Sentir con otros. C. Gonzalez

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Sentir con otros - C. Gonzalez Investigación

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racionalista de la moral, expresión de la metáfora del acercamiento a la verdad moral –el deber–, se halla la idea según la cual es preciso llegar a los fundamentos explicativos de los actos benévolos o de las acciones crueles, revisando en las estructuras internas del alma maculada, del estado de naturaleza, de la Gesinnung (actitud fundamental) (Kant, 1981) o de la maximización de la razón práctica (Kant, 2003). La perspectiva pragmatista, por el contrario, solo intenta poner de relieve la posibilidad que tiene cualquier persona de sufrir dolor y humillación. A propósito, señala Rorty que, para que “nuestras posibilidades de ser benévolos, de evitar la humillación de los otros se expanda por medio de la redescripción […] El reconocimiento de la condición común de ser susceptibles de sufrir humillación es el único vínculo social que se necesita” (2001, p. 109). En esta medida, de una lectura pragmatista que intente entender cómo las sociedades contemporáneas han devenido excluyentes, se obtiene la idea de que las prácticas morales y políticas de las personas parecen ser el resultado de una falta de educación emocional soportada en la omisión del reconocimiento de una obviedad: la humillación es la peor forma de crueldad hacia los otros. La consecuencia de este problema es la evidente fragilidad de la solidaridad, en la medida en que esta se basa en un continuo cuidado común y en la capacidad para ponerse en la situación de los demás. Sobre la gravedad de un acto cruel como la humillación del otro, Rorty afirma que la manera más directa de causar a las personas ese particular dolor que no compartimos con los brutos es humillarlas, es decir, llevarlas a un punto en que crean que aquello que consideran valioso es fútil, detestable y vergonzoso (pp. 108-110).

      La compasión: emoción dolorosa

      Aristóteles (Ética, 1166b) fue uno de los primeros en hacer un interesante análisis de la compasión, a la que llama λυπεῖσθαι, no simple εὔνοια (Ética, N. II, IX). Es decir, para el estagirita se trata de una emoción dolorosa (por eso λυπεῖσθαι) o una especie de sufrimiento; pero, ¿sufrir por qué? La respuesta a esta pregunta es lo que diferenciará a la compasión del miedo: se sufre ya no por considerar que puede sobrevenir un daño a uno mismo, sino porque, primero, se cree que la persona que sufre el infortunio no merece (anáxios) tal infortunio. Segundo, la persona que se compadece debe creer que es igualmente vulnerable. Quienes piensen que están por encima del sufrimiento y lo tienen todo no sentirán compasión. Y, tercero, el compasivo debe creer que los sufrimientos de los compadecidos son importantes: deben ser grandes.

      Ahora bien, complementando el análisis aristotélico en torno a la compasión, y teniendo en cuenta el tratamiento profundo que hace de este tema Martha Nussbaum (2012), a continuación, se exponen cinco condiciones cognitivas de esta noción. La presentación de dichas condiciones tiene como punto de partida una visión triádica de las emociones; esto es, en tanto respuestas psicofisiológicas a estímulos, su punto de partida, detonante u órexis –como le llamaba Aristóteles– son algunos juicios, creencias o estructura cognitiva, lo cual servirá no solo de catalizador, sino de filtro para que se pueda sentir un tipo u otro de emoción, de tal forma que al final se obtenga una reacción que puede ser señalada como conducta. En el caso específico de la compasión, se expondrán a continuación las condiciones cognitivas o creencias, y más adelante se profundizará en torno a la solidaridad en cuanto conducta resultante de esta “emoción dolorosa” (la compasión). Así entonces, las condiciones cognitivas de esa conmoción entrañable que llamamos compasión son:

      1. Creer que es alguien, no simplemente algo; es decir, el reconocimiento del ser (no del aparecer) del desventurado como persona (no como un objeto, un pseudohumano o des-reconocido). Por lo tanto, quien no ha sido educado para dolerse por el dolor del otro, no logrará siquiera considerar al otro como no merecedor de tal pena (Nussbaum, 2012).

