La razón práctica en el Derecho y la moral. Neil MacCormick
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу La razón práctica en el Derecho y la moral - Neil MacCormick страница 5
La respuesta parece ser que sobreviven como razones de un tipo explicativo o de un tipo justificativo. Están disponibles para ayudar a responder preguntas como: «¿Cómo ocurrió que este autor escribiera este libro? ¿Qué razones tenía para hacerlo, y qué razones tenía para hacerlo justamente de esta manera?» En tanto que razones de este tipo, pueden ser sometidas al menos a dos formas de evaluación, la histórico-biográfica y la crítico-racional. La primera se refiere a su exactitud o su adecuación como explicación histórica de la actividad y el logro de un autor concreto. ¿Es verdad que MacCormick estaba motivado por cierto tipo de orgullo para cumplir con sus planes tal como había anunciado, o por un sentido del honor, o de fidelidad a los compromisos que adquirió con varias personas, junto con algunas expectativas de aumento de sus ganancias por los derechos de autor de la publicación? ¿Eso era todo o había tal vez otras motivaciones no reconocidas, o incluso, como podría suponer un freudiano, motivaciones inconscientes o subconscientes (qué represión sexual puede haber tras esas frases tan delicadamente construidas)?
La precisión explicativa, siempre que uno intenta realmente captarla, resulta ser un asunto de historia, de la biografía. Como tal, es inherentemente particularista. Se examina la vida de una determinada persona y se intenta averiguar qué la motivó, y qué es lo que explica las diferentes cosas que hizo a lo largo de su vida o en algún periodo de esta, para poder explicar los libros que ha escrito y otras cosas que ha logrado hacer. El gran libro de Nicola Lacey sobre H. L. A. Hart1 es un buen ejemplo. Su hábil lectura y uso de los diarios y otros papeles personales de Hart, junto con los registros públicos, proporcionan una vívida imagen del carácter de Hart. Esto, a su vez, hace posible entender o al menos hacer conjeturas informadas sobre las razones por las que Hart escribió ciertos libros que transformaron la comprensión del Derecho para al menos una generación de lectores interesados. Por supuesto, en todo caso real, como el de Hart, o el de Karl Llewellyn2 tal como lo ha representado William Twining, también se hace un ejercicio de interpretación y de conjetura. Siempre hay cierto grado de incertidumbre en este tipo de explicación, por muy detallado que sea el relato y por muy excelentes que sean los materiales de referencia disponibles. En cualquier caso, independientemente de cuál sea la verdad del asunto y de qué dificultades y conjeturas implique el intento de llegar a ella, esa verdad es sobre una persona en concreto y sobre la secuencia de sucesos concretos que constituyó su vida.
El examen crítico-racional de las razones que se presentan para dar cuenta de ciertas acciones o actividades de una persona concierne a su adecuación como razones justificativas. Es decir, concierne a su adecuación como una teoría de una acción racional, no su precisión histórica o biográfica como explicaciones. «Ningún hombre que no fuera un zopenco escribió nunca, excepto por dinero», dijo el Dr. Johnson. Para él, solo una de las razones que se han ofrecido en la anterior explicación es una buena razón para hacer este trabajo. Si va a ganar dinero preparando un escrito, entonces hágalo. Si no, no lo haga. En efecto, si el esfuerzo que se debe invertir es desproporcionado respecto de los beneficios que se obtendrán, se debe dirigir la atención a alguna otra cosa más provechosa.
Nótese que esta no es una afirmación sobre la auténtica motivación de ninguna persona. Ciertamente, como un asunto de historia personal, alguien puede haber escrito un libro únicamente por un sentido del honor, o de orgullo, o de compromiso con la verdad. Sin embargo, tal persona, según Johnson, es una zopenca. Esas no son buenas razones en absoluto para invertir la inmensa cantidad de tiempo y esfuerzo que se requiere para escribir un libro, o como mucho proporcionan algunas débiles razones adicionales para hacerlo. Por ejemplo, en un caso en el que las ganancias económicas sean conjeturales o parezca probable que solo sean suficientes para compensar por el esfuerzo invertido, esas razones pueden inclinar la balanza solo lo justo para que sea racional seguir adelante con el proyecto.
