Doce hábitos para un matrimonio saludable. Richard P. Fitzgibbons

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Doce hábitos para un matrimonio saludable - Richard P. Fitzgibbons Claves

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      Pedir perdón puede encontrarse con el obstáculo que supone el placer que se obtiene dando rienda suelta a la ira. Como hemos dicho antes, en sus primeras fases la ira suele llevar aparejada la tristeza por el daño recibido; pero es posible que más adelante se asocie al placer de expresarla, aunque el receptor —en este caso la esposa— no lo merezca. Si las esposas se sienten receptoras extremas de una ira desviada, no deben renunciar a animar a sus maridos a emprender la ardua tarea de perdonar a sus padres.

      Las esposas y su ira no resuelta contra el padre

      Las causas más comunes del daño causado por los padres en las mujeres son la ira paterna, la distancia emocional, el egoísmo, la conducta controladora, el abuso de sustancias o la infidelidad. También contribuye a sus heridas la insensibilidad del padre a las necesidades de la madre. Y, si los padres se han divorciado, es probable que las mujeres se lo reprochen al padre.

      La ira inconsciente de una mujer sometida a tensión puede desviarse contra el marido. Si no sale a la luz ni se gestiona mediante un proceso prolongado y exigente de perdón, la esposa y el matrimonio se verán gravemente dañados por la conducta de un padre agresivo. La expresión de la ira contra el padre por las dolorosas heridas del pasado, recomendada por muchos terapeutas, no la resuelve: solo un proceso de perdón es capaz de resolverla.

      La ira no resuelta contra el padre lleva a la esposa a comportarse como si su marido sufriera las mismas debilidades emocionales o de carácter que el padre agresor. La ira y la desconfianza que siente hacia su padre se dirige contra el esposo de modo activo mediante la hipercrítica y la falta de respeto, o por medios pasivo-agresivos como la negativa a mostrar afecto, la falta de cuidado del hogar o minando la relación del esposo con los hijos, lo que se conoce como «alienación paternal». Muchas esposas fusionan en su mente a su padre con un marido merecedor de confianza hasta el punto de pedir la separación o el divorcio. En ese caso, es fundamental que los miembros de la familia y los esposos hablen con franqueza acerca del profundo daño provocado por el padre para evitar un perjuicio aún mayor en el matrimonio y los hijos.

      Algunas esposas que nunca llegaron a expresar su ira contra un padre problemático es posible que más adelante encuentren placer dirigiéndola hacia sus maridos. Si se detecta esta conducta, las mujeres suelen negarla, llegando a afirmar que en algún momento de su vida perdonaron a sus padres por el daño que les causaron en su infancia. La realidad psicológica es que la resolución de la ira infantil exige un perdón periódico y continuado a lo largo de los años y, con frecuencia, durante décadas. Paradójicamente, el hecho de que una esposa no perdone a un padre colérico puede llevarla a repetir en su matrimonio esas conductas psicológicamente dañinas.

      Un marido consciente del daño causado en su esposa por el padre no debe temer pedirle que supere su ira y su desconfianza emprendiendo la laboriosa tarea de perdonarlo.

      Los maridos y la ira no resuelta contra la madre

      Los maridos con madres insensibles, controladoras, adictas, depresivas o egoístas sobrerreaccionan desviando la ira dirigida contra sus madres hacia su esposa, su ser más querido. Suelen emplearla para mantener la distancia con sus esposas debido a un miedo inconsciente y profundamente arraigado a ser heridos o controlados por ellas del mismo modo que sus padres y ellos mismos sufrieron el control de la madre. Muchos procuran pasar tiempo fuera de casa, repitiendo de forma inconsciente lo que hacían en su infancia para escapar de una madre controladora.

      Los maridos pueden resolver el daño materno comprometiéndose a diario a comprender y perdonar las conductas controladoras de su madre con ellos y con sus padres. En ese proceso descubren o bien que sus madres nunca se sintieron seguras, o bien que estaban repitiendo la conducta controladora de alguno de sus progenitores. Es muy importante, además, que el marido separe mentalmente a su mujer de su madre insensible recordando a diario el hecho de que su esposa sí es sensible y digna de confianza.

