El tiempo en un hilo. Maruja Moragas Freixa

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El tiempo en un hilo - Maruja Moragas Freixa страница 5

El tiempo en un hilo - Maruja Moragas Freixa Biografías y Testimonios

Скачать книгу

apena ver a gente joven con sus mochilas escuálidas. Tenemos la responsabilidad de ayudar y formar a nuestros hijos. Bien es cierto que ellos tienen su libertad personal y que pueden tirar su vida al pozo. Pero eso es harina de otro costal: es, literalmente, su problema. Nuestro drama sería dejar de contribuir a su formación y a que tengan recursos con los que afrontar la vida.

      AGRADECIMIENTOS

      A todos aquellos que me han ayudado a ser quien soy en las distintas etapas de mi vida.

      INTRODUCCIÓN

      Este es un libro que no pensaba haber escrito jamás: se ha colado entre mis planes. Aparece como resultado de sufrir una gran crisis de salud, que decido aprovechar para explicar cómo voy tratando de solucionarla. Sin embargo, me topo con un primer obstáculo: debo hacer referencia a otra gran crisis anterior, que padecí hace casi dieciséis años. La denomino «la madre de todas las crisis» por su gran complejidad, su virulencia y el enorme esfuerzo que representó superarla. El ingenio se me agudizó de tal forma que tu­ve que poner a trabajar mil y un recursos que desconocía, para aprender de cuantos retos y oportunidades se me pusieron por delante. Fue la única forma de no sucumbir en ellos y encontrar una salida. Sin esa primera experiencia, la que me ocupa ahora habría sido terriblemente más complicada de gestionar.

      Empecé a escribir estas memorias animada por varias amigas. Me sugirieron hacerlo porque estiman que ahora dispongo de formación y experiencia para aportar algo que puede ayudar a otras personas. Acepté el reto entre divertida y escéptica, con cierta ambivalencia. Por un lado, porque aunque el cáncer que padezco tiene mal pronóstico, pensé que era una aventura nueva y que a lo mejor podía salir algo bueno de ahí. Por otra parte, yo no sabía la forma ni la dirección que iba a tomar este libro, pero es cierto que cada vez encuentro un mayor sentido a lo que hago. El libro va creciendo conmigo a medida que la enfermedad avanza: supero unas crisis y aparecen otras.

      Escribir este libro es un reto para mí. Aunque el hecho de ser profesora especialista en temas de relaciones interpersonales en la empresa, en mujer y liderazgo, y competencias directivas facilita mi trabajo. También el disponer de formación antropológica y de una curiosidad y ganas de aprender de todo y de cualquier persona.

      Debo decir que hay otros acicates que me empujan a situarme ante el ordenador en mi cama de enferma. En primer lugar, este libro representa luchar contra el tiempo y tener que correr. Sé que no voy a poder destinar el tiempo que me gustaría dedicar a su escritura porque, simplemente, no sé si dispongo de él. Pero, gracias a Dios, en este momento tengo todavía la cabeza clara y no puedo perder ni un solo minuto de los que me es posible escribir. De hecho, he tenido que dejar de hacerlo durante semanas, porque me encontraba muy mal: no podía ni pensar, y menos escribir. Me han hecho sesiones de radio y quimioterapia que me han dejado fuera de combate, y he estado ingresada un par de semanas con una neumonía doble.

      Pero, en esta lucha contra el tiempo, me animé. Pensé que lo acabaría si era algo que Dios pensaba que valía la pena hacer, ya que Él conocía los tiempos y el porqué de las cosas. Así que decidí poner esta preocupación en sus manos y olvidarme de ella. En este momento estoy ingresada en la clínica y el cuerpo me permite apresurarme, por lo menos, unos días más. Tengo que correr yo más que la enfermedad.

      En la vida hay momentos de la verdad, en los que uno saca de dentro lo que realmente cree, piensa y valora. Este es uno de ellos. Lejos de mi intención pretender dar lecciones a nadie. Solo quiero compartir las experiencias vividas a lo largo de los años, a veces en medio de una dureza inusitada, que al final han resultado cruciales para sobrevivir y enderezar, hasta extremos nunca pensados, un entorno personal que parecía perdido de antemano.

