El Afilador Vol. 2. Juanfran de la Cruz

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El Afilador Vol. 2 -  Juanfran de la Cruz El Afilador

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en el que sigue estás tú vagamente,/pero siempre hay otro monte redondo que circundar,/para pagar el paso al monte de tu gozo y de mi gozo (La fuga. Gabriela Mistral).

      Si caminan por las afueras de Azuqueca de Henares, el segundo municipio de mayor relevancia en la provincia de Guadalajara, con una población cercana a los 36.000 habitantes, es posible que se sorprendan por el nutrido homenaje al deporte que se brinda en sus calles.

      Además del Bulevar del Deporte, por esos pagos podrán encontrarse con placas que anuncian el nombre de calles que sirven para rememorar los hitos deportivos de, entre otros, el jugador de balonmano Rafael Guijosa, el gimnasta Gervasio Deferr, la patinadora Sheila Herrero, la baloncestista Amaya Valdemoro, el jugador de fútbol-sala Paulo Roberto, la nadadora Gemma Mengual, la atleta Marta Domínguez, el karateka José Manuel Egea, el inigualable ciclista Miguel Indurain o el tenista mallorquín Rafael Nadal.

      Si continúan su caminata por esta última calle, apreciarán desde la lejanía una rotonda, enclavada en la confluencia con la Avenida de Europa, en la que una surtida vegetación adorna la arena y que se encuentra coronada por cinco contenedores de mercancías. Tres de ellos, apilados en horizontal, dibujan la imagen de un reconocible Miguel Indurain, ataviado con la maglia rosa y con su más que característica mueca de esfuerzo. En el amplio lateral izquierdo conformado por los bloques unidos, con letras negras sobre fondo gris, se puede leer la cita de dos ciudades francesas: Montgenèvre y Manosque. En el lateral derecho, unos guarismos: 22 minutos 50 segundos, sostenidos por un año, 1976, y el nombre de un hombre de la tierra, José Luis Viejo.

      Los otros dos contenedores cuentan con dibujos alegóricos sobre el ciclismo. En uno de ellos, de manera más que explícita, un corredor, en solitario, pedalea en evidente posición de desgaste. La alegoría es patente para los conocedores de la heroicidad que el ciclista alcarreño escenificó un inolvidable 6 de julio de 1976.

      El conjunto monumental es obra de tres artistas locales (Ioan, Rector y Zhors) y su inauguración, un 29 de septiembre de 2014, coincidiendo con el día de la bicicleta, fue el instante elegido por la Corporación local para tributar un último reconocimiento público a José Luis Viejo. Apenas dos meses más tarde, un infausto 16 de noviembre, el otrora ciclista fallecía, con apenas 65 años de edad, en el Hospital de Azuqueca, fruto de una enfermedad hepática que le había impedido, a pesar de todos sus esfuerzos, acudir al matrimonio de su hija María, celebrado apenas una semana antes.

      Sin embargo, la hazaña que convierte, aún hoy, a José Luis Viejo en referencia ineludible en la historia del ciclismo mundial (y en particular de la pequeña cronología del Tour de Francia), comienza en otro pueblo alcarreño, Yunquera de Henares, en el que vio la luz, por primera vez, el individuo que, en solitario, obtuvo la victoria en una etapa de la «Grande Boucle» cosechando la mayor diferencia sobre el segundo clasificado.

      1. La esperanza del ciclismo aficionado español

      Nada hacía presagiar que, cuando los padres de Viejo tuvieron que introducir a su pequeño hijo, sujeto con arneses, en un pozo del minúsculo pueblo de Valdearenas para tratar de aliviarle sus padecimientos derivados de unas hernias inguinales, ponían en riesgo (o salvaban, vayan ustedes a saber) la luego prolífica carrera del ciclista amateur en el que se convirtió José Luis.

      Un frío dos de noviembre de 1949, en Yunquera de Henares, una localidad de poco menos de cuatro mil habitantes en la que hoy (y desde el pasado 17 de abril de 2016) existe un pabellón dedicado a su recuerdo, José Luis Viejo nacía en el seno de una humilde familia de ganaderos, la ocupación habitual en la zona.

      Su afición por la bicicleta le llevó pronto a descollar entre los jóvenes de la tierra. De hecho, su primera victoria, como en tantas otras ocasiones, se dibuja en una carrera local en la que nuestro héroe participa con una bicicleta prestada, de la familia.