      Los maridos con madres emocionalmente insensibles sienten una ira intensa contra sus padres por no haberlos protegido de las conductas maternas dañinas. Emprender el proceso de perdonarlos constituye un elemento esencial a la hora de resolver este grave obstáculo para el amor conyugal.

      La esposa que ocupa el extremo receptor de la ira contra la madre debe plantearse identificar el verdadero origen de la conducta de su marido y, posiblemente, pedirle el esfuerzo de perdonar a su madre. Las mujeres que son víctimas habituales de la ira desviada de su esposo experimentan falta de confianza y la pérdida consiguiente del sentimiento amoroso que las lleva a plantearse la separación o el divorcio.

      Las esposas y la ira no resuelta contra la madre

      Las mujeres tienden a ser más afortunadas emocionalmente dado que, por lo general, han recibido muchos más elogios y más seguridad del referente materno que los que reciben los hombres del referente paterno. Aun así, un número pequeño —pero cada vez mayor— de esposas manifiestan la profunda decepción causada en ellas por madres que han seguido las tendencias narcisistas, anticonceptivas y materialistas de la sociedad moderna. Estas niñas —ahora mujeres— que en su día sufrieron la indiferencia materna sobrerreaccionan con irritabilidad cuando se ven sometidas a las tensiones habituales de la vida matrimonial y familiar porque en su infancia y adolescencia el amor de sus madres no fue lo suficientemente reforzador. Es posible que en ocasiones repriman sus elogios y su afecto debido al escaso refuerzo recibido de la madre. Bajo distintos tipos de estrés, quizá desvíen la ira provocada por sus madres contra sus maridos, sus hijos u otras personas.

      A las mujeres les cuesta perdonar a una madre insensible y con una conducta tan antinatural. Una madre indiferente no refleja el rol femenino de crianza de los hijos necesario y esperable. Afortunadamente, las hijas de madres insensibles suelen contar con una abuela reforzadora, o bien viven un acercamiento a las madres de sus amigas.

      En este caso el perdón más eficaz es el espiritual: la mujer reconoce su impotencia y decide dejar su ira en manos de Dios, o bien le pide a Él que perdone a su madre. Las mujeres católicas refieren haber hallado consuelo y sanación en la meditación de la presencia amorosa de la Virgen María en sus vidas.

      Ejercicios que fomentan el perdón del pasado

      Si uno de los cónyuges cree que el otro dirige su ira contra él porque es incapaz de resolver la ira provocada en el pasado por su padre, su madre u otra persona, no debe temer expresar lo que piensa de una manera amable y comprensiva. Puede decir: «Cariño, creo que nuestro matrimonio saldría ganando si te planteas perdonar a tu padre [o a tu madre] por el daño que te causó o te sigue causando». El hecho es que los ejercicios de perdón del pasado, que eliminan de forma notable la ira, contribuyen eficazmente a afianzar la amistad conyugal y a la reconciliación de los esposos. Sin ellos el resentimiento permanente y los patrones de conducta arraigados, lejos de resolver los conflictos matrimoniales, los hacen recurrentes.

      La verdad acerca del autoperdón

      Cuando alguien ha causado una herida en el cónyuge, en un hijo, en un ser querido o en cualquier otra persona, la respuesta más adecuada desde el punto de vista psicológico consiste en disculparse, pedir perdón y comprometerse a cambiar para que las palabras, las conductas o las acciones ofensivas no se repitan. Además, el esposo ofensor debe identificar el origen de sus debilidades y decidirse a crecer en las virtudes necesarias para solucionarlas. En el sacramento de la reconciliación se sigue una dinámica parecida: confesamos el pecado, hacemos un firme propósito de enmienda y de no reincidir, y experimentamos el consuelo de haber sido perdonado. Los sentimientos de culpa generados por haber hecho daño a alguien disminuyen cuando nos comprometemos a cambiar y nos perdonan.

      Los sentimientos de culpa no disminuyen cuando un esposo se dice: «Me perdono, y con eso basta». De hecho, al minimizar tanto el daño infligido como la necesidad de recibir el perdón

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