La ciencia y los monstruos. Luis Javier Plata Rosas

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La ciencia y los monstruos - Luis Javier Plata Rosas Ciencia que ladra… serie Clásica

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sanaban por completo. Y antes de atribuir a la fe de los peregrinos tan milagrosa curación, algunos investigadores –ya sabemos que la ciencia nunca pierde la oportunidad de meterse donde no la llaman– proponen una explicación alternativa: posiblemente, durante la estancia de los peregrinos en el monasterio, los monjes los alimentaran con pan de centeno no contaminado por el hongo, lo que les daría la oportunidad de sanar al dejar de ingerir al causante de su mal.

      Cómo ser una bruja en una lección: pan, cerveza y esclerocios

      La mayoría de los libros sobre brujería te dirán que las brujas trabajan desnudas. Esto se debe a que la mayoría de los libros de brujería fueron escritos por hombres.

Neil Gaiman, escritor

      Una característica sobresaliente en las acusaciones de brujería durante los juicios de Finnmark es que la gran mayoría de los denunciantes mencionan que los síntomas que hemos identificado con el ergotismo ocurrieron tras ingerir pan o alguna comida que –no nos extraña– contenía centeno o algún otro grano, o bebidas como cerveza y leche, susceptibles también de ser contaminadas por el hongo. La cerveza, en especial, podía convertirse en una poción digna de ser enseñada a Harry Potter por el profesor Severus Snape, con un poderoso efecto alucinante al elaborarse a partir de malta proveniente de centeno infectado.

      La esposa del sacristán del lugar, por ejemplo, confesó haber aprendido brujería gracias al consumo de gachas que contenían objetos negros –posiblemente fragmentos de esclerocio–. Tres semanas después de haber ingerido este alimento, Satanás la visitó en la forma de un gato. Otra mujer atribuyó sus habilidades de hechicería al consumo de leche con algo negro en el fondo. Una tercera acusada afirmó que Satán la reclamó para su servicio luego de beber una cerveza que le dio una mujer en el poblado de Nordland; esa misma mujer trató de obligarla a comer algo que, en vez de ello, dio a un perro, el cual de inmediato se volvió loco, corrió hacia el mar y se ahogó. Una de las sentenciadas a muerte aseguró que, luego de tomar una cerveza preparada por otra de las acusadas, podía volar por los aires a cualquier parte que quisiera… El resto de los testimonios se asemejan mucho a los aquí descriptos.

      De todas las personas acusadas de brujería en estos juicios noruegos, sólo una era hombre. Antes de desatar la ira de las feministas, debemos mencionar que hay evidencia de que las mujeres son más susceptibles a manifestar los síntomas del ergotismo que los hombres, lo que en alguna medida podría explicar la discriminación a favor de los supuestos brujos.

      Los niños y los adolescentes son los más vulnerables al ergotismo, un factor que debe tomarse en cuenta en el caso de los juicios de Salem, en los que la mayoría de las víctimas fueron, precisamente, adolescentes. El micólogo Gordon Rutter7 propone una hipótesis que nos permite entender la razón de que la epidemia de hechicería en Salem se extendiera sólo desde diciembre de 1691 hasta finales de 1692.

      Rutter señala que, en la época de los juicios de Salem, cuando la comida abundaba, una nueva cosecha por lo general no se consumía sino hacia finales del año, cuando ya había sido agotada la anterior. Los registros de cosechas en Salem indican que en 1691 el centeno se mantuvo en los graneros hasta noviembre y diciembre, mes en que se registró la primera víctima de brujería. En la primavera de 1692, una inundación destruyó las cosechas, a lo que siguió una temporada de sequía, por lo que la escasez de comida llevó a los salemitas a hacer pan con el centeno contaminado que tenían guardado –los esclerocios permanecen químicamente activos hasta por dieciocho meses–, cuya ingestión dio lugar a los restantes casos de brujería de 1692. Una vez que las cosechas se recuperaron al año siguiente y que el nuevo centeno sin contaminar permitió la elaboración de pan sin propiedades alucinógenas ni los restantes síntomas de ergotismo, la práctica de la brujería en Salem se dio por terminada.

