Conversaciones con la naturaleza. Ensayos Cognitivos desde los Andes. Alejandra Delgado

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como ganancia mercantil. Por su parte, las redes sociales están saturadas de opiniones tiradas al espacio virtual, que son recibidas epidérmicamente por destinatarios eventuales y transitorios que no logran establecer espacios de comunicación real. Las pocas conversaciones quedan en la oscuridad, ante la ausencia de entendimiento racional.

      La Industria cultural clasifica y organiza a los consumidores en la perspectiva de adueñarse de ellos sin desperdicio “Para todos hay algo previsto a fin de que nadie pueda escapar; las diferencias son acuñadas y difundidas artificialmente”. El hecho de ofrecer al público una jerarquía de cualidades en serie sirve solo para la cuantificación más completa” (Horkheimer y Adorno, 1969, p.149). En este sentido, el comportamiento de los consumidores es determinado previamente a partir de estudios estadísticos que aseguran la venta de productos y la realización de su valor. Así, las personas son reducidas a una masa de consumidores distribuidos en grupos según su volumen de capital al interior del mapa del mercado cultural.

      La lógica de las industrias culturales, hoy radicalizadas gracias a la tecnología de la informatización, produce industrialmente masa de consumidores automatizados, que son la evidencia de una sociedad irracional tomada por la racionalidad técnica.

      Decadencia Ambiental

      Se comprende por lo dicho hasta aquí, que la incorporación permanente de nueva tecnología en los procesos productivos conlleva: por un lado, la expulsión ampliada de mano de obra no calificada para la última tecnología y, por otro lado, el incremento en la demanda de materia prima, es decir de recursos naturales. Este segundo aspecto explica el inmenso deterioro ambiental que se vive en este punto de la curva civilizatoria, que ha llevado a algunos autores a definir a las fuerzas productivas capitalistas como fuerzas destructivas de la naturaleza.

      Las fuerzas productivas escasas, y particularmente las capitalistas, son enajenadas y su desarrollo descompuesto, pero con fases, así que, además de enajenado y descompuesto, puede llegar a ser también decadente como forma redoblada de enajenación cuyos efectos nocivos predominan sobre los benéficos. Así recién ha concluido de modo preliminar la subsunción real del trabajo bajo el capital en los principales países europeos comienza ahí la decadencia de las fuerzas productivas capitalistas. (Veraza, 2012, p.170)

      Cuando se habla de decadencia de las fuerzas productivas se hace referencia a que dejaron de ser emancipadoras y devinieron en alienantes y destructoras, tanto del ser humano como de la naturaleza. Se estaría viviendo la fase declinante de las fuerzas productivas que coincide con la fase de integración y diferenciación decreciente de la curva civilizatoria. Marx en muchas de sus obras trata la destrucción del medio natural por efecto de la estructura capitalista de explotación excesiva. Desde aproximadamente los años 50 del siglo pasado, se puso en marcha la profundización del modelo extractivo –ampliación y profundización de la extracción de recursos naturales para alimentar la aceleración del proceso productivo- gracias a la informatización de la producción. Este modelo productivo se encuentra atado a las exigencias del capital corporativo transnacional que demanda cada vez mayor volumen de recursos naturales no renovables (petróleo, minerales, productos agrícolas) para lo cual busca el control de los territorios, la biodiversidad, las fuentes de agua y energía. Los efectos del extractivismo son extremadamente negativos para la calidad de vida de las poblaciones sobre todo campesinas y ancestrales, así como para los ecosistemas que las soportan.

      El daño en el medio ambiente que provocan las fuerzas productivas capitalistas en su época de declinación es innegable.

