Conversaciones con la naturaleza. Ensayos Cognitivos desde los Andes. Alejandra Delgado

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Conversaciones con la naturaleza.  Ensayos Cognitivos desde los Andes - Alejandra Delgado

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sus fundamentos y debilitando el grado de desarrollo de la configuración emotiva que permite el encuentro con los otros.

      Un número creciente de grupos, sectores, proceso, países, espacios y circuitos son incorporados a la órbita del tráfico y sus organizaciones. Son especializados en la producción de la materia prima y en la elaboración industrial de las drogas, el transporte y las comunicaciones, la distribución, la comercialización, la violencia de autoprotección y agresión, la prestación de servicios conexos, el lavado de dólares, las reinversiones ilícitas, las nuevas inversiones en la economía formal. (Kaplan, 1996, p.218)

      En las actuales circunstancias del mundo la agresividad humana se libera del conjunto de reglas y de convicciones sociales que la coaccionan. La agresividad cada vez es más abierta y se manifiesta en el choque frontal entre los seres humanos (guerras políticas, guerras económicas, guerras de carteles, guerras de pandillas, violencia callejera, violencia intrafamiliar, violencia de género, etc.). Al mismo tiempo la descarga emotiva en las confrontaciones es más expandida e ilimitada que en otros momentos de la actual curva civilizatoria. Este hecho muestra una debilidad del “…control social, anclado en la organización estatal, sobre las manifestaciones de la crueldad, la alegría producida por la destrucción y los sufrimientos ajenos, así como la afinación de la superioridad física” (Elías, 1998, p.231). Entre otros muchos casos, lo dicho es visible en la violencia desatada en México.

      Esta expansión de la violencia, entre otros fenómenos, ha llevado a algunos autores como Umberto Eco a plantear el retorno de una nueva edad media.

      La vida en la sociedad medieval se orientaba en la dirección opuesta. La rapiña, la lucha, la caza al hombre y a la bestia, pertenecían de modo inmediato a las necesidades vitales que, a menudo, se manifestaban en consonancia con la estructura de la propia sociedad. Para los poderosos y los fuertes se trataba de manifestaciones que podían contarse entre las alegrías de la vida. (Elías, 1998, p.231)

      El placer en todas sus formas parece liberarse de los sentimientos de desagrado que lo limitan, lo cual muestra que se vive en una época de trastorno social, “…en las cuales el control social es más limitado y se manifiestan estos instintos de forma más directa, menos apagada y sin sufrir represión ninguna por las pautas de vergüenza y de pudor” (Elías, 1998, p.231).

      Los medios de comunicación muestran a diario noticias sobre guerras, conflictos y violencia de todo tipo, que se han convertido en algo cotidiano para la población mundial y que tiende a normalizarse por su exposición habitual.

      Elías (1988) en su libro El Proceso Civilizatorio cita lo siguiente:

      «Os aseguro», se dice en un himno de guerra atribuido al trovador Vertrán de Born 95, «que no tengo ganas de comer, de beber o de dormir, mientras no oigo gritar: ¡A ellos! desde los dos lados y mientras no oigo relinchar a los caballos sin caballeros bajo los árboles, y mientras no oigo gritar: ¡Auxilio! ¡Auxilio!; mientras no veo caer a los fosos a los grandes y a los pequeños rodando sobre la hierba, y mientras no veo a los muertos atravesados por la madera de las lanzas adornadas con banderolas. (p.231)

      La economía criminal articulada al narco tráfico genera una cultura en la que los narcocorridos mexicanos son ya un producto extendido e incluso comercializado. Las letras de estas canciones que hablan sobre la vida de los narcos son una apología de la violencia y se parecen mucho a las letras de los trovadores de la guerra en la Edad Media.

      ...el perro ni quemándole el hocico se le quita lo webero es chueco del pie izquierdo así no nací ni lo heredo más le metí 3 balazos le han pegado en el cuerpo sigo la orden del jefe secuestro, mato y entierro! (…)

      …Con cuernos de chivo y basuca en la nuca, volando cabezas al que se atraviesa, somos sanguinarios, locos bien ondeados, nos gusta matar. Para dar levantones somos los mejores, siempre en caravana toda mi plebada bien empecherados blindados y listos para ejecutar.

