¡polly!. Stephen Goldin
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Empezaron las preguntas. âPero comoââ cuando lo interrumpió.
âBasta de preguntas y respuestas por ahora. Quizás más tarde, si eres un buen chico. Ahora, necesito mi hora de ejercicio, el cual deberÃa haber empezado. Es por lo que voy vestida asÃ. Ven al gimnasio y hazme compañÃa.
â¿Y los invitados?â
âOh, estarán bien solos durante un momento. James y Fifi pueden cuidar de ellos.â
âNo suelo hacer mucho ejercicioâ dijo Herodotus, sin importarle decir que hacer ejercicio no era tan interesante como verlo hacer a otra persona. âAdelante. Me quedaré sentado cuidado a tu gato esperando a que tu chófer arregle mi coche.â
âOh, no lo harásâ dijo ella levantándose del sofá de un salto y agarrándole del brazo. Midnight aprovechó la situación para saltar de la falda de Herodotus y caer en algún otro lugar. âMe encanta ser vistaâ continuó Polly ây no puede ser contigo aquÃ.â Tiró de él y lo acercó junto a ella. âTómalo como repago por mi hospitalidad.â
Dándose cuenta que estaba más cerca de la Fuerza Irresistible de lo que pudiera estar nunca, dejó que lo llevará hasta el vestÃbulo y luego a través del pasillo central hasta la parte trasera de la casa. HabÃa peores formas de pasar el tiempo, pero después de todo, ninguna viendo como una bella chica sudaba.
Llegaron al final del pasillo donde habÃa un ascensor esperándolos con la puerta abierta. Polly pulsó el botón número tres. Herodotus se dio cuenta que los botones llegaban hasta el trece, y el último decÃa âR.â
âPensaba que tu casa tenÃa solamente dos pisosâ dijo mientras se cerraban las puertas del ascensor. Este subió más rápido que cualquier otro ascensor que hubiera visto. Herodotus sintió como sus rodillos llegaban hasta su pecho y atravesaban su cabeza, y como su estómago hubiera caÃdo al suelo.
âOh, debes haberla visto desde la parte delanteraâ dijo Polly a la ligera. âEs mucho más grande desde la parte trasera. Ya hemos llegado.â
El ascensor se paró de golpe de tal manera que Herodotus sintió estar balanceándose sobre un muelle de gelatina. Las puertas se abrieron para mostrar un pasillo parecido al de un hotel con puertas en el otro lado. No habÃa números en ellas, ni ninguna indicación de lo que habÃa detrás, excepto una que estaba pintada de verde claro.
Apoyando su paso con cuidado, Polly caminó rápidamente por el pasillo. No necesitaba tirar de la mano a Herodotus; sus nervios seguÃan chirriando desde el ascensor y tenÃa miedo de quedarse atrás, de perderse en esta mansión cada vez más confusa.
Ella se detuvo delante de la puerta verde. âPuedes entrarâ dijo ella.
â¿Por qué querÃa hacerlo?â
âPorque está prohibidoâ dijo ella con cierto aire negativo. âTodo el mundo quiere entrar cuando les digo que está prohibido.â Siguió caminando hasta la siguiente puerta a su izquierda situada a la mitad de camino del salón.
âEsto es el gimnasioâ dijo. âEntremos.â
Era una habitación muy grande, tanto como el gimnasio de un instituto. No era lo que Herodotus esperaba encontrar. No habÃa ninguna cinta de correr, ni bicicleta estática, ni máquinas de pesas, ni ninguna de esas maquinas para subir escaleras âninguna de esas modernas máquinas. En su lugar, habÃa un caballete para saltar, barras paralelas, un trapecio y una cuerda floja de dos metros y medio de alto. HabÃan colocado multitud de colchones grises por todo el suelo.
â¿Eres acróbata? Se aventuró a preguntar Herodotus.
âMelamente de una folma espilitualâ dijo parodiando al acento chino.
Herodotus pareció confundido, tal como mostraba su expresión facial.
âHas visto Tony Randall en Los 7 rostros del Dr. Laoâ dijo a medias Polly. Cuando Herodotus hizo que no con su cabeza, ella continuó â¡DeberÃas! Dirigido por George Pal, con guión de Charles Beaumont. Es una pelÃcula que se merece ser beatificada.â
Luego volvió al asunto en cuestión. âLa acrobacia me da un buen entrenamiento y me ayuda a mantener la figura de niña que has estado admirando cuando pensabas que no estaba mirando.â
Herodotus se ruborizó, pero sólo habÃa orgullo en el tono de Polly cuando dijo: âMira esto.â
HabÃa una cuerda al lado del trapecio, y Polly subió unos cuantos centÃmetros hasta que pudo alcanzar la barra. Empezó a balancearse de un lado a otro, cobrando Ãmpetu, hasta que con un movimiento suave hizo una voltereta hacia atrás enganchando sus rodillas sobre la barra. Se sentó más arriba hasta que estaba de pie en la barra. Herodotus empezó a aplaudir, pero ella le hizo callar. âOh, eso no es nadaâ dijo ella, con el tacto más débil de su voz. âPor favor, espera hasta el final del acto para aplaudir.â
Inclinándose hacia delante, ella empezó a caer mientras, al mismo tiempo, doblaba la cintura y agarraba la barra de trapecio con ambas manos. Su Ãmpetu la llevó alrededor de la barra con un giro completo, en cuyo punto ella extendió sus piernas hacia arriba hasta estar haciendo el pino en la barra. Ella posó allÃ, con una roca firme, durante quince segundos, luego de pronto se soltó y cayó hacia abajo hasta que, en el último instante, se agarró los tobillos en los extremos de la barra de trapecio donde las cuerdas la sostenÃan. Entonces lentamente movió su pierna izquierda hacia un lado, de tal manera que todo su cuerpo estaba colgando simplemente por su tobillo derecho.
Ella mantuvo esa postura durante otros segundos, sólo para probar que no le habÃa salido por casualidad, para después sin esfuerzo inclinarse hacia arriba agarrando la barra con las manos de nuevo. Se inclinó hacia adelante y hacia atrás, usando su cuerpo como contrapeso para balanceándose por el trapecio. Las oscilaciones aumentaron hacia adelante y hacia atrás, cada vez más altas con cada arco sucesivo. Luego, en el ápice del columpio, se soltó y voló por el aire. Su cuerpo se curvó rápidamente y ella hizo dos giros completos antes de enderezar su postura de nuevo y aterrizar en el centro de la cuerda floja.
âNada de aplausosâ le recordó ella a él âpero un suspiro de sorpresa serÃa buen recibido.â
Ella no esperó, y empezó a caminar de vuelta a lo largo del cable, caminando de una manera tan seguro como si estuviera en el suelo. Se desplazo hasta el centro del cable, doblando sus rodillas y dando una voltereta hacia atrás, una segunda y una tercera âcada vez aterrizando sin problemas sobre sus pies.
âAhora es el momento de que el público participeâ dijo âHay un mono ciclo ahÃ. ¿PodrÃas traérmelo, por favor?â
Herodotus fue y le trajo el mono