Psicología y psicoterapia transpersonal. Manuel Almendro

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Psicología y psicoterapia transpersonal - Manuel Almendro Psicología

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enseñar si antes no se ha aprendido, no en acumulación sino en la propia transformación. Es el libro del cuerpo. El chamán se sirve de plantas de poder que por alguna razón existen repartidas por todo el planeta; su transformación es guiada por un espíritu, así tiene acceso a la medicina sagrada. El chamán tiende a ser un hombre de conocimiento, diferenciándose del hechicero. El chamanismo, hoy, se transvasa a muchos buscadores occidentales que recogen así el testigo, lejos de la connotación variopinta de la choza y la maraca. El chamanismo ha alcanzado grandes perspectivas en las psicoterapias occidentales, sobre todo, como ya hemos expresado en otras ocasiones, por lo que conlleva de chamanización del terapeuta en su condición de transformación previa, de curador herido, lejos de una formación racional acumulativa y sin transformación. Antropólogos, profesores de diversas áreas (psicología, religiones, medicina, psiquiatría y psicología, etc.), se han dedicado a estudiar esta antiquísima tradición de comprensión de la vida en los cuatro rincones del planeta donde aún persiste. Tradición –lo que ha sido legado– que no pocos investigadores consideran similares a sus hallazgos; por ejemplo, Grof considera compatibles sus teorías con los antiguos sistemas de cartografiación chamánica.

      Con una mayor dedicación a lo chamánico tenemos a Michael Harner, que es uno de esos antropólogos que pasaron de ser observadores asépticos que miran a los indios como “bichitos de estudio”, a involucrarse y ser uno más, y por supuesto a quedarse pasmado de lo que se “cocía” en aquellos extraños rituales. Michael Harner se caracteriza por su interés en transvasar la formación del chamán a escala occidental y procurar la formación de los mismos en sus cursos. No cabe duda de que la explosión Castaneda dejó sembrado el terreno. Harner distingue entre chamanes, médiums y conductores ceremoniales, como hechiceros y hechiceras. El chamán (palabra original de los tungus de Siberia) es de carácter activo, viaja hacia los espíritus, buscándolos en su propio mundo, conservando el control mientras permanece con ellos, a diferencia del médiun que es poseído voluntariamente. El hechicero es más bien un ritualista que actúa en la realidad ordinaria como un sacerdote, aunque también hay chamanes que son a la vez sacerdotes. El chamán se comunica con la naturaleza, habla con las plantas, los animales, pleno de humildad, totalmente afianzado en la realidad ordinaria. Es curioso que el buen chamán no se reconozca a sí mismo como tal; ello lo tiene en la realidad no ordinaria, donde el contacto con los espíritus le valida como tal.

      Un aspecto interesante de Harner es el asesoramiento chamánico en cuanto a lo pedagógico se refiere, aunque él estuvo en su proceso de aprendizaje en contacto con tribus (conibos, jívaros, etc.) participando de la ingestión de sustancias alucinógenas tales como ayahuasca, guayusa, maikua, y así comenzó su antropología de los espacios no ordinarios. Hoy actualiza los medios sirviéndose de la electrónica, partiendo de la premisa de que no somos indios: de ahí el Harner Method Shamanic Counseling. El sonido de los tambores por auriculares y la narración simultánea permiten tener una visión completa del ECC: el estado de consciencia chamánica. El viaje es de búsqueda de contacto íntimo entre el individuo y el mundo del espíritu, sin intermediarios, aconsejadores ni interpretadores, hacia el encuentro de respuestas de importancia vital para la vida del “aventurero”, siendo en la realidad no ordinaria en donde las hallará y donde hallará a los verdaderos asesores. El auténtico asesor chamánico tiende a que el que realice el viaje no dependa de nadie para responder a las preguntas. Por ello no se practica la psicoterapia, e incluso a los psicoterapeutas se les previene con cierta “desprogramación;” por ello Harner aconseja a los asesores potenciales que brinden al chamanismo la oportunidad de funcionar por su cuenta ya que no necesita de “mejoras” con conceptos y técnicas de otros sistemas. En sus libros y en su cursos de formación Harner explica su proceso tanto personal como pedagógico.

      Como hemos expresado anteriormente, son muchos los estudiosos del chamanismo, lo cual diversifica las posturas. Hay quien compara el éxtasis cha-mánico con la mística cristiana y quien los diferencia; se discute si es o no un fenómeno religioso; se propone la existencia de un neo-chamanismo, etc. Parecen más bien asuntos de tipo intelectual que poco revierten sobre la esencia del proceso.

