Roland Littlewood y Chavannes Douyon, “Clinical findings in three cases of zombification”, The Lancet, vol. 350, 1997, pp. 1
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Este maligno ser que vive exclusivamente para aterrorizar a los niños –a veces con algo de ayuda de sus padres– es nombrado Cuco o Coco según el país en que se le invoque. En todo caso, “cátsup”, “kétchup”…, ¿qué importa cuando el terror es el mismo?
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La capacidad de reacción de la Real Academia Española ante una inminente zombificación planetaria ha sido casi nula, tanto es así que ni siquiera ha incorporado la miríada de declinaciones que seguramente serán parte de nuestro vocabulario cuando los muertos vivos caminen sobre la Tierra. En “Ciencia que ladra” nos hemos adelantado a todos los eruditos de la lengua y, en las páginas siguientes, el lector podrá familiarizarse con términos como “zombificación”, “dezombificación”, “zombicología”, “zombibulismo” (mi propuesta para describir a alguien que, muerto de sueño, parece un zombi y actúa como tal) y otros neologismos indispensables para el estudio de los zombis.
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La canción es “El muerto vivo” (1965), del compositor colombiano Guillermo González Arenas. Fue adaptada por Peret, uno de los máximos exponentes de la rumba catalana.
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Costas J. Efthimiou y Sohang Gandhi, “Cinema fiction vs physics reality: ghosts, vampires, and zombies”, Skeptical Inquirer, vol. 31, nº 4, 2007, p. 27.
5
Roland Littlewood y Chavannes Douyon, “Clinical findings in three cases of zombification”, The Lancet, vol. 350, 1997, pp. 1094-1096.
6
Torbjørn Alm, “The witch trials of Finnmark, Northern Norway, during the 17th century: evidence for ergotism as a contributing factor”, Economic Botany, vol. 57, nº 3, 2003, pp. 403-416.
7
Gordon Rutter, “Witches, madness and a little black fungus”, Field Mycology, vol. 4, nº 2, 2003, pp. 44-48.
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Entre ellos, el escritor Brian Aldiss, autor del cuento “Los superjuguetes duran todo el verano”, historia en la que se basa la película A. I. Artificial Intelligence (2001), de Steven Spielberg.
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La historia que Polidori escribió fue “El vampiro”, precursora directa de las posteriores novelas y los cuentos de chupasangres, entre los que se incluye el clásico de Bram Stoker.
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Esta divinidad posmoderna fue creada –en una inversión de los papeles de Dios y humanos– en 2005 por el físico estadounidense Bobby Henderson, quien la hizo responsable de cambiar en favor de los científicos los resultados de sus dataciones de fósiles con carbono 14 y otros isótopos radiactivos. Con esta sátira, Henderson se mofaba de la decisión de la Junta Estatal de Educación de Kansas de impartir otras teorías, como el diseño inteligente, como supuestas e igualmente válidas alternativas a la evolución por selección natural, lo que no sería menos absurdo, según el físico, que profesar su recién propuesta religión adoradora del Monstruo Volador de Espagueti, conocida como “pastafarismo” o “pastafarianismo” por la unión de las palabras “pasta” y “rastafari”.
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Por ejemplo: J. Allan Cheyne, Steve D. Rueffer e Ian R. Newby-Clark, “Hypnagogic and hypnopompic hallucinations during sleep paralysis: neurological and cultural construction of the night-mare”, Consciousness and Cognition, vol. 8, nº 3, 1999, pp. 319-337.