Un Beso Para Las Reinas . Морган Райс
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—¿Y al invasor sí? —preguntó Lucas.
Esa era una buena pregunta, pero es que su hermano tenía facilidad para hacer buenas preguntas.
—Eso espero —dijo Sofía—. Espero que recuerden quiénes somos y cómo eran las cosas antes de la Viuda. —Miró a Hans—. Tú estarás al mando de las fuerzas allí. Necesito a alguien que mantenga la disciplina con los soldados y que no asesine a la gente común.
—Me encargaré de ello —le aseguró Hans, y Sofía supo que lo haría.
Sofía se dirigió a Ulf y a Frig.
—Vosotros dos llevaréis una pequeña fuerza cerca de las puertas del río. Si los hombres que mandé consiguen entrar, se abrirán. Vuestro trabajo será ayudarlos a resistir hasta que el resto podamos atacar. La flota principal desembarcará y avanzaremos bajo la protección de los cañones de los barcos.
Parecía un buen plan. Por lo menos, ella esperaba que lo fuera. La alternativa era que acababa de condenar a muerte a los hombres que comandaba.
—«Es un buen plan» —le mandó Lucas.
—«Solo espero que funcione» —respondió Sofía.
Entonces se les unió una tercera voz, procedente del mar.
—«Lo hará. Me aseguraré de que así sea».
Sofía se giró y vio un pequeño grupo de barcos que se acercaba. Tenían un aspecto lamentable, parecido a lo que los mercenarios o bandidos podrían haber escogido. Pero era la voz de su hermana la que salía de ellos.
—«¿Catalina? ¿Estás aquí?
—«Estoy aquí» —respondió Catalina—. «Y me traje la compañía libre más poco respetable que hay. Lord Cranston dice que será un honor para él servir».
Ese pensamiento animó a Sofía casi tanto como la presencia de su hermana allí. No solo era por los hombres de más para la lucha, aunque ahora mismo Sofía tomaría todo lo que pudiera. Era el hecho de que su hermana había vuelto con la compañía de guerra de la que tanto le gustaba formar parte, y…
—«¿Está Will allí» —preguntó Sofía.
—«Sí» —respondió Catalina. Sofía podía notar su felicidad—. «Pronto nos veremos, hermana mía. Guárdame algunos enemigos».
—«Estoy segura de que habrá los habrá en abundancia».
—Catalina se está acercando —le dijo Sofía a Lucas.
—Lo sé —dijo su hermano—. Sentí sus pensamientos. Pensaba que tendríamos que esperar a volver para encontrarnos por fin con ella.
—Y encontrar a nuestros padres después de esto —dijo Sofía. Sabía que no debería estar pensando tan adelante todavía. Debía concentrase en la batalla que estaba por llegar, pero era casi imposible que sus pensamientos se mantuvieran allí. Estaba demasiado ocupada pensando en todo lo que podría derivar de eso. Recuperaría a Sebastián. Liberaría al pueblo de la Viuda del peso demoledor de su mandato. Encontrarían a sus padres.
—Catalina estará tan ansiosa como nosotros lo estamos por encontrar a nuestros padres —dijo Sofía—. Más aún. No estoy segura ni de que tenga recuerdos de ellos que la hagan seguir adelante.
—Pronto tendremos más que eso —dijo Lucas.
—Eso espero —respondió Sofía. Pero no podía evitar preocuparse—. ¿Lo tienes?
Lucas asintió, evidentemente sabía a qué se refería. Sacó el disco plano hecho de bandas de metal entrelazadas y, al tocarlo, unas líneas brillantes y enredadas resplandecieron. Cuando Sofía también puso la mano sobre el metal, las partes del artilugio giraron hasta colocarse, dejando al descubierto el contorno de masas de tierra, desde el reino de la Viuda hasta formas remotas que podrían ser las Colonias Lejanas y las Tierras de la Seda. Estaba tentadoramente cercano a decirles lo que necesitaban saber; pero no había nada que les dijera dónde podrían estar ahora sus padres. Sofía imaginaba que eso llegaría cuando Catalina se les uniera. Así lo esperaba.
—Guarda el artilugio en un lugar seguro —dijo Sofía—. Si lo perdemos…
Lucas asintió.
—Hasta ahora lo he protegido. Estoy más preocupado por manteneros a ti y a Catalina a salvo.
Sofía no había pensado en ello. Los tres estaban a punto de dirigirse al centro de una batalla. Si uno de ellos caía en esa batalla, puede que nunca encontraran a sus padres. Sería un doble golpe, perder la promesa de su padre y madre mientras se lamenta la muerte de un hermano o hermana.
—Tú también debes estar a salvo —dijo Sofía—. Y no lo digo solo porque quiero encontrar a nuestros padres.
—Lo sé —dijo Lucas—. Y haré todo lo que pueda. El Oficial Ko me hizo entrenar muy bien.
—Y Catalina aprendió muchas cosas de la bruja que intentó reclamarla —dijo Sofía.
—Si sola es la mitad de letal de lo que fue cuando me maltrató en el castillo, estará bien—dijo Lucas—. La cuestión eres tú, Sofía. Sé que tienes a Sienne, pero ¿estarás a salvo en medio de la batalla?
—No estaré en medio —prometió Sofía. Puso una mano protectora sobre su barriga—. Pero haré todo lo que tenga que hacer para asegurarme de que mi hijo tiene un padre.
—Lo tendrá —dijo Lucas, y algo en la seguridad con la que lo decía hizo que Sofía le mirara. Ella sabía que ella había vislumbrado cosas en sus sueños. Se preguntaba si Lucas también lo había hecho.
—¿Viste algo? —preguntó Sofía.
Lucas negó con la cabeza.
—Tengo algo de talento para ello, pero creo que tú tienes más. Lo que veo más que nada para mañana es sangre.
Eso era bastante fácil de ver incluso sin la magia que les traía sueños a ambos. Sofía echó de nuevo un vistazo y ahora había una costa en el horizonte, y una ciudad como una manchita situada en ella.
—Ashton —dijo Sofía. Le parecía que hacía una eternidad que no la veía.
La ciudad se extendía como una mancha en el paisaje, sus edificios viejos, su extensión se prolongaba más allá de sus muros. Parte de su flota ya estaba partiendo, Hans avanzaba para desembarcar a lo largo de la costa y tomar los alrededores.
El resto se acercaban más, ondeando banderas como señal para coordinar sus movimientos. Echaron el ancla bien fuera del alcance de los cañones y bajaron pequeñas barcas, llenos de mensajeros y de la petición de rendición. Sofía sabía que Ulf y Frig estarían preparando sus propias barquitas para acercarse a hurtadillas a la ciudad antes de que empezara la batalla, preparados para que se les abrieran las puertas del