¡polly!. Stephen Goldin
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу ¡polly! - Stephen Goldin страница 8
âAquà es donde imparto el gran secreto del universoâ dijo, sin quitar los ojos del plato. âToda la sabidurÃa de los antiguos se reducÃa a una sola palabra: Equilibrio. Mantente en equilibrio y el mundo es tu ostra. Asumiendo que te gustan las ostras, es decir, de otra manera toda la metáfora no tiene valor.â
Ella continuó en la barra sobre su frente durante un minuto. A continuación, la sujetó con su mano derecha, la sacó de su frente y la tiró al suelo. Tomó el plato con su mano izquierda y, mirando a Herodotus, dijo âCógelaâ mientras se la tiraba. Mientras tanto, permanecÃa en el mono-ciclo subida en la cuerda, pedaleando hacia atrás y hacia adelante durante otro minutos sin mostrar esfuerzo alguno.
Al final, se bajo del mono-ciclo de una manera tan fácil como habÃa subido a él, y fue hacia Herodotus. Se agachó y agarró el cable dándole vueltas, dejó caer sus piernas hasta que ella estaba colgando por sus manos, luego se dejó caer ligeramente a la alfombra quedando los brazos triunfantemente sobre su cabeza.
âMuy bien, ahora puedes aplaudirâ dijo ella.
Herodotus estaba por encima de cualquier aplauso. A pesar de como se sentÃa, dijo de una manera entusiasta â¡Fantástico! ¿Eres una profesional?â
Polly bajó las manos y se inclinó. âNunca me han pagado por ello, asà que supongo que eso me convierte en una aficionada con talento. Pero me gusta un poco. ¿Tienes hambre? Siempre tengo hambre después de un entrenamiento funambulista.â
HabÃa pasado mucho tiempo desde el desayuno y ese canapé apenas lo habÃa llenado, pero Herodotus estaba receloso acerca de pedir más generosidad. âOdio molestarte. Ya has hecho tanto...â
âNingún problema. Llamare a Mario para que nos traiga un snack.â
âUna cosa, ¿te importarÃa que usara el baño para refrescarme?â
âEn absoluto. Mejor que hacerlo en el suelo. Adelante.â lo acompañó hasta fuera del gimnasio hasta el pasillo. âEs la segunda puerta a la izquierda en esa dirección. No entres en la puerta verde. Cuando termines, toma el ascensor hasta el primer piso. Nos veremos allÃ.â
Fue al servicio, cerró la puerta con llave. Estaba bien tener unos pocos minutos de privacidad. Polly era muy guapa y amable, pero aquello habÃa sido muy... intenso. SÃ, habÃa una palabra para definirla. Intensa.
Tomó aire a fondo y abrió los ojos. A continuación los volvió a cerrar. PodrÃa haber imaginado que Polly no tendrÃa un baño cualquiera, pero aquello iba más allá de lo más bestia que se hubiera imaginado.
Abrió los ojos otra vez para contemplar aquello. El papel de las paredes y el techo era un trampantojo que representaba una enorme catedral, quizás echo para tal efecto.
El lavabo estaba, literalmente, en un trono âuna elaborada construcción tallada en roble oscuro con incrustaciones de marfil y joyas. Los robustos apoya brazos tenÃan cabezas de leones al final, y los cuatro pies eran garras con pelotas. La parte de atrás del trono era un terciopelo de color vino, y una luz constante brillaba en el asiento como si viniera de una vidriera arriba. Un rollo de papel higiénico estaba unido discretamente a un lado.
Se dirigió al trono y levantó el asiento con cautela. Para su gran alivio parecÃa un inodoro ordinario por dentro. Se alivió; entonces, como su esposa, que pronto serÃa la ex esposa, se recordó a sà mismo, volvió a bajar el asiento. Cuando se inclinó, se dio cuenta de que el papel higiénico parecÃa un poco extraño. Se acercó para tocarlo.
No era papel. Era de seda.
Caminó hasta el fregadero, que parecÃa una fuente bautismal octogonal que habÃa visto en su visita a las viejas iglesias. Los accesorios eran todo de oro macizo, y cuando encendÃa los grifos el agua que fluÃa hacia afuera era ligeramente perfumada de rosas. Los jabones eran en forma de cisnes pequeños, y las toallas de mano eran de lino plegado en forma de cisne.
Se quedó mirando su reflejo en el espejo mientras se lavaba las manos. â¿Dónde me he metido?â Se preguntó en voz alta en voz baja. â¿Es esta una versión aún más surrealista del Hotel California? ¿Quién es esta chica, y qué es este lugar?â
Sus palabras no tenÃa respuestas para él, asà que se secó las manos y salió de la habitación.
La cabina del ascensor estaba abierta y esperándolo mientras caminaba por el pasillo. Apretó el â1â con cierto temblor, y el ascensor salió disparado como si el cable se hubiera roto, sólo para llegar a una súbita pero suave parada. âPodrÃa ser un paseo emocionante en cualquier parque de atraccionesâ murmuró.
Salió a la planta baja. No habÃa señales de Polly, asà que esperó.
Un gran león macho con una melena completa caminaba casualmente por una puerta. Herodotus instintivamente se quedó de piedra y retrocedió lentamente. Las puertas del ascensor se habÃan cerrado detrás de él, pero él apretó su espalda tan fuertemente como pudo.
El león lo miró, y él se dio cuenta que era un poco tuerto. Lo miró otra vez, ignorándolo mientras decidió caminar por el salón hacia otra habitación.
Tras unos pocos segundos Herodotus se dio cuenta que le costaba respirar. Decidió tomar aire a fondo para intentar calmar sus nervios.
Polly salió de otra puerta. Se habÃa vuelto a cambiar de ropa, esta vez llevaba unos tejanos ajustados, zapatillas y una camiseta blanca que decÃa â¡Creo en mi!â en letras azules a la altura del pecho. Incluso con una ropa tan sencilla parecÃa inmensamente sexy para él.
âEhâ dijo él con indecisión âhabÃa un león paseándose por toda la casa.â
âAh, es Bert. No le des mucha importancia. Seguramente te tiene más miedo que tu a él.â
Herodotus decidió que el tiempo para las sutilezas habÃa terminado. Miró directamente a sus ojos y dijo â¿Quién demonios eres tú?â
Le respondió con una expresión incrédula. âYa te lo he dicho. Me llamo Polly.â
â¿Polly, que más?â
â¿Polly que más qué?â
â¿Cuál es tu apellido?â
âNo, cual es el nombre del tipo de la segunda base.â