La razón práctica en el Derecho y la moral. Neil MacCormick

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La razón práctica en el Derecho y la moral - Neil MacCormick Derecho y Argumentación

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del trabajo académico es la verdad, en el sentido de buscar una buena comprensión de un ámbito de investigación. El valor rector de la actividad política es la búsqueda de la justicia en la sociedad de acuerdo con alguna concepción bien elaborada de la justicia y del bien común. En la función de representación pública, esto por supuesto está sujeto a diversas concesiones en diversas etapas, ya que no se puede actuar eficazmente en una asamblea representativa (o siquiera ser elegido en una) sin participar en un partido. Esta complejidad es aún mayor dentro de un Parlamento como el Parlamento Europeo, cuyos miembros son elegidos por medio de partidos nacionales de muchos Estados miembros, y quienes por tanto tienen que trabajar en agrupaciones de partidos que implican alianzas de trabajo con otros partidos. El precio que se paga por una implicación eficaz en el ejercicio del poder es la capacidad de ceder, la disposición a renunciar de algún modo a la verdad perfecta sobre la justicia y el bien común tal como uno la ve. Puede que esto pueda convertirse fácilmente en un precio excesivo que corrompa cada vez más la capacidad propia para actuar de manera honesta pero con ánimo de conciliación. No obstante, eso no es inevitable.

      En cambio, aunque la vida académica contiene algunas presiones para ceder y limar asperezas con el fin de lograr resultados publicables y cumplir los plazos de publicación, e incluso algunas veces presiones para alejarse de verdades incómodas, las buenas universidades e instituciones similares protegen celosamente el derecho del académico o del científico a investigar su propia visión de la verdad, su propia vía hacia la buena comprensión. Según este criterio, la Universidad de Edimburgo era y es un buen lugar para trabajar. Cuando el dominio de investigación propio incluye asuntos de justicia y del bien común, uno puede proponer su propia concepción de la verdad sin interferencias y con firmeza (aunque no de una manera que sea insensible hacia las concepciones opuestas de otros). Sin embargo, el precio por la libertad de interferencias es que uno carece relativamente, o incluso completamente, de influencia en la gestión de los asuntos públicos, al menos a corto plazo y probablemente también a largo plazo.

      No estoy negando la idoneidad y la legitimidad de las concesiones en la vida política. Son esenciales para una democracia efectiva. Me alegro de haber desempeñado un papel en esto durante años y en varios cargos en mis propios lugares de residencia. De hecho, estoy orgulloso de haberlo hecho, a un coste considerable de tiempo libre y de disfrute de una vida tranquila. Involucrarse en la vida pública es una parte de la virtud cívica que todos tienen razones para cultivar. No obstante, para mí, cuando llegó el momento de decidir cuál era la mejor manera de pasar el último periodo de mi vida totalmente activa, finalmente di prioridad a las virtudes académicas, con una implicación política continuada pero secundaria y sin menospreciar las virtudes políticas. Así es como me justifiqué la decisión a mí mismo, teniendo todo en cuenta. Así es como describo hoy, de manera autobiográfica, la decisión que tomé en 2003 y con cuyas consecuencias todavía estoy viviendo —con mucha satisfacción, debo añadir—. En cierto modo, las grandes decisiones expresan un compromiso con ciertos aspectos de la buena vida, es decir, con virtudes. Puede haber diferentes modos de vida que exhiban virtudes genuinas pero diferentes, y uno tiene que escoger a la luz de su propio carácter y sus propias predilecciones. Las decisiones también contribuyen con el tiempo a formar el carácter. Uno se convierte en lo que hace. Los mismo vale para los modos de vida viciosos, desgraciadamente.

      Puede que esta parte de la discusión haya sido demasiado idiosincrática, basada en una situación de decisión concreta y extremadamente inusual. Tal vez se puedan decir también algunas cosas de importancia más general.

      Algunos valores humanos son valores animales compartidos, que tienen que ver con permanecer con vida (perseverare in esse suo), criar a la siguiente generación de los nuestros, evitar la enfermedad y la exposición a lesiones y cosas similares. Estos valores van primero, no necesariamente por la importancia que tengan en sí mismos sino simplemente como una condición para lograr todo lo demás que sea de valor. Cuando están en peligro, o simplemente si asumimos una perspectiva prudencial a largo plazo de los posibles riesgos futuros, es razonable prestarles atención en primer lugar, por el bien de uno mismo y por el de quienes son cercanos física o emocionalmente o por medio de relaciones familiares o estrechas. Para quienes son afortunados, esto no es difícil en sí mismo, y a menudo en la toma de decisiones se puede dar por sentado que estos valores no están en ningún riesgo por el momento.

      Más allá de eso, la toma de decisiones se ocupa de las razones para la acción concernientes a uno mismo, a la comunidad y a otros que tienen al menos parcialmente un contenido ideal, y su objetivo es establecer la mejor línea de actuación teniendo en cuenta todo lo que está en juego. Cuando hay razones fuertes concernientes a uno mismo para emprender una línea de actuación, es esencial preguntarse si uno es moralmente libre para emprenderla. Si hay razones excluyentes pertinentes y hacen que por algún motivo sea incorrecto emprender la línea de actuación que se contempla (o incorrecto a menos que pueda encontrarse alguna manera viable), entonces se debe descartar esa posible línea de actuación. (Esto no siempre se hace, pero eso solo significa que a veces actuamos incorrectamente priorizando ilegítimamente nuestras preferencias. Esto es casi demasiado evidente para que haga falta decirlo.) La cuestión de «lo correcto y lo incorrecto» se trata en el siguiente capítulo, no aquí.

      Dentro del ámbito en el que uno tiene libertad moral para actuar, actuar para lograr lo mejor requiere tener un plan de vida general. En este plan, una persona persigue una multiplicidad de valores de manera razonable y equilibrada a lo largo del tiempo, de acuerdo con alguna concepción de la virtud o de la bondad en la acción y el carácter. Ya hemos considerado esto antes de una manera preliminar y será sometido a una mayor consideración más adelante (en el capítulo 9). Un equilibrio clave que debe alcanzarse es entre lo que uno hace para el disfrute propio de algún valor en sus diversas formas y lo que uno hace por otros o por el bien común. El egoísmo siempre es un riesgo, pero el respeto hacia uno mismo exige prestar atención en una medida razonable a las razones concernientes a uno mismo. La cuestión de cómo podemos juzgar lo que es razonable se tratará en una discusión posterior.

      Enfocar el gobierno y los servicios públicos en la creación de un país más próspero, con oportunidades para que toda Escocia se desarrolle, por medio de un mayor crecimiento económico sostenible.

      1. MÁS RICO Y MÁS JUSTO

      Permitir que las empresas y las personas aumenten su riqueza y que haya más personas que compartan esa riqueza de forma justa.

      2. MÁS SALUDABLE

      Ayudar a las personas a mantener y mejorar su salud, especialmente en las comunidades desfavorecidas, asegurando un acceso mejor, local y más rápido a la atención sanitaria.

      3. MÁS SEGURO Y MÁS FUERTE

      Ayudar a que las comunidades locales se desarrollen y sean lugares más fuertes y seguros para vivir, ofreciendo mayores oportunidades y una mejor calidad de vida.

      4. MÁS INTELIGENTE

      Ampliar las oportunidades para que los escoceses prosperen desde la crianza hasta el aprendizaje continuo, para obtener logros mayores y más distribuidos.

      5. MÁS VERDE

      Mejorar

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