      Ya, en 1971, con solo 22 años, el alcarreño empezó a poner de manifiesto sus innatas cualidades cuando, en el Mundial amateur disputado en Mendrisio, obtuvo la medalla de bronce en una apretada llegada final en la que el oro fue a parar al galo Régis Ovion (ese mismo año, ganador del Tour del Porvenir) y la presea de plata al belga Freddy Maertens (huelgan especiales presentaciones para quien luego sería dos veces campeón del mundo, en categoría élite, y vencedor de la Vuelta a España, por citar los momentos más estelares de un lustroso y prestigioso palmarés).

      En esa misma temporada, Viejo levantará los brazos en una etapa de la Vuelta a Toledo y se alzará con la general de la Vuelta a Navarra. Pero su momento más esplendoroso se escenificó gracias a su participación en los Juegos Mediterráneos, representando a nuestro país, en un cuarteto formado por José Tena, Carlos Melero y Javier Elorriaga, en la disciplina de contrarreloj por equipos. Fue una tarde de gloria para los nuestros, los cuales, desarrollando una prestación excepcional, se hicieron acreedores del oro y el cajón más alto del pódium. Fruto de su destacada trayectoria durante 1971, Viejo es nombrado mejor ciclista español amateur de la temporada.

      El año siguiente, enrolado aún en La Casera- Bahamontes, Viejo confirmaría que la mirada de aquéllos que veían en él un hombre de posibilidades para el futuro no se hallaba errada. De este modo, nuestro protagonista obtendría una importante victoria en la primera edición del Memorial Valenciaga (la prueba quizá más señera del calendario amateur y que ha alcanzado ya cuarenta y seis ediciones consecutivas, contando entre sus vencedores a hombres como Freire, Gorospe, Purito o Mikel Nieve), además de llevarse la Vuelta a Polonia (una gesta de gran relevancia, en atención a que solía ser terreno vedado para todo aquél que no fuera del Este) y el título de campeón de España por regiones.

      Con el cartel de jefe de filas, Viejo acude a los Juegos Olímpicos de Múnich, en los que su participación, tras los previos éxitos cosechados, se ha de calificar más bien como anónima (decimosegunda posición en la contrarreloj por equipos y trigésimo séptima en la prueba de ruta. En aquella ocasión, la parroquia española pudo festejar el bronce de Huélamo, aunque la alegría tornó en rápida decepción cuando el conquense dio positivo por consumo de niquetamida y fue descalificado).

      Con todo, en su paso a profesionales con La Casera, Viejo concita un insuperable interés, y no son pocas las voces que le evocan como el posible continuador de las gestas del hombre de la época, Luis Ocaña, quien, ese mismo año de 1973, se sacaba la espina (parcialmente) de lo ocurrido en Orcières Merlette y se imponía en el Tour de Francia. Y decimos parcialmente porque su triunfo, digno de todas las alabanzas, y superando a rivales de gran entidad (como Thevenet, Zoetemelk, Van Impe, Agostinho o Fuente), quedaba algo empañado por la ausencia en la competencia del todopoderoso Eddy Merckx. Avatares de la vida, la jornada de mayor éxito de Viejo llegaría cuando éste se encontraba a las órdenes del de Priego, pero no adelantemos acontecimientos.

      En esa temporada, la de 1973, al igual que en la siguiente, la que sería la última en el equipo La Casera, la progresión del alcarreño se estanca y tan solo puede obtener tres victorias de etapa. Dos en el primer año, en la Vuelta a Andalucía (donde también se lleva la clasificación de la montaña) y en la Vuelta a Aragón, y la última en la Vuelta a Asturias.

      En 1975, Viejo llega al Super Ser, donde prestará servicios durante dos años y, luciendo su maillot, cosechará el instante más espectacular de toda su carrera profesional. Su primer capítulo con la nueva camiseta se encuentra yermo de momentos dignos de reseña.

      El equipo era la creación del empresario navarro de estufas y frigoríficos Ignacio Orbaiceta quien, con carácter previo, había hecho sus pinitos en el mundo del ciclismo (luciendo en su palmarés, como mayor éxito, el triunfo en una etapa de la edición de la Vuelta a España de 1946, la que unía Cáceres con Badajoz).

      El Super Ser amparó dos de las tres últimas temporadas de Ocaña como ciclista. Lo cierto es que, a pesar de la apuesta, el conquense apenas dejó

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