Psicología y psicoterapia transpersonal. Manuel Almendro

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Psicología y psicoterapia transpersonal - Manuel Almendro Psicología

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sagrado, lo digno y lo guerrero para crear una sociedad iluminada. Como Alce Negro, las enseñanzas de Trungpa pertenecen a toda la humanidad. El mito de Shambhala nos quiere llevar hacia la bondad y la sabiduría naturales que el ser guarda en su interior, y su despertar es llegar al reino de Shambhala, a esa sociedad iluminada, reconociendo que este mundo que tenemos es básicamente bueno. Enseñanzas necesarias para salir de una manera colectiva de la confusión que reina en nuestros tiempos, enseñanzas cuya clave reside en no tener miedo de quienes somos, no tener miedo de nosotros mismos. Que la vida cotidiana sea buena y auténtica sin desesperar de nada ni de nadie, pregona este maestro cuya disciplina se basa en la meditación sentada. Una bondad fundamental que es incondicional o primordial y que conecta con ese orden natural que nos permite sobrevivir, que conecta con el bodhicitta, que significa corazón despierto. Trungpa explica con una gran claridad el proceso del guerrero, lo que es de una gran utilidad para los buscadores de hoy. Critica a una sociedad que se medica o se evade para ocultar el miedo, expresando así una cobardía que intenta vivir la vida como si no se conociera la muerte. Por eso luchamos contra un aburrimiento angustioso que nos acerca a nuestro miedo. Sin embargo, el guerrero se arma de intrepidez no exenta de tristeza y ternura y se encamina hacia la visión del Sol del Gran Este, consciente de que el mundo que le rodea de comidas envasadas y vacaciones organizadas, de la cerrazón oscura, pertenece a la oscuridad del sol poniente, donde no hay lugar para la vivencia plena y adecuada de la realidad.

      El guerrero jamás descuida su disciplina, que es la expresión de la bondad fundamental, sin engaños, para soltarse en el descubrimiento de la energía fundamental: el caballo del viento. El guerrero no abandona y mantiene su lealtad hacia los seres sintientes que se hallan presos del sol poniente. Todos estos mensajes están dirigidos a una sociedad que ha abaratado el placer, disminuido el gozo y automatizado la felicidad, para que recupere la magia de la realidad con el espíritu práctico de la Tierra, en un mundo que tiene un orden, un poder y una riqueza que pueden enseñarnos el arte de dirigir nuestra vida con bondad hacia los otros y hacia nosotros mismos, respetando la presencia del espacio, del vacío libre de referencias bajo las dignidades de lo manso, lo vivaz, lo desmesurado y lo insondable.

      Trungpa aboga por una introducción de las enseñanzas orientales con orden y concierto, teniendo en cuenta las diferencias culturales de los dos polos. Sobre las enseñanzas budistas del abhidharma opina que ya adelantaban lo que muchos psicólogos modernos acaban de descubrir. En ellas la creación del ego es un proceso neurótico basado en la ignorancia. Trungpa enlaza estas enseñanzas que entroncan con los conocimientos psicológicos occidentales. Así pues, comenta los skandas en relación con los bloqueos de todo tipo, de manera que resulta una joya indispensable para profundizar en los procesos psicológicos humanos de una manera clarificadora y sintetizadora, así como de una profundización en los procesos del despertar, cuando el miedo enseña de verdad sus amenazadoras garras por temor al vacío y a la falta de referencias, en ese delicado momento del proceso. Las enseñanzas se encaminan hacia un descanso del guerrero en sí mismo, sin temor a lo desconocido, a lo manifestado y sin las barreras de la esperanza. Así describe los cinco skandas: la forma, la sensación, la percepción, el intelecto, la consciencia. La verdadera comprensión, según Trungpa, reside en que ésta es en sí una apreciación directa y simple, siendo la demencia una distorsión de la consciencia (quinto skanda) que ocurre cuando se pierden todos los criterios en este nivel y cuando se distorsiona la medida interpersonal, lo cual tendría que ver con el egocentrismo. Pero la curación es posible partiendo de un nivel de relación de supervivencia.

      Las enseñanzas del abhidharma explican que se ha de empezar por abajo, por el trabajo sucio. Por eso el proceso comienza por el dolor, lo cual es imprescindible para poder subir posteriormente. Incluso se pueden combinar los dos enfoques, el erudito y el del practicante, bajo los cuales está la responsabilidad y la capacidad de entender del practicante, entrando así en una enseñanza milenaria que, sin embargo, cada vez que se produce es como el buen pan recién salido del horno, haciendo frente a la multiplicidad de opciones que podemos tener por delante, pero sólo una de ellas está esperando en el medio del camino.

