El tiempo en un hilo. Maruja Moragas Freixa

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El tiempo en un hilo - Maruja Moragas Freixa Biografías y Testimonios

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regreso a casa, se me llenaron los ojos de lágrimas mientras conducía la moto por la Ronda Litoral. Me vino entonces Maruja a la mente: «Maruja, si estás ahí arriba, ahora es el momento de que lo demuestres. Coge a Pau de la mano y tira de él para que salga de esta». A la mañana siguiente, de regreso a la Maternitat, no paraba de repetir ese mismo deseo.

      Ya en la clínica, antes de entrar en la UCI, miré por una ventana la incubadora de Pau y el monitor que mostraba sus constantes vitales. ¡Su saturación de oxígeno estaba al 90 por ciento! Los médicos me informaron que durante la noche se había producido un punto de inflexión de manera inexplicable.

      A partir de ahí la mejora fue continua. Pocos días después lo desentubaron y pasó de la respiración asistida a llevar un cpap. Las analíticas comenzaron a mejorar, y también las demás pruebas diagnósticas que le hacían diariamente. Tampoco se produjo ningún derrame cerebral, tan común en los niños prematuros extremos.

      98 días después de nacer, pudimos llevarnos a Pau a casa. Durante esos más de tres meses en la UCI habíamos visto cómo otros pequeños no habían tenido la misma suerte. Algunos niños presentaban a priori un pronóstico mejor que el de Pau, y murieron.

      Quienes cuidaron de Pau en la Maternitat nos confesaron que, durante los primeros días, no veían posibilidades de que saliera adelante. Algunos habían llegado a despedirse de él. Todo ello quedó recogido en el informe médico de alta, donde indicaron que el caso de Pau era extraordinario. Una enfermera con más de 30 años de experiencia en la unidad de neonatología no recordaba un caso así, y lo calificó de milagroso.

      Desde entonces, Pau no ha sufrido ninguno los usuales efectos secundarios pronosticados por los médicos. En el CDIAP (Centro de Desarrollo Infantil y Atención Precoz), estaba pautado que visitaran a Pau en los cinco primeros años de vida. Sin embargo, al año le dieron el alta diciendo que estaba perfecto, y que no recordaban un caso igual. De hecho, dijeron que era el único prematuro extremo sin efectos secundarios que habían tratado nunca.

      Obviamente siempre cabrá la duda de qué hubiera pasado si no le hubiera pedido a Maruja que tirara de Pau. Yo solo sé lo que le pedí y lo que sucedió. No necesito más. Hay gente a la que Maruja le ha cambiado la vida, mientras vivía. A otros les pasara tras leer este libro. En mi caso fue entremedias. Y le estaré siempre agradecido por su ayuda en la milagrosa recuperación de Pau.

      Xavier Balagué

      PRÓLOGO

      En este libro, es Maruja Moragas, mi amiga del alma, quien nos cuenta su historia. Nos conocimos cuando atravesó la que ella llama «la madre de todas las crisis»: su separación y divorcio. Desde el primer minuto se inició entre las dos una fuerte amistad. Vi en ella a una mujer honrada, buscadora de la verdad, con hambre de aprender, de ser mejor y, sobre todo, de dejarse ayudar.

      Fue sin duda una gran directiva, en el sentido profundo del término: dueña de sus actos y responsable de sus decisiones. Su vida, sus escritos y su actividad profesional lograron inspirar a muchas personas. Licenciada en Filosofía y Letras, se doctoró en Dirección de Empresas por la Universidad Internacional de Cataluña (UIC). Se incorporó al IESE en 2004, donde pronto dirigió la Unidad de Español para la Empresa en el MBA y trabajó como profesora en el Departamento de Dirección de Personas en las Organizaciones. Fue para mí una colaboradora infatiga­ble en el International Center for Work and Family (ICWF). Participó en numerosas conferencias y congresos y ejerció también como coach en programas para directivos. Juntas escribimos el libro Dueños de nuestro destino, así como diversos artículos de opinión en numerosos medios de comunicación. Además, impulsó el Women’s Lobby del IESE desde 1998.