      En estas memorias explico tan solo lo que creo que puede ser de interés para la gente, pero protejo la intimidad de mis hijos, la mía y la de mi familia y amigos. Habrá quienes las encuentren en ocasiones algo edulcoradas. Pero las crisis y los años me han enseñado a conservar solo los buenos recuerdos, y a olvidar los malos. La propia vida enseña que el odio, el rencor y el resentimiento son lastres que impiden avanzar, nos anclan en el pasado y nos impiden crecer y disfrutar, con lo que la vida pierde el brillo e interés.

      Soy una persona normal y corriente, con una vida como la de tantas otras, a la que le encanta «navegar» por ella aprovechando los recursos disponibles, sean los que sean. Me fascinan los retos y soy consciente de que lo que hago no valdría nada si me lo quedara tan solo para mí. Me doy por satisfecha si puedo ayudar a que otros no caigan en los errores que yo cometí, y sepan rectificar a tiempo antes de que su vida se transforme en un río por el que corren aguas putrefactas que los arrastren y del que no sepan salir.

      La vida nos viene dada a todos de una determinada manera, pero hay que perder el miedo y olvidar miles de viejos prejuicios que, como si de cadenas se tratara, se enrollan alrededor de nuestros pies y nos tiran hacia abajo. La libertad humana es fascinante. Hay que recuperar la cabeza y la valentía de vivir, iniciando una época que sane de nuevo a la gente. En la madre de todas las crisis, yo lo tenía todo en contra pero no me amilané. Hubo personas que me ayudaron muchísimo a encontrar el camino indicado y, aunque era difícil, lo conseguí. Eso es lo que pretendo compartir con otros: entusiasmarles para que inicien este nuevo camino de regeneración, tan necesario para la felicidad. Mis hijos y nietos se lo merecen.

      Barcelona, abril de 2013

      1. UNA CARRERA DE OBSTÁCULOS

      La llegada a urgencias

      Eran las 11 menos cuarto de la mañana del jueves 4 de octubre de 2012. Había ido al despacho porque tenía una reunión vía Skype con Sowon, una colega de trabajo que vive en Suiza, coautora de un paper con el que batallamos desde hace un año. El día anterior había orinado sangre de forma bastante continua, por lo que esa noche llamé a mi hermana Gloria, médico en la Clínica Teknon desde hace 12 años. Le conté lo que me pasaba. «¿Cómo te encuentras?», me preguntó. «Bien», le respondí. «Si no fuera por esto, no tengo nada». Me dijo que fuera a Urgencias y me lo miraran, porque podía tener varias causas. Como ya era de noche, le respondí que me iba a la cama y que acudiría al día siguiente, bien dormida y descansada.

      Dormir nunca fue algo que hiciera de forma espontánea. Envidio a la gente que cabecea nada más subirse al avión o que ronca en cuanto su cabeza toca la almohada. Cuando era pequeña iba a la habitación de mis padres, llamaba a la puerta y les decía: «¡No puedo dormir!». Mi padre, invariablemente, contestaba: «¡Bebe agua!», placebo que muy pocas veces funcionaba.

      Y esa noche dormí. Así que aparecí en la clínica con un sol espléndido y un día aún de verano. Mi hermana me esperaba a la entrada: «Estaré pendiente de todas las pruebas que te hagan».

      Me atendieron en seguida, no tuve que esperar. El médico de urgencias me iba palpando y me preguntaba: «¿Dónde le duele? ¿Aquí?». «No», le contestaba yo una y otra vez. Me auscultó, me hicieron orinar en un bote y salió una orina que, a primera vista, era normal y corriente. «No se ve nada, pero la vamos a analizar». Me hicieron una placa. Y esperé.

      Volvieron al cabo de un rato: «Hay sangre. Hay que hacer una ecografía». Y ahí que fui. La doctora que me atendió era amiga de mi hermana, así que ella estuvo presente también. Vi sus dos caras mirando atentamente la pantalla. Una de ellas, no recuerdo quién, señaló con el dedo: «Aquí». Me untaron el cuerpo con gelatina fría y siguieron mirando más y más. Al salir, mi hermana me dijo: «Hay un tumor, te han de hacer un TAC. Voy a decir que te busquen especialistas en riñón, los mejores...». Empecé a ver cómo la clínica se ponía en marcha de una forma cada vez más frenética. Lo que parecía un tumor mediano se convertía en grande... Las puertas se abrían y cerraban tras de mí a

Скачать книгу