Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio Fernandez

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Historia de las ideas contemporáneas - Mariano Fazio  Fernandez Historia y Biografías

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los bienes de sus súbditos, como si fueran esclavos. La propiedad de los bienes que se poseen según las leyes es inviolable. Gobierno absoluto significa gobierno legítimo, donde las personas son libres bajo la autoridad pública.

      Pero a pesar de que los reyes son imágenes de la divinidad, no olvida recordar la condición humana de los reyes terrenos: «Lo repito, vosotros sois dioses, es decir tenéis en vuestra autoridad y lleváis sobre vuestra frente un carácter divino… Pero, oh dioses de carne y de sangre, oh dioses de fango y de polvo, vosotros moriréis como hombres… La grandeza separa a los hombres por un poco de tiempo; un fin común iguala a todos. ¡Oh reyes!

      Ejercitad, por tanto, audazmente vuestro poder, porque es divino y saludable al género humano, pero ejercitadlo con humildad.

      La doctrina política de Bossuet realiza una lectura exagerada de la afirmación paulina del origen divino del poder. Si tenemos en cuenta lo dicho en la introducción a esta parte del libro, el derecho divino de los reyes se inscribe no en la tradición cristiana sino en la clerical, pues no se distinguen suficientemente los órdenes natural y sobrenatural y los poderes político y espiritual.

      Dicha confusión produciría consecuencias graves en la relación entre la Iglesia y en Nuevo Régimen, como tendremos oportunidad de estudiar en la cuarta parte de esta obra.

      c) El contrato social de Hobbes

      En su autobiografía, Thomas Hobbes (1588-1679) afirma que su madre lo trajo al mundo prematuramente, pues estaba dominada por el terror suscitado por la llegada de la Armada Invencible a las costas de Inglaterra. En parte bromeando, y en parte hablando seriamente, nuestro filósofo escribe que el miedo es su hermano gemelo. Efectivamente, la finalidad última del pensamiento de Hobbes es el establecimiento de la paz y del orden entre los hombres, de modo tal que se aleje el peligro de una muerte violenta. Para entender con más profundidad esta finalidad es necesario tener presentes las circunstancias político-sociales inglesas del siglo XVII, donde las disensiones internas y la guerra civil condicionaban la vida diaria de los británicos.

      La teoría del contrato social fue utilizada por Hobbes, cuya obra política Leviathan representa la elaboración racional más acabada para fundamentar el poder absoluto. Partiendo de una concepción nominalista de la naturaleza humana, Hobbes considera que el hombre es un individuo asocial. Antes de entrar a formar parte de la sociedad, el hombre vive en estado de naturaleza. Hobbes no ha sido el primero en hablar de este estado pre-social: es un locus communis de la tradición jurídica romana y medieval. En el filósofo inglés, este estado de naturaleza está descrito con colores fuertes, que evidencian su antropología de corte materialista.

      Para nuestro filósofo, todo hombre, en el estado de naturaleza, tiene derecho a todas las cosas: Natura dedit omnia omnibus, la naturaleza ha dado todo a todos. Este hecho es la causa de un estado de guerra generalizado entre los hombres, quienes, impulsados por su instintos, exigen para sí mismos la totalidad de los bienes de la naturaleza. Se trata de la guerra de todos contra todos — bellum omnium contra omnes—. Se crea así un estado de contradicción del hombre consigo mismo y con los demás, en el sentido que el derecho universal de un individuo va contra el mismo derecho de otro. Por eso , homo homini lupus, el hombre es un lobo para el hombre, el individuo se transforma en el enemigo declarado de los demás.

      El estado de naturaleza no es, según Hobbes, necesariamente un estado histórico de la humanidad. Más bien, es un intento teórico de expresar la condición natural de los hombres considerados en sí mismos, prescindiendo de circunstancias históricas específicas. Hay que tener en cuenta, como ya hemos advertido, el contexto histórico en el que Hobbes elabora su doctrina, marcado por la guerra civil, los enfrentamientos religiosos y las tensiones entre la corona y el parlamento.

      El medio más eficaz para conservar la paz es la renuncia de cada uno a sus propios derechos y a la propia libertad —a su propio poder—, en la medida en que esta renuncia implique establecer la paz entre los hombres. Se puede estipular un pacto entre los individuos, que hará cesar el estado de guerra propio del estado de naturaleza. El pacto no consiste sólo en una renuncia, sino en una cesión mutua del derecho de cada hombre sobre todas las cosas.

      La transferencia de los derechos individuales convierte a la masa en unidad, y da lugar al Estado, llamado Leviatán, y que es configurado como un dios mortal. El Estado es una persona única, denominado soberano; las demás personas son súbditos o ciudadanos. El poder del soberano es absoluto, y conserva irrevocablemente los derechos de los ciudadanos, pues Hobbes quiere que el Estado sea una auténtica garantía para salvaguardar la paz. «El Estado —señala Mario D’Addio— es la fuerza que constriñe a la naturaleza lobuna del hombre a convertirse en social, mediante el temor que tal fuerza debe infundir a los hombres para que se mantenga la paz y se garantice la seguridad.

      El carácter absoluto del poder soberano deriva de la suma de los poderes individuales que los hombres han cedido mediante el pacto. Esta cesión es irrevocable —de otra forma sería imposible conservar la paz— y por lo tanto no permanece ningún derecho de resistencia frente a la autoridad política, a no ser en el caso de que dicha autoridad no garantice la seguridad y el orden. Las leyes civiles son la voluntad del soberano, único y sumo legislador.

      Al

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