      Los cambios más notorios y preocupantes son los asociados con el cambio del clima, el aumento de los fenómenos climáticos extremos, el aumento de la temperatura, la disminución de la precipitación media y las consecuentes sequías, el aumento del nivel del mar, la pérdida de diversidad biológica y extinción de especies que incide sobre la pérdida de los servicios ecosistémicos y de especies usadas con fines medicinales o el colapso de las actividades pesqueras. (Cabrera y Fierro, 2013, p.89)

      El crecimiento incesante y exponencial de la población mundial y del consumo capitalista, que se extiende en todo el planeta, es inviable con el carácter limitado de los bienes naturales. La lógica inexorable del crecimiento de la economía capitalista (producción consumo y desecho) contamina la tierra, el agua, el aire, degrada ecosistemas, se deteriora el medio ambiente natural y entra en serio riego la permanencia de la vida humana y de otra especies animales y vegetales.

      La crisis ambiental en los actuales momentos de la curva civilizatoria se manifiesta en: el cambio climático (calentamiento global), que altera la relación entre el mundo físico y el mundo biológico; agotamiento acelerado de los recursos naturales necesarios para la reproducción de la vida humana; la pérdida reciente de biodiversidad que deja a los humanos sin un seguro de vida para su permanencia en el planeta. Estos procesos generan muchas variabilidades naturales que ponen en serio peligro la existencia en el planeta, sobre todo la humana.

      El desequilibrio ecológico produce desequilibrios sociales que alimentan la crisis civilizatoria. Miseria, hambruna, enfermedades, desplazamientos ambientales, violencia por recursos, etc., asolan el planeta El paradigma del progreso con su modelo de desarrollo, basado en el crecimiento económico sin fin, ha tocado límite en el borde de la catástrofe ecológica.

      A modo de conclusión se propone estas ideas para el debate. Cabe decir que la curva civilizatoria moderna está en su fase de diferenciación e integración decreciente, en otras palabras en su fase de declinación hacia otro periodo de barbarie. El comportamiento de los seres humanos, por efecto sobre todo de la colonización mercantil de la industria cultural, se desajusta progresivamente. Las acciones individuales e incluso grupales no llegan a cumplir la función social en atención al orden civilizatorio moderno. Los individuos organizan su comportamiento de manera indiferenciada, irregular y poco estable; las funciones sociales se confunden, la frontera entre lo público y lo privado tiende a desaparecer y las cadenas de interdependencias, en las que están imbricados todos los movimientos de los individuos aislados, se estrechan. No es un imperativo adecuar el comportamiento individual a las necesidades del entramado.

      La vida en el mundo global exige estar permanentemente dispuesto a luchar y a dar rienda suelta a las pasiones en defensa de la propia vida o de los recursos para su reproducción. Las vías de circulación del capital legal e ilegal, que se extienden por todo el planeta, se están convirtiendo en zonas de alto riesgo para la vida, sobre todo porque el Estado como aparato del monopolio de la fuerza deja muchas zonas desprotegidas en manos de los grupos paramilitares de cualquier índole. Incluso el mismo Estado con sus aparatos represivos empieza a ser una amenaza para la seguridad de las personas. El hombre moderno está abocado al peligro que supone que sus congéneres pierdan en cualquier momento de su actividad el autocontrol que garantiza la vida en sociedad.

      Los códigos sociales que establecen límites, diferenciaciones y funciones claras para el desenvolvimiento de la vida social están por una parte confundida en un mar de signos inconexos y, por otro, debilitados en su función de autoacción. La fragilidad en la diferenciación del entramado social, producto de la viscosidad mercantil, debilita y desestabiliza el aparto sociogenético de autocontrol psíquico, que coincide con el debilitamiento del monopolio de la violencia física y con la inestabilidad creciente de los órganos sociales centrales (familia, escuela, etc.) En ausencia de estas instancias sociales formativas es difícil que el individuo incorpore los códigos de socialización y menos aún que éstos devengan una costumbre permanente de autocontrol. “Cuando hay una baja división de funciones, los órganos centrales de sociedades de cierta magnitud son relativamente inestables y carecen de seguridad” (Elías, 1988, p.453).

      El debilitamiento del monopolio de la violencia física (Estado) destruye los espacios pacificados y da lugar al avance de la violencia generalizada y horizontal. La violencia física retorna lentamente a la escena de la vida social cotidiana y funciona de forma inmediata en la resolución de conflictos. Los seres humanos del llamado capitalismo tardío

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