Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio Fernandez
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Kant, en una posición análoga a la de Descartes, ve el progreso de las ciencias físico-matemáticas y se pregunta si los problemas de la metafísica no están causados por una incorrección en el método empleado. En este sentido, la Crítica es un tratado sobre el método que debería seguir la metafísica. Kant se encuentra en un ambiente intelectual en el que muchos han negado la posibilidad de la metafísica. Según nuestro autor, hay que averiguar si existe alguna función en nuestro conocimiento que llegue hasta lo incondicionado, a lo que trasciende la experiencia. Y se trata de una investigación no sólo teórica: se busca lo incondicionado para basar sobre ello la moral. De este modo, la Crítica de la razón pura es un trabajo previo —no sólo en sentido cronológico— a la Crítica de la razón práctica, en donde trata acerca de la moral. La totalidad de la filosofía, según Kant, debe responder a estas tres preguntas: ¿qué puedo saber?; ¿qué debo hacer?, ¿qué me es permitido esperar?
Se ha afirmado que Kant realiza una revolución copernicana en la teoría del conocimiento. ¿Qué significa esta expresión? Tradicionalmente, la prioridad en el proceso del conocimiento la tenía el objeto. El sujeto, mediante la sensibilidad y la inteligencia se adecuaba al objeto. Ahora, en cambio, es el sujeto el que tiene la prioridad. Según Kant, el sujeto se encuentra frente a un conjunto de sensaciones desordenadas. Es el contenido de lo que llamará fenómeno sensible. Estas sensaciones es lo único que aporta el objeto. Todo lo demás será una construcción del sujeto cognoscente. En concreto, la primera actuación del sujeto sobre el fenómeno sensible es la ordenación de las sensaciones a través del espacio y el tiempo. Hay que subrayar que espacio y tiempo no se encuentran en la realidad: son formas a priori del sujeto.
Cuando Kant habla de a priori se está refiriendo a algo anterior al conocimiento sensisble. El sujeto ordena las sensaciones espacio-temporalmente aplicando estas formas subjetivas. Posteriormente, el obrar del sujeto sobre el objeto se concreta en la aplicación de las categorías o conceptos del intelecto, que tienen la función de juzgar. Hay tantas categorías como tipos de juicio.
Las sensaciones ordenadas espacio-temporalmente son ulteriormente ordenadas y unificadas por las categorías. Kant pone al culmen del proceso cognoscitivo el Ich denke o apercepción trascendental, que es la función unificadora fundamental del intelecto. Es la estructura del pensar común a todo sujeto empírico: aquello por lo que cada sujeto empírico es un sujeto pensante y consciente.
Llegados al final del proceso de conocimiento, vemos cómo prácticamente todo lo aporta el sujeto, construyendo el objeto a partir del fenómeno sensible. No se trata todavía de un idealismo puro, puesto que el sujeto actúa sobre el fenómeno sensible. Sin embargo, el fenómeno (lo que aparece ante el sujeto) está encubriendo u ocultando la cosa en sí (noúmeno). La tradición empirista que pesa en Kant le impide alcanzar un conocimiento que rebase el fenómeno sensible. Los noúmenos o cosas en sí permanecen inalcanzables al sujeto cognoscente. Y si la metafísica es la ciencia de las cosas en sí, desde un punto de vista gnoseológico se torna en un imposible. Pero Kant, al concebir la intuición sensible limitada a los fenómenos, está admitiendo tácitamente un sustrato nouménico. Es más, el concepto de noúmeno es necesario, para que la intuición sensible no se extienda hasta la cosa en sí, que se erige como límite que no hay que traspasar.
Negada la posibilidad de un conocimiento nouménico, ¿queda algún espacio para la metafísica? Kant, como hemos dicho, afirma la imposibilidad de ir más allá de la experiencia sensible, si queremos tener un conocimiento riguroso. Pero la razón siempre trata de superar ese límite, y por esta causa cae necesariamente en errores y en ilusiones. Esta es la forma de funcionar de la razón. Kant llama precisamente dialéctica trascendental a la «crítica del intelecto y de la razón respecto a su uso hiperfísico, con el fin de desvelar la apariencia falaz de sus presunciones infundadas, y reducir sus pretensiones de descubrimiento y ampliación de los conocimientos, que ella se ilusiona de obtener merced a principios trascendentales, al simple juicio del intelecto puro y a su preservación de las ilusiones sofísticas»19. Hay que añadir que, para Kant, estas ilusiones son naturales: podemos defendernos de ellas, pero no las podemos eliminar.
Kant denomina razón al entendimiento que va más allá del horizonte de la experiencia posible. Pero dado que esta tendencia es natural, Kant también llamará a la razón «facultad de lo incondicionado», en el sentido que manifiesta la exigencia de absoluto que hay en el hombre. La razón es la facultad de la metafísica, y su función no es la del intelecto —es decir, juzgar— sino la de razonar mediante silogismos.
Hay tres tipos de silogismos: categórico, hipotético y disyuntivo, a los que corresponden tres ideas: la idea psicológica (alma); la idea cosmológica (mundo) y la idea teológica (Dios). A partir de estos presupuestos, Kant desarrolla la crítica de la psicología racional, de la cosmología racional y de la teología racional, concluyendo que estas tres ideas son ilusiones no demostradas científicamente. Después de haber analizado la distintas partes de la Crítica de la razón pura, hay que seguir a Kant en sus conclusiones: una metafísica como ciencia es imposible, porque las síntesis a priori que estarían en la base de dicha ciencia —las ideas de alma, mundo y Dios— supondrían un intelecto intuitivo, y la dialéctica trascendental ha mostrado los errores y las ilusiones de la razón como facultad de la metafísica.
Sin embargo, las ideas de alma, mundo y Dios tienen un uso regulativo: sirven como esquemas para ordenar la experiencia, como si todos los fenómenos concernientes al hombre dependiesen de un principio único; como si todos los fenómenos de la naturaleza dependiesen unitariamente de principios inteligibles; como si la totalidad de las cosas dependiese de una inteligencia suprema.
Desde el punto de vista científico no podemos ir más allá de la experiencia sensible. Por eso, la metafísica no es posible como ciencia. Sin embargo, a través del uso práctico de la razón, como veremos a continuación, Kant se acercará al mundo de los noúmenos.
Cabe añadir que cuando Kant habla de metafísica tiene en mente la metafísica racionalista del siglo XVII. Sus críticas no hacen mella a la metafísica clásica, que a diferencia de la metafísica dogmática, parte de la experiencia y se sirve de la abstracción para llegar a conocimientos universales y necesarios.
c) La moral kantiana
La Crítica de la razón pura respondía a la pregunta sobre el conocimiento: ¿qué podemos conocer? En cambio, la Crítica de la razón práctica, debe responder a la pregunta sobre la moral: ¿qué debemos hacer? La respuesta de la moral kantiana será tan revolucionaria como la de la teoría del conocimiento.
La moral kantiana es una moral del deber. Hasta Kant, el concepto básico de la moral era el de bien, que se ponía en relación con el fin último del hombre. En cambio el filósofo de Königsberg considera que tal concepción de la moral es en sí misma inmoral.
Kant se encuentra frente a una concepción empirista del bien, entendido como placer o interés. Respecto a esta doctrina, parece clara la crítica kantiana: la tendencia hacia un bien es una tendencia egoísta, hedonista y utilitaria. La crítica de Kant, por el contrario, pierde fuerza frente a la moral racionalista que entiende el bien como un absoluto