir hoy el aporte principal del cristianismo a América Latina. Un aporte que no vendrá para grandes números de ninguna otra fuente.

      Hay que decir que este empeño por la constitución personal no es solo un proyecto, porque hoy existen personas así y no como excepción, sino formando con sus relaciones un tejido de fondo que vence a la situación de pecado y hace presente a Dios y es lugar de encuentro con Él. Volviendo a tomar el ejemplo de mi país, choca a los europeos o estadounidenses que nos visitan que, en medio de tantas privaciones que parecerían exigir vivir en agonía perpetua, es decir, en una lucha que no ceja entre la vida y la muerte y no ceja porque, si no, la persona muere, sin embargo el tono ambiental no es agobiante: se puede ver con frecuencia a unos dirigiéndose a otros coloquialmente y echando broma, o a mamás o papás o a abuelas cargando cariñosamente con sus hijos o caminando de la mano tranquilamente con ellos, o a jóvenes o adolescentes hablando animadamente; y en muchos trabajos el ambiente es distendido sin que eso implique menos dedicación. Y, sobre todo, que muchos viven esta lidia que no cesa en paz y plantándole cara airosamente.

      Tenemos, pues, un capital de base; pero tenemos que seguir cultivándolo en nosotros y en otros con toda solicitud hasta que haya una masa crítica que no solo resista a la deshumanización que induce el orden establecido, que es una situación de pecado, más que en tiempos de Medellín, que la calificó de este modo19, sino que sea capaz de pergeñar una alternativa superadora y de encaminarse resueltamente hacia ella de manera que la presencia de Dios sea ambientalmente patente. Sin embargo, volvemos a repetir, en todos los ambientes,

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