      Entre otros autores-vivenciadores están Miguel Palafox Vargas y Alvaro Estrada, aunque menos conocidos, pues no están dentro del poderoso contexto económico norteamericano. El primero convivió con los huicholes dándonos una completa descripción de sus vidas y sus costumbres, así como de experiencias con la peregrinación del peyote. El segundo relata su relación con María Sabina, quien con sabia ingenuidad respondía: «las cositas (hongos) me dicen qué decir y cómo cantar». María Sabina se revela como una de las maestras del chamanismo mexicano desde que la noche del 29-30 de julio de 1955, R. Gordon Wasson se iniciara en su primera velada de hongos –puro derrumbe– en plena sierra Mazateca. El chamán mazateco, vocablo que significa “hombre venado” procedente de la sabiduría chichimeca y del maya quitxé distingue entre chotá-a-chi-née “la persona sabia” y el tji-ée “el hechicero”, en un plano interior. En un plano intermedio estaría el chotáa-xi-bendáa, el “curandero”.

      Joan Halifax, antropóloga y exploradora del budismo y del chamanismo, opina que el psicoterapeuta tiene que aprender mucho del “curador herido”. Esto es tan importante que incluso el chamán no puede curar lo que él mismo no haya atravesado. Ya sabemos que nuestra estupidez racionalista tacha a estos chamanes de esquizofrénicos; lo doloroso es que se atreva a opinar por soberbia, lo que desde esa perspectiva ni se entiende, ni se puede entender. Joan Halifax apunta la conveniencia de que el psicoterapeuta investigue ciertas maneras de curar del chamán. Por ejemplo: la prescripción de soledad a la gente enferma, a veces en sitios acogedores, ayunando durante tres días y noches, costumbre que no es muy diferente de la terapia morita que se basa en el budismo zen, donde el paciente es puesto en una habitación vacía para pasar por un período de aislamiento. La utilización de la ermita para la búsqueda de visión interna es otro contexto usado por los indios de las praderas americanas, donde se busca el contacto con el Espíritu para encontrar el propio camino. Joan Halifax critica a las psicoterapias convencionales porque su contexto prohíbe o inhibe la expresión de la negatividad del sufrimiento originado en los estados más profundos, tendiendo a moldearlos en conceptos y en símbolos, lo cual producirá comprensión, pero también un distanciamiento con respecto a la vivencia de los estados «en carne viva». Añade que las terapias humanistas y transpersonales sí que se acercan a ello, pero critica en el caso de algunas terapias transpersonales que aunque provocan estados muy profundos, suelen dar mucha importancia a estados altos de consciencia, estados placenteros del ser que no siempre llegan a lo realmente esencial, para añadir que mucha gente usa las tradiciones espirituales para encubrir sentimientos de extrema negatividad, aferrándose a sus almohadones de meditación como si fueran balsas. Es interesante recalcar el vínculo estrecho que Halifax establece entre chamanismo y budismo marcado por sus propias experiencias e investigaciones en ambos campos. El budismo Vajrayana floreció en la religión chamánica bompo del Tíbet. (Recordemos a Trungpa.) lo que también sucedió en la orden zen chogie de Corea. Para Halifax el chamanismo es primordialmente un diálogo con la verdad a través del vehículo de la naturaleza, es decir una tradicición terrenal que conduce hacia lo celeste, mientras que el budismo sería lo contrario, es decir, lo mismo, (conclusión mía). El Nierika – la mente en forma de flor inacabable– en el rostro del huichole Don José, hecha de múltiples generaciones de todos aquéllos que han recibido el influjo de la sabiduría, también se produjo en Bhután en compañía de un maestro tibetano. El silencio de la mente carente de movimiento –principio zen– facilita el inicio del viaje chamánico. En ambas perspectivas se parte de lo mismo: la danza de la impermanencia contenida en la danza de la interdependencia.

      Halifax ya no está en Ohio, donde programaba enseñanzas junto a otros maestros. Hoy día, después de superar algún obstáculo, vive en el sur de California, en esos pueblos de raigambre hispánica. Sus enseñanzas siguen esas dos vías chamanobudistas, en sus publicaciones y en sus cursos, revertiendo a las personas hacia sí mismas en la soledad silenciosa del desierto. Es una mujer viajera e incansable que recorre los cuatro rincones del planeta.

      Para Holger Kalweit el mensaje del chamanismo se basa en que la

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