      Una tarde de diciembre me sugirió dar un paseo por el barrio gótico y recorrer las callejuelas que rodean la catedral de Barcelona: quería verlas engalanadas con las luces y motivos navideños. Fue un regalo encontrarnos con dos músicos con un violín y un piano eléctrico, en sendos recovecos de nuestro itinerario. «¿Crees de verdad que escribir mi vida va a ser útil para alguien?», me preguntó una vez más, mientras escuchábamos aquellas piezas del barroco. Yo sabía que sí.

      El lector encontrará en estas páginas una vida semejante a la suya, con las mismas ilusiones, retos, alegrías y dificultades, cinceladas por el amor. Un amor vivido hasta sus últimas consecuencias y desde lo más profundo de uno mismo. Con sus reflexiones desde la adversidad, y con una pluma vigorosa y directa, Maruja pretende compartir un modo diferente de recorrer el camino.

      Hace más de siglo y medio, Kierkegaard decía que «engañarse respecto al amor es la pérdida más espantosa, es una pérdida eterna, para la que no existe compensación ni en el tiempo ni en la eternidad: la privación más horrorosa, que no puede resarcirse, ni en esta vida... ¡ni en la futura!». El título El tiempo en un hilo, lo escogió tras descartar La luz del amor. Maruja había impartido clases sobre cómo gestionar el tiempo, y hablábamos de él con frecuencia. Supo aprovechar el tiempo, y trabar desde el presente ese hilo fino y frágil que nos une con la eternidad —«la puerta de al lado», como le gustaba decir en palabras de san Agustín—.

      Fue un lujo tenerla como amiga, y sigue siéndolo ahora. Quizá más.

      «El tiempo a la carrera» es uno de los apartados que incluyó en el capítulo XI. Su título denota una lucha contrarreloj contra un tiempo que comenzaba a faltar. Aunque algunas ideas aparecen repetidas, hemos querido mantener la agilidad y espontaneidad de su redacción. Solo hemos revisado las citas y hemos introducido alguna pequeña precisión.

      NURIA CHINCHILLA

      Profesora del IESE Business School

      Universidad de Navarra

      Septiembre de 2013

      DEDICATORIA

      La finalidad del libro se ha ido transformando a medida que han ido pasando las semanas y los meses. En los momentos duros de enfermedad, como los que atravieso ahora, pienso que es el mejor legado que puedo dejar a mis hijos. Todos formamos parte de la rueda de la vida, y una generación aprende para dejar sus experiencias a la siguiente. Ahí va, pues, parte de mi contribución al crecimiento de mis hijos y futuros nietos. En especial a mi nieta mayor, que ha aparecido como una flor de verano en medio de este tiempo de enfermedad.

      Este libro es también para mi familia extensa y mis amigos. Se lo debo. Tengo la dicha de formar parte de una gran familia, que ha respondido como pocas ante la enfermedad de uno de los miembros del clan. Y tengo también un montón de amigas incondicionales, cuya amistad jamás podría pagar aunque viviera mil años. A todas ellas dedico estas líneas llena de agradecimiento por la inmensa compañía y el apoyo que me han dado. Todos forman parte de mi historia: son mi historia.

      También dedico el libro a cualquier otro lector que pueda verse reflejado en estas páginas. Seguramente, y sin saberlo, comparto con él un modo de vivir y de entender la vida, a veces muy distinto del que está en boga. No hay caminos únicos para andar por ella, todos tenemos el nuestro. Sin embargo, la experiencia me ha mostrado que no todos valen lo mismo, ni se obtienen los mismos resultados si escogemos uno u otro: hay rutas mejores que otras. Para afrontar la mayor crisis personal que ha salido a mi encuentro, decidí optar por un camino alternativo, distinto a las costumbres sociales que hoy en día se suelen seguir. Por suerte, cuando necesitaba recursos abría mi mochila y ahí estaban: alguien los puso en algún momento de mi vida.

      Por eso este libro también puede ayudar a que padres y madres sean conscientes de los tipos

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