¡polly!. Stephen Goldin

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¡polly! - Stephen Goldin

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me oíste. Sal de allí antes de que sea demasiado tarde.” se alejó sin explicar más.

      Herodotus se preguntó qué clase de madriguera de conejos había caído mientras miraba al hombre. Pero no tenía elección de quedarse aquí a menos que quisiera caminar unos cincuenta kilómetros en medio del calor del verano del desierto.

      Tomó su camino entre la multitud de la gente como si se tratase de un gato de pelo negro con los ojos brillantes. Había ido dirección al sofá adrede mirando a Herodotus para terminar sobre sus piernas. Herodotus acarició su piel con cuidado. El gato no se quejó, y empezó a ronronear amasando su muslo con sus patas aterciopeladas.

      Entonces Polly regresó, vistiendo un leotardo cubierto de lentejuelas —rojo con rallas blancas verticales, con un embellecedor azul con estrellas blancas en la parte superior e inferior. Sus hombros, brazos y piernas estaban desnudos, con zapatillas de baile en sus pies.

      â€œAh, has conocido a Midnight” dijo Polly con una sonrisa.

      â€œCreo que él me ha encontrado a mi” dijo Herodotus.

      â€œVeo que sueles pensar las cosas desde una perspectiva “descabellada”.

      â€œHe vivido con unos pocos toda mi vida” admitió él.

      â€œMe alegra oírlo. Los gatos son la prueba viviente de que Dios solamente bromeaba cuando decía que debería haber otros dioses antes que él.” Se sentó y acarició el gato. Ronroneó todavía más fuerte.

      Polly saltó al sofá a su lado, dando saltos un par de veces con todo el decoro de una niña revoltosa de diez años, terminando sentándose de lado con las piernas cruzando frente a él. El gato ni se asustó. “Ahora, ¿de qué podríamos hablar?” preguntó ella.

      Herodotus sacudió la cabeza. “No estoy de humor para hablar. Solamente quiero que me arreglen el coche y regresar.”

      La voz de Polly pareció compasiva. “Tienes problemas, ¿no?”

      â€œHe dicho que no quiero hablar de ello.” Su tono se volvió más áspero de lo que quería.

      â€œBueno” dijo ella, todavía acariciando al gato. “Entonces hablemos de mi tema favorito —yo mismo. Hazme preguntas. Se que tienes algunas, lo puedo ver en tus ojos. Pregúntame cualquier cosa. Me siento muy bien, por lo que tendrás una de esas oportunidades que aparecen una vez en la vida y por las que algunos hombres morirían por ella.”

      Obviamente no lo iba a dejar solo, por lo que debería contestarle también con humor.

      â€œÂ¿Cultivas muchas flores por aquí?”

      Permaneció en silencio y perpleja durante unos segundos. “Tengo que admitir, que no es el tipo de preguntas que me suelen hacer. Normalmente son del tipo ‘cuál es el sentido de la vida’ o ‘porque me ha pasado a mi’. Claro que cultivo, tengo un jardín pequeño para ello, pero no más grande que el de Versalles. ¿Por qué me lo preguntas?

      â€œBueno, cuando llegué me dijiste ‘Bienvenido a greenhouse’.”

      Polly se puso a reír. Era un sonido como campanas sonando, un sonido que hizo que toda la sala resplandeciera, algo que era placer en su pura esencia. “No ‘greenhouse’ de almacén para cultivar plantas” dijo ella. “Green House” por su color verde.

      â€œPero tu casa es blanca.”

      â€œSi, pero ‘Casa Blanca’ ya está tomada, ¿no?”

      Herodotus cerró sus ojos. Su cerebro le parecía que había entrado en una densa niebla. “No estoy seguro que tenga ningún sentido.”

      â€œÂ¿Sentido? No he hablado jamás de ningún ‘sentido’ en el contrato de la casa. O ‘justicia’, de hecho. Ni en la letra pequeña. La leí toda.”

      Herodotus tenía la sensación incómoda de que Polly había estado viviendo sola durante demasiado tiempo. Estuvo a punto de ponerse en pie y decirle que seguiría esperando afuera a que su mayordomo viniera con el coche. Era un hombre alto con traje, pelo con signos de calvicie y algunas canas en un lado. Tenía un cierto aire de superioridad, y llevaba una bandeja plateada con canapés en su mano derecha. Acostó educadamente la bandeja y dijo en un acento británico de clase alta.

      â€œÂ¿Un refrigerio?”

      â€œGracias, James” dijo Polly mientras tomaba un entremés de la bandeja mientras miraba a Herodotus. “¿Te preocupa algo?”

      La mayoría de las fiestas a las que había ido tenían patatas fritas y salchichas, o cuencos de nueces o pretzels. No había nada familiar en la bandeja que tenía delante suyo. “Eh, ¿que me recomiendas?”

      â€œA ver, todo está bueno” dijo Polly “lo he echo todo yo misma.”

      Herodotus escogió lo que parecía una flor pequeña roja y marrón sobre una galleta salada. La mordió con cuidado, y se dio cuenta que tenía un punto de dulzor y otro de salado.

      â€œEstá bueno” dijo mientras terminaba de comérselo.

      â€œBueno, no tienes que mostrarte tan sorprendido” dijo Polly.

      â€œÂ¿Qué es?!

      â€œTras pensarme la respuesta, creo que te lo contaré. No queremos más por el momento, James.”

      â€œComo desee, Madam.” El mayordomo se retiró a servir al resto de los invitados.

      Polly contempló como Herodotus terminaba de masticar el canapé, y dijo. “Esto, ¿por dónde estábamos?”

      â€œNo creo que estuviésemos en ninguna parte.”

      â€œAh, sí, me estabas haciendo preguntas profundas y perspicaces. Venga, no puedo esperar a la siguiente.”

      Herodotus se terminó el vino antes de regalarle otra muestra de sus pensamientos. Tras un suspiro, decidió lo que le estaba preocupando. Bueno, uno de ellas. Polly no parecía estar ofendida por su franqueza.

      â€œÂ¿Sabes que” preguntó directamente “hay un muñeco de nieve en medio de la entrada a tu casa?

      â€œAh, ¿el señor Frío? Pensaba que ya lo habían quitado. Debe haber estado deambulado por ahí pues le gusta mirar como pasan los coches.”

      Esto me ha dejado helado. “Me estás tomando el pelo.”

      Ella le respondió con una flamante sonrisa, una sonrisa que iluminó la habitación con un arco de luz. “Por supuesto, tonto” dijo ella colocando

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