Los mejores reyes fueron reinas. Vicenta Marquez de la Plata
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China fue condenada a pagar 333 millones de dólares tras la guerra de los bóxers en concepto de indemnización
Otro dolor le hirió: se enteró de que su amado palacio de verano, al que dedicó tanto tiempo y dinero en reconstruir, había sido devastado. Hasta su cuarto personal fue saqueado. Menos mal que ella tuvo la precaución de mandar hacer un falso tabique tras el que escondía los objetos de más valor que no pudo llevarse. Pero aún así, la pérdida fue enorme, sobre todo por el orgullo herido.
Cuando por fin pudo volver a la Ciudad Prohibida, lo hizo como una mujer derrotada aunque su dignidad le impidiese mostrarse débil.
Por el contrario, parecía tal cual que fuera ella la que había perdonado a los vencedores y les concedía la gracia de su sonrisa.
Los términos del protocolo bóxer, el tratado de paz que finalizó con la rebelión, fueron extremadamente duros: China fue condenada a pagar una indemnización de 333 millones de dólares; las tropas extranjeras dejaron guarniciones desde Pekín hasta el mar; los exámenes del servicio civil fueron suspendidos durante cinco años; tres oficiales simpatizantes de los bóxers fueron ejecutados y un cuarto fue empujado al suicidio. El káiser Guillermo II, cuyo embajador había sido asesinado por los bóxers, proclamó triunfante: «Nunca más, ningún chino se atreverá a mirar con desdén a un alemán».
Retrato de Kang Youwei, alrededor de 1920
Tras la firma del protocolo bóxer en 1901, las tropas permanecieron allí. En tres años, su presencia provocó la guerra ruso-japonesa. Internacionalmente el prestigio de China llegó a su punto más bajo. La indemnización consumía la mitad del producto nacional y debilitaba a la dinastía Qing. Además, la ocupación de Manchuria por Rusia había trasladado a miles de soldados a la región durante la rebelión.
Alguna cosa buena podía surgir de la rebelión bóxer, después de algún tiempo, el Gobierno liderado por la emperatriz viuda, Cixí, comenzó por llevar a cabo las reformas pedidas por Kang Youwei y Liang Qichao en la Reforma de los Cien Días. Entre los cambios, el único con gran influencia fue la abolición de los exámenes imperiales el 2 de septiembre de 1905. El Gobierno comenzó a construir nuevos colegios, de los que llegaron a existir cerca de sesenta mil al momento de estallar la Revolución Xinhai (la rebelión contra la última dinastía imperial china). Después de la abolición, la gente no podía conseguir buenos puestos en el Gobierno solamente con tener éxito en la examinación, lo que cambió drásticamente el ambiente político.
Al fin la emperatriz, ahora conocida como el Viejo Buda, se dio cuenta de que no le quedaba más remedio que abrir la mano y hacer concesiones.
Suplicio de un misionero francés. Muerte de los mil cortes.
Otra derogación muy celebrada en el exterior, fue la abolición de la tortura, y sobre todo de la muerte de los diez mil cortes, que era un terrible tormento que podía durar semanas e incluso meses de insufrible dolor hasta que el condenado moría.
LOS CAMBIOS INICIADOS EN CHINA Y RESPALDADOS POR CIXÍ
Tras volver a Pekín tras su exilio, la emperatriz hizo publicar un decreto que empezaba así:
[…] desde que hace un año salí súbitamente de la capital, no he dejado un momento de meditar en nuestros infortunios. […] Cuando pienso en las causas de nuestra ruina y de nuestra debilidad, deploro sinceramente no haber introducido desde hace tiempo las reformas indispensables; más ahora estoy absolutamente decidida a poner en vigor todas las medidas necesarias para la regeneración del Imperio. Tenemos que olvidar todos nuestros prejuicios y adoptar los mejores métodos europeos de Gobierno estoy firmemente decidida a emprender reformas […] Publico, pues, el siguiente decreto declarando solemnemente que la situación del Imperio no permite seguir eludiendo o aplazando esas reformas. […] Tenemos, como madre e hijo, un solo propósito: queremos devolver a nuestro Imperio su antiguo esplendor […].
Al fin Cixí había comprendido la inmensa superioridad de las fuerzas materiales del mundo occidental y el poder que la cultura y los medios de comunicación podían ejercer en Europa.
Yuan Chi-kai
Los manchúes, orgullosos e ignorantes, tendrían que verse con los europeos más tarde o más temprano; más valía aprender de ellos para al menos saber cómo enfrentarse a ese peligro cierto. En primer lugar había que abandonar todos o algunos de sus privilegios, pues eran un anacronismo en esos años. Para evitar a los manchúes su destrucción era mejor alentar la fusión de las razas, lo que derogaba aquella ley que prohibía el matrimonio entre manchúes y chinos (raza Han), que en las nuevas leyes pasaron a estar categóricamente recomendados. Si China había de sobrevivir, la emperatriz comprendió que se debería más a los chinos que a los manchúes.
Había que unificar la lengua, pues chinos y manchúes hablaban diferentes lenguas; por otro lado prohibió una costumbre que los extranjeros consideraban bárbara: la de comprimir los pies de las mujeres chinas para hacerlas más atractivas, la emperatriz la calificó de inhumana y la proscribió. Cixí reconoció la ignorancia de sus cortesanos y permitió que todos los nobles y miembros del clan imperial saliesen a estudiar al extranjero.
El Gobierno pensionaría a un grupo de manchúes jóvenes, de entre quince y veinticinco años, para que saliesen a estudiar fuera de China. En cuanto al pueblo y su educación, tras discutirla con Yuan Chi-kai y con Tchan Tchi-tung, llegaron a la conclusión de que el obstáculo para toda reforma era el sistemas de exámenes y que había que encauzarlos como en Occidente. A este tenor en 1904 emitió un mandato que abolía los exámenes clásicos, solo tras aprobar los nuevos exámenes se podría optar a un cargo público.
Yuan Chi-kai (Hunan, 1859 - Pekín, 1916). Político y militar chino. Pertenecía a una de las familias militares chinas con más tradición. Fue protagonista de las profundas transformaciones por las que pasó China desde la transición de su estructura medieval y tradicional hacia la construcción del Estado moderno. Yuan consiguió una brillante carrera militar y política, aun sin haber conseguido altas graduaciones. En 1882 fue enviado a Corea, donde permaneció hasta 1894 con la orden de evitar y controlar la penetración japonesa en la zona. Tras el derrocamiento del último emperador Puyi, perteneciente a la dinastía Qing, pasó a ser el primer ministro de la nueva República de China, tal y como había sido decretado por el emperador.
Otro de los decretos más importantes entre los que se dictaron fue el de la supresión del comercio del opio, que dio para la total liquidación