Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio Fernandez

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Historia de las ideas contemporáneas - Mariano Fazio  Fernandez Historia y Biografías

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no únicamente, hacia la filosofía británica de corte empirista. Pero esta dirección del pensamiento terminaba en el escepticismo: la metafísica como conocimiento último de la realidad de las cosas será sólo una quimera; la teología como ciencia, una contradicción; la moral objetiva se convertirá en una ética hedonista y utilitarista.

      Habrá que esperar hasta el siglo XX para encontrar propuestas filosóficas que, aceptando el punto de partida de la Modernidad —es decir, la subjetividad—, recuperen el ámbito del ser.

      Esta será la tarea del espiritualismo y del personalismo contemporáneos. En tales propuestas, el sujeto no se identifica con la conciencia, sino que es un sujeto que al mismo tiempo es un ser.

      2. Introducción a la Ilustración

      Ilustración, Aufklärung, Enlightenment, Illuminismo, Les Lumières son palabras que, en lenguas distintas, sirven para identificar un movimiento cultural, una forma de ver el mundo, una Weltanschauung que, si bien contiene elementos filosóficos evidentes, supera el campo estrictamente filosófico.

      Cronológicamente, la Ilustración pertenece al siglo XVIII, y es un fenómeno cultural eminentemente europeo, cuyos desarrollos más importantes se producen en Inglaterra, Francia y Alemania. El periodo histórico marcado por la Ilustración, cargado de estímulos intelectuales y filosóficos, pero carente, al mismo tiempo, de una figura que sea un punto de referencia obligatorio, es, en este sentido, análogo al periodo renacentista. Hay un ambiente filosófico que lo abarca todo: en esto reside su especificidad, en ser un ambiente, una forma de pensar.

      Como se desprende de la definición kantiana, la llave teórica de la Ilustración está constituida por la razón. Pero ¿de qué razón se trata? No es la racionalista de los sistemas metafísicos del siglo XVII, aunque haya heredado el optimismo en su capacidad.

      Es más bien la razón empirista de los ingleses, que invita a permanecer dóciles a los datos de los sentidos y a los resultados de los experimentos. La razón ilustrada no será ya el lugar de los espíritus, el depósito de las ideas innatas, sino una razón entendida como facultad, como capacidad de conocer. Capacidad o fuerza inagotable, que llevará hasta el conocimiento de los misterios insondables de la naturaleza. El apegamiento de la razón dieciochesca a la experiencia sensible ayudará al desarrollo de las ciencias naturales: botánica, química, zoología, historia natural, medicina.

      Por otro lado, la fe en la capacidad de la razón se manifestará en otro concepto clave para entender la Ilustración: la noción de progreso. El intelectual de este periodo considera que la extensión de las luces llevará a una vida más humana, más prudente y más confortable. La Ilustración será el primer periodo de la historia en la que surge una disciplina nueva: la filosofía de la historia. Con ella se emprende un análisis de la historia humana desde un punto de vista universal y progresivo. La historia es el desarrollo de la razón, que hace que el hombre salga de las tinieblas medievales y entre en el reino de la racionalidad.

      Esta visión optimista y progresiva de la historia está muy relacionada con otra de las características de la razón ilustrada: el rechazo de la tradición. Todo fenómeno social o espiritual que no pueda ser explicado por la razón humana es, para la Ilustración, un mito o una superstición. Así, el antitradicionalismo se concreta en el rechazo de la religión revelada —especialmente del catolicismo— y en la construcción teórica del deísmo, es decir una religión sin misterios, a la medida de la razón, para la que es suficiente afirmar la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y la vida futura como todo contenido de la religión. La actitud ilustrada respecto a la religión se pondrá de manifiesto en Alemania con el proceso de racionalización de los dogmas, y en Inglaterra y Francia con la defensa de la tolerancia, que en este periodo tendrá frecuentemente como base el indiferentismo religioso.

      Junto al rechazo de la religión revelada se encuentra el deseo de un cambio social. La monarquía absoluta, la transmisión hereditaria del poder, la desigualdad social apoyada en las circunstancias del nacimiento, el pacto colonial de las distintas metrópolis aparecen a los ilustrados como cosas inexplicables desde un punto de vista racional. Así, la Ilustración, inspirándose en la teoría política de Locke —de quien nos ocuparemos más adelante—, presentará un programa político liberal y democrático, que en Francia se identificará con el programa revolucionario.

      Lamentablemente, la alianza entre el Trono y el Altar, característico del Ancien Régime, no ayudó a entender la diferencia entre las circunstancias históricas concretas y el contenido divino de la Iglesia Católica. Los ataques contra el orden social establecido —ataques en buena medida necesarios y justos en defensa de la dignidad de la persona humana— se dirigieron contra la Iglesia misma. De este modo, a causa de los malentendidos de una parte y de otra, la filosofía política y social del siglo XVIII lleva el sello del anticatolicismo, aunque hay excepciones importantes.

      Dos ámbitos básicos del saber humano, la moral y el derecho, sufrirán cambios radicales en este periodo. La moral ilustrada es una moral laicista, es decir una moral que no mantiene ninguna relación con la trascendencia, y que presenta importantes ingredientes utilitaristas. Al mismo tiempo, el derecho natural, que la segunda escolástica de la Escuela de Salamanca presentaba unido al destino trascendente del hombre, será secularizado. El nuevo derecho natural tenderá hacia la afirmación de la autonomía absoluta de lo temporal. Surgen así sistemas racionalistas del derecho, que se basan en una visión fuertemente voluntarista del derecho positivo.

      La Ilustración fue un movimiento cultural de élite. La burguesía será el grupo social en donde se desarrollarán con más vigor los nuevos principios. Pasado un cierto tiempo, las categorías propias del pensamiento ilustrado se extenderán por toda Europa y América, configurando una forma de pensar popular.

      La fe en el progreso pone en relación a la Ilustración con el positivismo; la concepción de la moral y de la política la ligan con el liberalismo y el utilitarismo; la visión universal de la historia y la afirmación de la racionalidad en su devenir acercan las actitudes ilustradas a Hegel y, en cierto sentido, a Marx. Sin embargo, la mayor toma de conciencia de algunos aspectos de la dignidad de la persona humana ponen de manifiesto el humus cristiano que sirve de base a la Modernidad, si bien muchas veces tal humus se encuentra escondido bajo una fuerte secularización entendida como autonomía total y absoluta de lo temporal respecto a la instancia trascendente.

      3. La Ilustración inglesa

      En Inglaterra la Ilustración se centró fundamentalmente en los ámbitos de la religión y de la moral. Esto no significa que no haya otros intereses, sobre todo en lo que se refiere

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