Una Razón Para Aterrarse . Блейк Пирс
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Estaba tocando la caja con ansiedad cuando su teléfono celular sonó. Lo tomó de la mesa de la cocina y se quedó mirando el número en la pantalla por un momento. Sonrió e intentó ignorar la felicidad que inundó su corazón.
Era Connelly.
Sus dedos se congelaron por un momento porque honestamente no sabía qué hacer. Si hubiera llamado hace dos o tres semanas, simplemente habría ignorado la llamada. Pero ahora… Bueno, ahora las cosas habían cambiado un poco, ¿cierto? Y por mucho que odiaba admitirlo, se suponía que eso se debía a Howard Randall y su carta.
Atendió justo antes de que la llamada pasara a su buzón de voz.
—Hola, Connelly —dijo.
Hubo una pausa en la otra línea antes de que Connelly respondiera:
—Hola, Black. Bueno, seré honesto. Estaba esperando solo tener que hablar con tu buzón de voz.
—Lamento decepcionarte.
—No, para nada. Me alegra oír tu voz. Ha pasado mucho tiempo.
—Sí, es verdad.
—¿Supongo que estás lamentando tu jubilación prematura?
—No, tampoco así. ¿Cómo están las cosas?
—Las cosas están... bien. Digo, hay un vacío que Ramírez y tú solían llenar, pero ahí vamos. Finley realmente está dando la talla. Ha estado trabajando muy de cerca con O'Malley. Creo que Finley lo tomó personal cuando renunciaste. Y decidió que, si alguien va a tener que tomar tu lugar, entonces ¿quién mejor que él?
—Es bueno saberlo. Dile que lo extraño.
—Bueno, yo estaba esperando que vinieras y se lo dijeras en persona —dijo Connelly.
—No creo que estoy lista para visitas.
—Bueno, nunca he sido bueno para la charla trivial —dijo Connelly—. Iré directo al grano.
—Sí, tú eres bueno para eso.
—Mira... tenemos un caso…
—Detente —le dijo Avery—. No voy a volver. No ahora. Probablemente nunca vuelva, aunque no lo descartaría por completo.
—Escúchame, Black. Espera hasta que escuches los detalles. Quizá ya estés enterada. Este caso ha estado en las noticias.
—Yo no veo las noticias. Yo solo uso la computadora para navegar en Amazon. No recuerdo la última vez que leí un titular.
—Bueno, el caso es extraño y no hayamos forma de resolverlo. O'Malley y yo nos tomamos unos tragos anoche y decidimos que teníamos que llamarte. No es porque esté tratando de convencerte… pero tú eres la única persona que creemos puede resolver esto. Si no has visto las noticias, puedo decirte que…
—La respuesta es no, Connelly —dijo ella, interrumpiéndolo—. Agradezco el gesto, pero no. Si estoy dispuesto a discutir mi regreso, te llamaré.
—Un hombre está muerto, Avery, y el asesino seguirá matando.
Por alguna razón, oírlo usar su nombre dolió un poco.
—Lo siento, Connelly. Asegúrate de decirle a Finley que le envió saludos.
Y con eso, colgó. Se preguntaba si acababa de cometer un error. Estaría mintiendo si se dijera a sí misma que la idea de volver al trabajo no la emocionaba un poco. Hasta escuchar la voz de Connelly había hecho anhelar esa parte de su vida anterior.
«No puedes hacerlo —se dijo a sí misma—. Si vuelves a trabajar ahora, básicamente estás diciéndole a Rose que no le importas un comino. Y estarías regresando a los brazos de la criatura que te llevó a dónde estás ahora.»
Ella se puso de pie y miró por la ventana. Miró los árboles, las sombras diurnas entre ellos, y pensó en la carta de Howard Randall.
En la pregunta de Howard Randall.
¿Quién eres tú?
Estaba empezando a pensar que no estaba muy segura de la respuesta. Y tal vez no estar trabajando era el motivo.
***
Ella rompió su rutina esa tarde por primera vez desde haberla establecido. Condujo a South Boston, al cementerio St. Augustine. Era un lugar que había estado evitando desde su mudanza, no solo por lo culpable que se sentía, sino porque parecía que la fuerza cruel que manipulaba el destino le había propinado un gran golpe. Ramírez y Jack estaban enterrados en el cementerio St. Augustine y, aunque estaban bastante separados, a Avery no le importó. En su opinión, el nexo de sus fracasos y dolor se localizaba en esa franja verde de tierra, y no quería ni acercarse a ella.
Es por eso que esta era su primera visita desde los funerales. Se quedó sentada en su auto por un momento, mirando hacia la tumba de Ramírez. Se bajó del auto lentamente y se acercó a donde el hombre con el que estuvo a punto de casarse había sido enterrado. La lápida era modesta. Alguien había colocado un ramo de flores blancas recientemente, probablemente su madre, que se marchitarían dentro de muy poco por el frío.
No sabía qué decir y supuso que eso estaba bien. Si Ramírez estaba consciente de que estaba allí y si pudiera escucharla (y Avery creía que ese era el caso), sabría que a ella le costaba expresar lo que sentía. Probablemente estaba sorprendido, incluso en el lugar etéreo en el que se encontraba, que estaba aquí en absoluto.
Rebuscó en su bolsillo y sacó el anillo que Ramírez había tenido la intención de darle.
—Te extraño —dijo—. Te extraño y estoy tan… tan perdida. Y no tengo porque mentirte… no es solo porque ya no estás. No sé qué hacer conmigo misma. Mi vida se está desmoronando y lo único que sé que podría estabilizarme un poco, el trabajo, es a lo que menos debería recurrir.
Trató de imaginárselo allí con ella. ¿Qué le diría si pudiera? Sonrió al imaginárselo dándole uno de sus ceños sarcásticos. —Deja de ser tan cobarde y hazlo —le diría Ramírez—. Regresa al trabajo y arregla tu vida—.
—No me estás ayudando —dijo ella con su propia expresión sarcástica.
Le asustaba un poco que hablar con él a través de esta tumba se sentía casi natural.
—Me dirías que regresara al trabajo y que arreglara las cosas poco a poco, ¿cierto?
Se quedó mirando la lápida, como si estuviera esperando que le respondiera. De su ojo derecho brotó una lágrima. Se la secó mientras se alejó y se dirigió en la dirección de la tumba de Jack. Había sido enterrado al otro lado del cementerio, que apenas podía ver desde donde se encontraba. Se acercó a la pequeña senda que discurría