      En las dos manifestaciones culturales se explicita el salvajismo de los sentimientos, pues la guerra significa prevalecer sobre el enemigo con las formas más violentas posibles donde se incluyen mutilaciones y torturas. El debilitamiento de los códigos sociales, que limitan el instinto agresivo, normaliza lo que en el momento de mayor integración y diferenciación creciente es considerado anormal o enfermizo. Las fuerzas sociales de carácter penalizador pierden vigencia ante la amenaza de poder ser exterminado por el otro, con el cual ya no hay fuerte integración e interdependencia, por lo tanto se lo considera el enemigo. “La única amenaza, el único peligro que pudiera suscitar temor era el de verse vencido en la lucha por un contrincante más fuerte” (Elías, 1988, p.232). Este proceso de desintegración social no se encuentra solo en el campo del crimen organizado, sino que se extiende en menor intensidad por toda la sociedad. De hecho las manifestaciones de violencia e incluso crueldad están incorporadas cada vez más al trato social (un ejemplo es el llamado bullyng).

      En el momento actual de la curva civilizatoria se puede observar que la agresividad deja paulatinamente de ser restringida y sujeta a reglas, pues éstas no son observadas por los individuos. La autocoacción lograda, que permite a los sujetos reprimir sus emociones sobre todo las agresivas, se debilita y hace posible la descarga generalizada de emociones.

      La mercantilización de toda la vida, y particularmente de la sexualidad, quiebra los controles sobre todas las formas de placer. El desagrado, el pudor, la vergüenza, que establecían los límites a las pulsiones humanas, se retiran y dejan abierta la posibilidad de vivir el placer de manera total, lo cual es muy funcional a la industria y al mercado legal e ilegal del sexo, por ejemplo. Los seres humanos dan rienda suelta a sus impulsos y esto conlleva el aumento de la violencia horizontal, es decir aquella que acontece entre las personas de manera cotidiana.

      Los medios de comunicación de masas y las redes sociales exponen, muchas veces de forma obscena, todo tipo de noticias donde se muestra la violencia y crueldad entre los seres humanos y de éstos en contra de las otras especies de animales y de la naturaleza en general (guerras entre Estados, naciones, grupos, mafias, violencia de género extendida hasta el femicidio brutal, tortura y crueldad en contra de los animales, depredación de la naturaleza, etc.) Este tipo de exposición abrumadora de signos inconexos de la violencia humana, al contrario de generar rechazo hacia la misma, forja una aceptación que expresa un claro proceso de desensibilización. Si a esta exposición de la violencia se suma la industria cultural de la violencia de ficción (películas, series, video juegos, etc.), que no solo la normaliza sino que la promueve, el resultado es la progresiva liquidación de las restricciones a los impulsos agresivo y por lo tanto la desintegración del lazo social.

      En la Edad media:

      Las manifestaciones de la crueldad no quedaban excluidas del trato social. No eran socialmente condenables. La alegría producida por la tortura y el asesinato de los otros era muy grande; era una alegría socialmente permitida. Hasta cierto punto la estructura social operaba en ese sentido y hacía que este tipo de comportamiento fuera necesario y razonable. (Elías, 1988, p.233)

      De algún modo, se puede decir que la violencia hacia el otro(s) empieza a provocar cierto agrado en los sujetos modernos, lo cual expone el debilitamiento de la máxima de la actual civilización “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Esa ley fundamental de origen religioso es la que puso los cimientos para todo el desarrollo de los códigos, regla y leyes jurídicas que reprimían las pulsiones humanas para dar paso a la socialización moderna.

      Es de la interdependencia de los seres humanos de donde se desprende un orden social concreto que al estar sobre la voluntad y la razón de los individuos aislados que lo constituyen, les otorga fundamento existencial. “Este orden de interdependencia es el que determina la marcha del cambio histórico, es el que se encuentra en el fundamento del cambio histórico” (Elías, 1988, p. 450). En atención a la tesis citada, otro fenómeno que muestra la crisis

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