Sin ti no sé vivir. Angy Skay
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Читать онлайн книгу Sin ti no sé vivir - Angy Skay страница 4
—Ya, claro. No le gusta que salgas, no le gusta que tomes cafés con tus amigos, no le gusta que te pongas un vestido demasiado corto, no le gusta que tengas amigos; masculinos, he de apostillar. ¡No le gusta nada! ¿Cuánto tiempo llevamos así? ¡Desde que volviste con él! ¡Está absorbiéndote la vida!
—No dramatices… Tiene su manera de ser, y también hay que entenderlo. Nadie es perfecto —lo defiendo.
—Sabes que llevo razón —me agarra por los hombros y besa mi pelo—, pero te quiero igualmente.
Le sonrío con cariño.
—Yo también te quiero.
Entramos en la discoteca, y pasan dos horas en las que no paramos de bailar y… beber. Como llegue pedo a casa, Joan va a enfadarse, y con razón. Él siempre dice que la bebida es para los alcohólicos y que una señora como yo no debería ir borracha como una cuba.
—Hay un tío que no te quita ojo —me comenta Dexter.
—¿Qué dices? —Me sonrojo más de la cuenta en décimas de segundo.
—Sí, cariño, y… viene hacia aquí.
Me pongo nerviosa y tiro la copa sobre la barra sin querer. Entre los nervios y lo achispada que voy, no doy pie con bola. Río a carcajadas como una idiota y mi amigo me sigue la corriente.
El chico llega hasta nosotros y me sonríe.
—Póngale otra —le dice al camarero.
—Vaya, ¡gracias! —le contesto envalentonada.
Me giro para mirar de nuevo a Dexter, que tampoco le quita el ojo de encima. El camarero me trae la copa y la deposita sobre la barra. La cojo y miro al tipo que tengo al lado. No es que sea un adonis, pero es atractivo. Aunque, pensándolo bien, ¿a mí qué me importa? Yo solo quiero a Joan.
—Gracias. —Le sonrío tímidamente.
—De nada, guapa —me contesta un tanto borracho.
Noto cómo Dexter me agarra de la cintura de manera posesiva. El hombre que tengo frente a mí se fija en su agarre y pone las manos a modo de rendición.
—No sabía que estaba contigo —se disculpa con Dexter.
Mi amigo no le contesta; simplemente, asiente. Cuando el chico se va, me giro con rapidez para mirarlo.
—¿Y esto? —le pregunto, señalando sus manos.
—Iba como una cuba, solo te traería problemas.
—Bueno…, gracias. Tampoco pensaba hacer nada más que aceptar esa copa.
—Él no venía con las mismas intenciones.
Hago un gesto de indiferencia, salto de mi taburete y me dirijo hacia la pista, donde Enma y Ross están desmelenándose. Entre baile y baile, me olvido del mundo por completo. Nos ponemos en círculo y nos contoneamos de manera provocativa, arriba y abajo, sin miramiento. Pegamos nuestros cuerpos y llegamos hasta el suelo bajo la mirada graciosa de Dexter, que se niega a bailar con nosotras. Cuando nos incorporamos, una mano tira de mí hacia atrás, y toda la diversión que minutos antes tenía se esfuma de un plumazo.
—¿Qué coño haces bailando como una puta? —gruñe Joan en mi oído.
Lo miro sorprendida. ¿Qué hace aquí? Cuando decidimos darnos la oportunidad de continuar con la relación hace tres años, la primera condición fue que no sería tan posesivo. Hasta ahora mismo, era una cosa que no había incumplido.
—¿Qué me has llamado? —le pregunto altiva por los cubatas que llevo encima.
—Que qué haces bailando como una puta —repite, esta vez más alto.
Varias personas se giran para mirarnos. Dexter se acerca a nosotros e intenta que suelte mi codo, pero lo que recibe a cambio es una mirada asesina por parte de Joan.
—¿Quién cojones te piensas que eres? —escupe de golpe mi marido.
—Su amigo, así que suéltala ahora mismo —le contesta de manera tajante.
Joan se aparta de mí y lentamente deshace su agarre. Me toco la zona afectada, que debido a la presión me duele bastante. Sin dejar de mirarlo furibundo, pega su cara a la de Dexter, quien no menea un músculo bajo su mirada intimidatoria.
—Me importa una mierda que sea tu amiga o no. Es mi mujer, y haré con ella lo que me dé la gana. ¿Te queda claro, maricón?
Sin contestarle, Dexter le pega un empujón que lo obliga a dar dos pasos hacia atrás; por poco no cae de espaldas contra el suelo.
—Eh, eh, tranquilos —les pido a ambos mientras extiendo los brazos para separarlos.
—La próxima vez que me llames maricón, voy a partirte la cara —le advierte, echando espumarajos por la boca.
Miro a Joan para rogarle que no continúe, pero parece no verme. Eleva su mentón para darle más énfasis a lo que sus labios pronuncian a continuación:
—¡Maricón! —lo reta bien alto. Y, para más inri, le dedica una sonrisa.
Dexter se muerde el labio, presionando toda la rabia contra él. Sin esperármelo, veo cómo el vaso que mi amigo tiene en la mano se estampa contra la cabeza de Joan. Y entonces se arma un revuelo en el que todos salimos pagando.
Mis amigas tiran de mí hacia atrás mientras los dos se pegan de hostias sin detenerse, llevándose a su paso al resto de la gente. Dos hombres de seguridad aparecen de la nada y consiguen separarlos. A rastras, literalmente, los llevan hasta la salida. Una vez allí, intentan pegarse de nuevo. Por suerte, consigo ponerme en medio antes de que ocurra.
—¡Ya basta! —Miro a Joan, que tiene los ojos inyectados en sangre—. Joan, por favor, vámonos a casa. —Nada, no me mira—. ¡Joan! —vuelvo a llamarlo.
Asiente sin mucho convencimiento.
—No quiero volver a verte con él. Nunca —sentencia, y echa a andar sin esperarme.
Me quedo mirando a Dexter, quien hace amago de ir tras él. Enma lo para a tiempo.
—Dexter, yo…
Miro hacia el suelo, pero me agarra la barbilla y la eleva.
—No te merece, Katrina —me dice desesperado—. ¡Estás echando tu vida a perder!
—Yo… espero que todo te vaya genial en Australia. Ya hablaremos. —Me agarra de los hombros y me zarandea un poco, pero mi mirada vuelve a dirigirse al suelo. —Sé que Joan no tiene los modales que quizá debería, pero… lo quiero.
—¡Katrina, vamos! ¡No te lo digo más veces! —oigo que vocifera desde el coche.
Suspiro varias veces antes de girarme.