      2. Creer que quien padece un infortunio no lo merece. Así, es preciso no creer que quien padece el daño o la pena merezca tal castigo, venga de donde venga; la compasión, entonces, responde a una especie de injusticia ante quienes no solo no pueden soportarla, sino que, además, no la merecen. Los compasivos son, en primer lugar, quienes dan un voto de confianza a la bondad u honorabilidad del otro.

      3. Creer que me puede pasar a mí o a alguien que amo. Con respecto a la tercera condición, que consiste en sentirse también en condiciones de vulnerabilidad, se subraya la importancia de una especie de auténticaparticipación-transformadora. Además, bajo la égida de esta condición aparece una clara diferencia de la posición aristotélica sobre las emociones, con respecto a las consideraciones de Platón (Lisis), para quien el hombre bueno y sabio es definido como alguien imperturbable, que necesita poco –o nada– de los otros; en la consideración socrática-platónica las emociones como el miedo, la compasión y el pesar son antagónicas al “carácter impávido y autosuficiente que caracteriza al sabio” (Irwin, 2000, p. 509). Por su parte, Aristóteles (Ética, 1386a) considera que el aceptar la propia vulnerabilidad es un acto de valía que no se da solo por una simple contemplación de la propia condición humana, sino como resultado del verse reflejado en la situación trágica del otro (un auténtico salir de sí). En definitiva, esta tercera condición habla de un conocerse a sí mismo, no por la vía de la autosuficiencia o la contemplación de la propia vida, sino gracias al temor derivado del ponerse en el lugar de quien sufre.

      4. Creer que la afectación es grave, lo cual hace énfasis en tres asuntos: la creencia, la imaginación y el juicio de valor; estos tres elementos se relacionan de la siguiente manera: se revela cómo la creencia se toma como fundamento o sustrato constitutivo y directivo de un sentir con connotaciones operativas, esto es, la emoción. Ahora, la creencia se supone en las anteriores tres condiciones, por eso mismo se llaman “cognitivas”, no obstante, el énfasis que se hace en esta cuarta condición es distinto; de hecho, lo más obvio sería preguntar ¿con qué criterios se determina si un sufrimiento es grande para la persona que en particular lo está padeciendo? La respuesta es que no hay una forma exacta de determinarlo, por eso mismo es necesario soportar la valoración que se hace del sufrimiento del otro en la imaginación y en un juicio de valor derivado de ella, esto es, en una creencia. Se ha de imaginar y creer, en otras palabras, valorar, suponer y actuar frente a la situación de la otra persona a partir de un juicio, que puede tomar, por ejemplo, la forma de: “la crueldad con que ha sido tratada esa persona le ha ocasionado un sufrimiento muy grande”. Sumado a esto, es relevante el trance narrativo que la persona que sufre o un tercero ofrece para explicar la magnitud del infortunio.

      5. Creer que quien sufre el infortunio es alguien importante en mi proyecto de vida (Nussbaum, 2012); es decir, entre más cercana es la persona sufriente con mayor facilidad se sentirá compasión por su situación, en tanto que asignamos a esa persona un valor significativo en nuestro proyecto de felicidad, al punto en que creemos que nuestra vida se puede ver muy afectada por el infortunio del cercano. No obstante, esta condición cognitiva, referida a lo eudaimónico, puede tomar también la forma de “me es imposible ser feliz frente tal sufrimiento” (a menos que sea un perverso), independientemente de si es una persona cercana o no; pasar por el sufrimiento del otro sin siquiera sentirse afectado o dolerse por tal condición es una forma eficaz de bloquear la compasión hacia los otros.

      La solidaridad

      La comprensión de la exclusión ha de llevar a una seria consideración de la solidaridad como metáfora de la expansión, la cual tiene como punto de partida, para el mejoramiento de las prácticas sociales, el mayor acceso posible a las descripciones de situaciones de quienes son víctimas de actos de crueldad como la humillación. Esto con el propósito de generar la suficiente resonancia o comunicación emocional. Dicho acceso se puede propiciar mediante los recursos del arte, es decir, mediante el ejercicio de imaginarse en las terribles situaciones a las que están expuestas algunas personas. Como consecuencia de esto, el interés no ha de centrarse en comprender las razones para preocuparse por el sufrimiento de los otros, sino en cuidar de percatar-se cuando se esté en circunstancias donde

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