Retos y aprendizajes para el turismo de naturaleza en Colombia. Daniel R Calderón Ramírez
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Gran parte de las alternativas que tiene el turismo de naturaleza para generar una sostenibilidad económica se establecen a partir de la planificación, del ordenamiento y de la gestión. Las diferentes fases que forman parte de la planificación del turismo de naturaleza están orientadas no solamente a reducir potenciales impactos negativos, también a gestar un óptimo desarrollo económico de la actividad (Fasio et al., 2012; Patiño y Lois, 2016).
Así mismo, para autores como Dreher y Badel (2009), el turismo de naturaleza es estrategia de desarrollo regional y sustentabilidad territorial. La propuesta de un desarrollo regional parte desde una intersectorialidad del turismo de naturaleza, entendida como una gobernanza en la que diferentes actores relacionados con el tema llegan a acuerdos de gestión y regulación de la actividad y logran aumentar su sostenibilidad. “La intersectorialidad es entendida como la articulación de saberes y experiencias de planificación, realización y evaluación de acciones para alcanzar un efecto sinérgico en situaciones complejas, buscando el desarrollo social para superar la exclusión social” (Junqueira e Inojosa, 2007, citados en Dreher y Badel, 2009, p. 678).
Para llegar a esta intersectorialidad, es necesario comprender el turismo de naturaleza desde la teoría de sistemas, analizando la complementariedad y las interdependencias que se presentan entre los diferentes elementos que lo componen y, principalmente, entre los actores sociales que deciden sobre su gestión (Dreher y Badel, 2009).
Esto promueve la creación de una red turística conformada por los diferentes prestadores de servicios y entes administrativos, de modo que forma una complicada interconexión de partes y componentes que contribuyen a la planificación y organización del turismo y hacen de este un poderoso instrumento de desarrollo de una región (Oliveira et al., 2006, citados en Dreher y Badel, 2009, p. 679). Sobre la base de un caso de estudio en Brasil, los autores llegan a la conclusión de que articular diversas necesidades y visiones contradictorias de diferentes actores sociales es uno de los retos más difíciles de superar para alcanzar el desarrollo regional a partir del turismo de naturaleza.
Otros estudios realizados llegan a la conclusión de que el desarrollo endógeno es parte de los beneficios alcanzados por las comunidades locales cuando forman parte de estrategias de turismo de naturaleza (Patiño y Lois, 2016; Sánchez y Cebrián, 2015). Así mismo, a partir del desarrollo del turismo de naturaleza se ha podido detectar cómo aumentan la autoorganización de la comunidad local, el bienestar y la calidad de vida.
El turismo de naturaleza, asociado al desarrollo local, puede entenderse como un proceso reactivador de la economía y dinamizador de la sociedad, mediante el aprovechamiento eficiente de los recursos existentes en una zona determinada; capaz de estimular y diversificar la economía, generar empleo y mejorar la calidad de vida; siendo el resultado de un compromiso de solidaridad activa, que implica cambios en grupos e individuos. (Sánchez y Cebrián, 2015, p. 340).
Para Sánchez y Cebrián (2015), el territorio y la comunidad son dos elementos esenciales para alcanzar el desarrollo endógeno por medio del turismo de naturaleza. En este caso, el territorio se considera como un espacio cargado de identidad y representaciones culturales claramente visibles en la configuración de los paisajes naturales y culturales.
En un caso de estudio dentro del Parque Ecológico Ejidal de Cacalomacán, un espacio concreto en el área del nevado de Toluca (México), los autores identificaron y analizaron el papel que juegan los recursos naturales y paisajísticos, los cuales actúan como motores de desarrollo local, de crecimiento económico y de generación de empleos alternativos a los tradicionales del medio rural. Los autores concluyen que “el éxito de los proyectos comunitarios con miras hacia la sostenibilidad, dentro y fuera de los espacios protegidos, depende de la disponibilidad y voluntad de los actores implicados” (Sánchez y Cebrián, 2015, p. 361).