      Taisen Deshimaru nos hizo vivir el zen japonés. Llegó a París a finales de 1967 y con ello aportó a Europa la práctica del zen –el zazen– ya que antes predominaba un conocimiento intelectual. De nuevo Oriente-Occidente. Su misión transmisiva se extendió por todos los países europeos y algunos americanos. Es un zen al que me gusta llamar marcial, es el de sentarse como un capitán frente a su ejército y no como un saco de patatas, con una atención en el vacío que no permite enredarse en el circo del fenómeno. Es decir, cuidar una postura cuya elegancia se extienda al cuerpo y al espíritu. El roshi Deshimaru fue superior del soto zen para toda Europa, un zen -en la línea soto– que se basa en la práctica, como hemos dicho, y que no utiliza el koan. También nos legó todo su camino de aprendizaje y peregrinación hasta llegar a su destino europeo, e incluso al parecer hasta dar charlas en la calle al principio, asisitir a reuniones y fiestas para dar a conocer su legado. Estando de visita en Japón en un intercambio cultural del gobierno francés Taisen la aprovechó para morirse. Atrás había dejado la semilla de la práctica.

      En España, Dokushô Villalba fue discípulo y seguidor. El zazen es una práctica sencilla que cuida la postura y que se basa simplemente en la expiración e inspiración sentado sobre el zafu (cojín). Se expira lenta y poderosamente, mientras el pensamiento consciente se para y el inconsciente puede despertar, armonizando con todo lo que te rodea, con el universo entero; y al abandonarlo todo se crea la verdadera vida, nos dice Taisen. El valor del contacto con un maestro está en que puede transmitir directamente las enseñanzas e imprimirles el sello de esa transmisión. Éste es el gran valor del teisho (la enseñanza) con Taisen, que se centra en la práctica de la vigilia, del despertar que, anclado en lo concreto, apunta a una transfomación física y psíquica, como toda verdadera práctica. De este modo la enseñanza milenaria de la iluminación del Buda llega en su esencia hasta nuestros días.

      Deshimaru también nos orienta en cuanto a las difundidas artes marciales (senderos de meditación) que hoy día, sacadas de su contexto sagrado, degeneran en la matonería de nuestros egos occidentales. A niveles ordinarios, hoy día el zen es respetado y practicado por numerosas personas, e incluso la palabra zen está revestida de un enigma atrayente. Por suerte numerosos grupos de personas en Occidente se juntan hoy para meditar escuchando la campana de la tarde que entona el canto del Inmediato Satori.

      Otro maestro, Seon Sa Nim, nos trasmite el zen coreano. Seon Sa Nim, maestro reconocido por la tradición, es un hombre afable, accesible, cuya enseñanza se basa en la meditación con koans, otra de las formas de la tradición zen. Con el palo de mando Seon señala el centro (hara) como un punto que ha de ser “strongo” –strongo=fuerte– para llega a ser un Buda. Sus koans, como “tirando cenizas en el Buda”, atraviesan el Atlántico en los centros que este hombre ha ido montando por todo el mundo, desde que, de friegaplatos en los Estados Unidos, fuera expandiendo las enseñanzas milenarias. De nuevo Oriente-Occidente. Seon nos aconseja que no le demos importancia a nada de lo que pase por nuestra mente y que mantengamos, junto a la respiración y al koan, la atención en nuestra práctica. Entonces surge la postura correcta. Oyendo el sonido de la campana todo pensamiento es cortado, dice el canto de la campana de la tarde. Sus enseñanzas están basadas en ese handicap y en la paradoja que busca el chispazo de “la mente no sé”, utilizando los antiguos relatos zen, como el del Buda con zapatillas de paja –la historia de Ko Bong– también charlas sobre el dharma, sutras y preguntas y respuestas, etc. Compone poemas como: «Después de tanto sufrimiento en los castillos nirvánicos/ ¡qué alegría hundirse en este mundo!/ Gentes que llevan ropas de seda, / Budas vestidos de harapos, / un hombre de madera caminando en la tarde/…» Toda una enseñanza que apunta al giro de los 360 grados donde reside el Gran Yo y el pensamiento no apegado, y donde de nuevo forma es forma y vacío es vacío.

      Su lema es llegar a la ilumiación para salvar a los hombres del sufrimiento.

      No podíamos dejar de hablar de Bhagwan

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