Debemos señalar aquí que la afirmación del Dr. Johnson no hace que esta visión sea correcta. Johnson defiende un análisis económico de la autoría, pero no está necesariamente en lo cierto. Se puede discutir. Podemos argumentar que el orgullo de la autoría, la fidelidad a los compromisos, al honor y a la preocupación desinteresada por la verdad son valiosos por sí mismos. Se pueden ofrecer buenos argumentos a favor —y en contra— de todo eso, y puede incluso que finalmente unos argumentadores razonables estén en desacuerdo sobre qué es aceptable como una buena razón para que alguien escriba (o haga cualquier otra cosa). Al menos, y quizá esto sea más probable, puede que estén de acuerdo sobre qué cuenta como una razón adecuada o aceptable, pero difieran sobre la relativa importancia o el peso de las razones cuando se trata de formarse un buen juicio sobre qué hacer en la vida.
A diferencia del análisis histórico de las razones de una persona para hacer algo, la evaluación crítico-racional no parece ser particularista. Puede que el orgullo que sienta cierta persona por algún trabajo sea de hecho bastante idiosincrático, de tal modo que solo ella puede verlo de esa manera. Sin embargo, todos podemos entender el orgullo de la creación, la autoría o el cumplimiento de una tarea difícil, y este tipo de orgullo es un concepto que compartimos. Es particular en cada una de sus manifestaciones concretas, pero solo en tanto que es universal podemos incluirlo en un catálogo de motivos racionales o razones adecuadas para actuar. Pensar en la adecuación de unas razones implica pensar en términos interpersonales, no idiosincráticos. No es: «¿cuál sería una buena razón para mí para hacer esto?» Es: «¿qué buenas razones podría tener cualquiera para hacer esto?» Por supuesto, puede que uno después se pregunte: «¿esa buena razón se aplica a mí en este caso?» Una discusión sobre buenas razones es una discusión sobre un asunto objetivo. Esto es así incluso aunque sea inevitable que todos los que entren en la discusión lo hagan desde sus propias perspectivas, con sus propias experiencias de vida, con sus propias particularidades y (puede ser) con sus rarezas.
Es también inevitable que, cuando uno deja de discutir y vuelve a vivir, aplique criterios de juicio que expresen su propia visión sobre la respuesta correcta a la pregunta objetiva. Si, después de discutir y reflexionar, concluyo que el Dr. Johnson está en lo cierto, dejaré de escribir salvo cuando me paguen lo suficiente por un escrito (o tenga una expectativa razonable de obtener un beneficio suficiente por ello). Entenderé a mis colegas que ignoran el motivo mercenario y escriben por orgullo o por un interés por la verdad, pero pensaré que están equivocados. La verdadera explicación biográfica de las decisiones que toman, aunque sea inteligible incluso para un johnsoniano, revelará que actúan de manera estúpida, es decir, hacen lo que hacen por motivos personales que son objetivamente inadecuados desde la perspectiva del análisis económico de la autoría.
Es importante señalar aquí que existe una obvia interdependencia mutua entre las explicaciones histórico-biográficas de la motivación y sus evaluaciones crítico-racionales. Para poder comprender lo que alguien hizo sobre el supuesto de que era un asunto de decisión, y una decisión en principio racional, se debe disponer de alguna declaración o conjetura sobre el carácter de la acción tal como le parecía al agente. El carácter de la acción incluye, para este propósito, la cosa misma que debe hacerse o que se hizo, así como los resultados y consecuencias remotas de esa acción en la medida que el agente era (o se presume que era) consciente de ellos en el momento. Solo algo que uno cree que puede considerarse —aunque sea equivocadamente— objetivamente como una buena razón para actuar puede incluirse en una explicación de lo que alguien hizo en cuanto que agente racional.
No obstante, debe señalarse enseguida que no todo lo que uno hace puede atribuirse a uno mismo como agente racional. Odiseo no volvió a casa directamente tras la victoria final de los griegos en Troya. ¿Por qué? No por una decisión que tomó sino por un viento en contra que desvió su barco de la ruta mientras navegaba hacia casa. Quienes navegan a vela están a merced del viento. Cuando se enfrentan a vientos en contra, deben tomar decisiones sobre cómo manejar la situación en la que se encuentran (la Odisea es un extenso relato sobre cómo la manejó Odiseo), y se puede dar una explicación racional de esto. Sin embargo, las cosas que nos ocurren, a diferencia de