De esta manera, son múltiples las alternativas al desarrollo convencional que se establecen alrededor del turismo de naturaleza. Sin embargo, poder alcanzar dicho desarrollo alternativo es uno de los retos por considerar, principalmente cuando se tiene en cuenta que el turismo de naturaleza puede llegar a ser una estrategia de conservación (Ospina, 2017).
3. EL TURISMO DE NATURALEZA A PARTIR DE LAS ACTIVIDADES AL AIRE LIBRE
Desde el punto de vista de la oferta, el producto de turismo de naturaleza está dirigido a un segmento del mercado selectivo. Generalmente, este producto está apoyado por una interpretación del patrimonio ambiental y cultural, y en muchas ocasiones se establece una interacción directa entre el turista y la comunidad local, lo que enriquece la experiencia de vista (Ascanio, 2012, p. 99). Parte de esta experiencia se relaciona con el sentimiento de satisfacción de los turistas por contribuir en la conservación de las áreas naturales protegidas que visitan (Osorio et al., 2017; Ospina, 2017).
El comportamiento del turista de naturaleza ha sido estudiado desde perspectivas económicas y sociales que han servido de base para los estudios de mercado (Ospina, 2017). Basándose en la motivación del viaje y en las prácticas desarrolladas por cada grupo, Vera et al. (1997, citados en Ballesteros, 2014, p. 35) clasifican a los consumidores de turismo de naturaleza en los siguientes grupos: (a) aventureros, que buscan un reto en la naturaleza, la exploración y el desarrollo de una actividad física intensa; (b) naturalistas y admiradores de la naturaleza, interesados en conocer e interactuar con la dinámica ecológica del lugar; (c) campistas, que buscan un escenario para descansar en medio de la naturaleza; (d) turistas de naturaleza ocasionales, quienes participan de la naturaleza accidentalmente, como parte de un viaje más largo; (e) colectivos de estudiantes y gente mayor, grupos organizados con múltiples propósitos y que pueden seguir programas de educación ambiental, turismo científico y recreativo.
En cuanto a la oferta de actividades en el turismo de naturaleza, las de aventura y las deportivas se destacan como las más demandadas por diferentes tipos de personas. Según Ballesteros (2014), “las actividades deportivas son uno de esos elementos que pueden hacer más atractivo un destino turístico frente a otro que no tenga capacidad para acoger la práctica de deportes” (p. 38). Por lo tanto, las actividades deportivas y de aventura al aire libre son consideradas como excelentes complementos a la hora de ofertar destinos turísticos de naturaleza. Este tipo de afirmaciones han sido corroboradas por medio de investigaciones como la de Ballesteros (2014), en la que, a partir de estudios comparativos, se analiza el éxito de destinos turísticos de naturaleza en Europa.
Así mismo, Rivera (2018) afirma que el turismo activo, en el cual se practican deportes al aire libre, forma parte de las actividades más desarrolladas en la modalidad de turismo de naturaleza y, por ende, contribuye al éxito de los destinos turísticos. Según las investigaciones de Rivera (2018), entre los destinos turísticos de naturaleza más visitados en Europa durante los últimos veinte años se encuentran especialmente aquellos con atractivos naturales como montañas, donde se pueden practicar actividades de escalada, montañismo y senderismo; también se destacan los escenarios marítimos, en especial los litorales, ideales para los deportes acuáticos. Por lo tanto, Rivera afirma que la práctica de los deportes en los destinos turísticos de naturaleza se ha convertido en la imagen de marca de los destinos, y ello ha creado un imaginario en la sociedad que es utilizado como estrategia de mercado.
Por otro lado, Osorio et al. (2017) afirman que “el comportamiento del visitante de naturaleza tiene una explicación no solo a partir de sus motivaciones e interés ambiental, sino desde sus imaginarios” (p. 713). Según Osorio et al. (2017), “estos imaginarios se relacionan con unos modos de interacción con la naturaleza, en los que se concibe de una manera distinta el ambiente” (p. 718). Frente a estas diferentes perspectivas del ambiente, los seres humanos, principalmente las sociedades modernas, tienen un imaginario sobre el ambiente como (a) escenario para la acción, (b) sistema social, (c) un territorio emocional, (d) una fusión de la naturaleza con el ser humano y (e) la indivisibilidad entre