      2. Astronomía tenebrosa

      El silencio eterno de estos espacios infinitos me aterra.

Blas Pascal, matemático y físico

      Locutor en la radio: Desde Tacoma a Vladivostok, los astrónomos informan sobre una alteración iónica en la cercanía del cinturón de Van Allen. Los científicos recomiendan tomar las precauciones necesarias.

      Homero: ¿Qué saben esos zoquetes?

Los Simpson, “Treehouse of Horror VI” (1995)

      Frankenstein, hijo de la luna: astronomía forense, estudios sobre el sueño y el origen de un monstruo

      Lo bueno de ser el doctor Frankenstein es que siempre puedes hacer nuevos amigos.

Aaron Allston, escritor

      No existe en toda la historia de la literatura ninguna obra que se aproxime en popularidad a Frankenstein, considerada por muchos como la primera novela de ciencia ficción,8 cuando se trata de aleccionar a los científicos sobre los límites y los peligros de la ciencia. Pero la posible moraleja ha sido interpretada de muy diversas –casi incontables– maneras, dependiendo de quien la enuncie.

      Desde su publicación en 1818, la obra de Mary Shelley ha inspirado cientos de novelas y más de ochenta obras de teatro que han abarcado hasta el género de los musicales gracias a Mel Brooks, responsable también de la pavorosamente cómica película Young Frankenstein (1974). También medio centenar de películas en las que el monstruo a veces es la víctima, otras tantas el héroe y, en ocasiones, el villano. En estas siempre se ha destacado la versión “clásica” protagonizada por Boris Karloff en 1931 que nos legaría la imagen del monstruo que sería desde entonces adoptada por la cultura popular en cine, televisión, cómics y videojuegos: la cabeza aplanada, la costura a un lado de la frente y un tornillo a cada lado del cuello. No olvidamos las decenas de cómics en los que Frankenstein se codea incluso con otros superhéroes de la compañía DC y forma parte de la Liga de la Justicia Oscura (advertencia para quienes no son fanáticos de los cómics: el supervillano Solomon Grundy NO es Frankenstein, aunque ambos bien podrían ser hermanos). La probabilidad de que una persona ignore quién es este monstruo es extremadamente baja; si bien la probabilidad de que haya leído la novela es otra cosa. Quien se cuenta entre los lectores de Frankenstein y tuvo la fortuna y la paciencia de no saltarse la introducción que para la segunda edición, la de 1831, escribió su autora (la primera edición se publicó de manera anónima) estará enterado de primera mano sobre las circunstancias que rodearon la gestación del libro.

      Sobre Mary Shelley recayeron desde hace varias décadas sospechas que más de un académico manifestó sin pudor alguno. No sólo se han mostrado escépticos acerca de su autoría, sino que, además, la han tachado de plano de mentirosa a la hora de hablar sobre la noche en que, se supone, tuvo la idea de dar vida a cadáver tan exquisitamente horripilante.

      No fue sino hasta el año 2012 que la ciencia puso punto final a esta discusión, con ayuda de la luna y el mal tiempo. Pero antes de ver qué tienen que decir la astronomía y la meteorología forense sobre el misterio de la creación de Frankenstein, necesitamos dar algunos detalles sobre los que participaron en él.

      En junio de 1816, en dos mansiones conocidas como Villa Diodati y Maison Chapuis, próximas una a otra y ambas localizadas en una colina a orillas del lago Lemán o lago de Ginebra, en Suiza, durante varios días y noches caracterizadas por la presencia de tormentas eléctricas, un grupo de escritores se reunió a contar historias de aparecidos. No se trataba de escritores provincianos cualesquiera,

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<p>7</p>

Gordon Rutter, “Witches, madness and a little black fungus”, Field Mycology, vol. 4, nº 2, 2003, pp. 44-48.

<p>8</p>

Entre ellos, el escritor Brian Aldiss, autor del cuento “Los superjuguetes duran todo el verano”, historia en la que se basa la película A. I. Artificial Intelligence (2001), de Steven Spielberg.