Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio Fernandez
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4. La Ilustración francesa
Si bien se tiende a pensar que la Ilustración es un fenómeno típicamente francés, no podemos olvidar que los primeros ilustrados fueron ingleses. A este hecho cronológico se debe añadir el profundo influjo que ejerce la Ilustración inglesa sobre la francesa. La imagen popular de la Ilustración francesa — les Lumières— se debe a la radicalización de algunas actitudes teóricas ilustradas, que en las islas británicas aparecían bajo el manto de la moderación. Los excesos siempre han tenido una mayor resonancia en la memoria colectiva, y el materialismo, el ateísmo, los ataques contra la Iglesia Católica y los horrores del Terror revolucionario son elementos característicos de la imagen popular de la Ilustración francesa.
Aunque estos elementos son verdaderos, no todas las manifestaciones del pensamiento francés del siglo XVIII se pueden encuadrar en este esquema. Hay un aire de familia común, dentro del cual hay que hacer distinciones. En las siguientes páginas trataremos de ofrecer un cuadro de conjunto de estos philosophes, que son importantes no tanto por la profundidad de sus ideas, sino sobre todo por el influjo que ejercerán en la categorías populares de pensamiento.
a) Pierre Bayle, el precursor
Pierre Bayle (1647-1706) es considerado por casi todos los historiadores como el principal predecesor de los philosophes. Bayle presenta un conjunto de principios teóricos que después serán desarrollados con amplitud durante el siglo XVIII. El autor del Diccionario histórico-crítico considera que las controversias teológicas —tanto entre catolicismo y protestantismo como entre escuelas católicas— son confusas e inútiles. La causa de estas disputas es la falta de claridad en los juicios y la existencia de prejuicios. En el fondo, todos están de acuerdo sobre las cosas fundamentales. Si las controversias teológicas son tan frecuentes, las disputas metafísicas lo son todavía más. Dígase lo que se quiera sobre la demostración racional de la existencia de Dios o de la inmortalidad del alma, siempre habrá demostraciones en sentido contrario. Además, permanece el problema del mal en el mundo, inconciliable con la existencia de un Dios omnipotente, infinito y omnisciente.
Frente a las disputas metafísicas y teológicas no queda otra cosa sino tolerar. La tolerancia es la única respuesta racional a los diversos puntos de vista sobre las cosas que superan el poder de la razón. Además, es necesario separar religión y moral. Según Bayle, la vida vivida de los hombres de todos los tiempos demuestra que no hay un vínculo indisoluble entre creencia religiosa y práctica moral. Por eso no ve ningún problema en afirmar la posibilidad de una sociedad de ateos que obre moralmente bien.
Las críticas a la actitud intelectual de Bayle, considerada por algunos como proclive al ateísmo, surgió un poco por todos lados. Leibniz tratará de dar una respuesta, en polémica con Bayle, al problema de la relación entre omnipotencia divina y existencia del mal. Sin embargo, la tolerancia como base de la convivencia civil —tolerancia que en Bayle tiene fuertes connotaciones de indiferentismo— y la separación entre religión y moral son la herencia que Bayle dejó a las generaciones futuras.
b) La Enciclopedia
Si la unanimidad de los historiadores en considerar a Bayle como el gran precursor de la Ilustración es casi total, lo mismo sucede con la afirmación de la importancia de la Encyclopédie como símbolo de la nueva corriente de pensamiento. La Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des arts et des métiers fue obra de muchos autores, bajo la guía de Diderot y de D’Alembert. Este último se retiró de la redacción en 1758. La Enciclopedia está compuesta por treinta y cinco volúmenes, publicados entre 1751 y 1780. La edición de la obra no fue fácil, ya que el gobierno francés consideró algunos artículos como perjudiciales tanto para el poder político como para la autoridad de la religión. Como sucede en toda obra en la que intervienen muchas firmas, el conjunto de la Enciclopedia es desigual desde el punto de vista filosófico y científico. Autores como Turgot, Rousseau, d’Holbach aparecen junto a otros autores más bien desconocidos. Sin embargo, lo que nos interesa más al tratar sobre la Enciclopedia no son las cuestiones de detalle, sino el espíritu básico y la finalidad de esta obra. Tal finalidad consistía en el proveer al lector de su tiempo una información de conjunto sobre los elementos del pasado y del presente, para echar las bases de una sociedad del futuro más humana y racional. No era una finalidad puramente científica o instructiva: en el fondo del proyecto enciclopédico se sostenía una ideología de tipo racionalista, que ponía en duda las certezas recibidas por la tradición, y juzgaba —aunque en forma moderada, por prudencia política— los mismos fundamentos del poder político y de la Iglesia Católica.
Hija de su tiempo, la Enciclopedia no se la debe ver sólo como un manifiesto anticlerical —cosa no del todo justa, dado que hay voces concernientes a la fe escritas con un criterio bastante ortodoxo—, sino también como una revaloración positiva de las artes y oficios populares. Efectivamente, la Enciclopedia ofrecía por la primera vez al lector curioso un cuadro casi completo de los oficios manuales, de las técnicas agrícolas, de los diversos y complicados procesos de trabajo artesanal. El empirismo —que está en la base de la Ilustración, junto con muchos elementos del racionalismo— y la consideración del universo material como una inmensa máquina — tout court, el mecanicismo— servían de marco teórico adecuado para la rehabilitación de los oficios técnicos.
Los dos principales responsables de la Enciclopedia, como hemos ya mencionado, fueron Denis Diderot (1713-1784) y Jean Le Rond D’Alembert (1717-1783). El primero recibe el influjo de Shaftesbury, y escribirá un Ensayo sobre el mérito y la virtud, que es una traducción de la obra del inglés, con añadidos personales. Estuvo en Rusia, donde tuvo con su protectora, la zarina Catalina II, conversaciones filosóficas. Respecto a su actitud religiosa, pasa por distintas etapas, donde no están ausentes el deísmo, el panteísmo y el ateísmo. Diderot no tiene un sistema filosófico estable, y para lograr obtener una idea de conjunto de su pensamiento habría que hacer coincidir el materialismo de su Sueño de D’Alembert con el idealismo moral de algunas de sus voces de la Enciclopedia.
El pensamiento de D’Alembert parece más coherente. Además de filósofo, fue un gran matemático y físico. Desde el punto de vista de su filosofía tiene particular importancia el Discurso preliminar de la Enciclopedia. D’Alembert considera que Locke es el padre de la filosofía científica, y ve con satisfacción el progreso de la filosofía en el Siglo de las Luces. En la base de su concepción filosófica existe un fenomenismo decidido, que es un auténtico positivismo avant la lettre: tanto el filósofo como el científico deben describir y poner en relación los fenómenos observados empíricamente. Superar el límite del fenómeno es ir más allá de las capacidades del conocimiento. Por lo que se refiere a la moral, D’Alembert piensa que se basa en la conciencia del deber hacia el prójimo, conciencia que servirá de punto de apoyo para fundar una sociedad civil sobre la base del acuerdo del propio interés con el fin de la sociedad, que coincide con el bienestar y la felicidad comunes.
c) El materialismo