Psicología y psicoterapia transpersonal. Manuel Almendro

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Psicología y psicoterapia transpersonal - Manuel Almendro Psicología

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Wilber es estructural porque combina una orientación piagetiana y un desarrollo cognitivo con una orientación jerárquica (budismo-vedanta) que presenta una estructura de multiniveles ascendentes e incorporativos, de tal modo que el aspecto trifásico expuesto anteriormente es aquí más bien una gran unidad de niveles y subniveles.

      Pero la dificultad aparece al escoger entre estos dos paradigmas en los que Michael Washburn encuentra cinco puntos de desacuerdo:

      El primero es sobre el rol que se juega en el estado pre-egoico, en el que la posición dinámica afirma la existencia del conflicto como asunto primario en este estado; aquí la mente es volátil e inestable, el yo debe luchar con las potencias desestructurantes, figuras arquetípicas de la gran madre o el padre edí-pico. Sin embargo, el estructural-jerárquico no enfatiza aquí el conflicto aunque lo considera un nivel crítico, sobre todo como preparación base para niveles posteriores. El segundo punto de desacuerdo es sobre si los potenciales pre-yoicos son perdidos o retenidos en la evolución. El punto de vista dinámico sostiene que la transición hacia el estado yoico es de tipo disociativo, con la pérdida de muchos de los resortes psíquicos asequibles en el estado pre-yoico, pero también con la liberación de sus influencia, sumergiendo lo pre-egoico en el inconsciente. En el estructural-jerárquico se da, por el contrario, de una forma incorporativa, envolviendo y reteniendo las estructuras pre-yoi-cas hacia un nivel superior, edificando sobre ellas más que sumergiéndolas. El tercer punto vendría a plantear si la etapa yoica, la del yo mental, se aleja de sus orígenes y de sus verdaderos fundamentos. Sería afirmativo en la posición dinámica que se alinea en parte con el existencialismo al señalar el sufrimiento que supone el alejamiento de la Fuente Vital, aunque matizada como correspondiente a lo yoico; mientras que, para el modelo estructural-jerárquico este tercer punto supone una evolución sobre el nivel pre-yoico, asumiendo, según critica M. Washburn, que en ese período yoico no se es responsable de los problemas existenciales, sino más bien de una falta de realización de futuro en los niveles consiguientes. El cuarto punto se dirige hacia lo trans-yoico, planteando si ello supone una reintegración del yo. En la posición dinámica, bipolar, mantiene que la trascendencia del yo implica un re-encuentro, re-enraizarse con los potenciales pre-yoicos para renacer integrados en el nivel trans, lo que no está exento de peligros. En el modelo estructural-jerárquico lo trans supone de nuevo un ascenso claro y unidireccional hacia un mayor nivel de consciencia, lo que conlleva el sufrimiento de morir al nivel viejo para ascender al siguiente. En una quinta y última proposición, este autor se pregunta si se considera que en el estado transyoico existen dos yoes (self) o ninguno. La posición dinámica sostiene que hay un pequeño yo que ha de ser transformado en un yo superior, lo cual supone regresión e integración. Para este modelo la existencia de un yo en el período yoico es real, aunque parcial y distorsionado por no estar en contacto con la Fuente Vital. En la estructural-jerárquica este pequeño yo es una ilusión virtual que ha de ser disipada y, por lo tanto, no es materia de crecimiento ni transformación. La verdadera unidad es Brahman, Dios, etc.

      Mientras la meta se da en la unión de los opuestos en una integración superior en lo dinámico, en lo estructural-jerárquico se da en disipar la radical ilusión de la individualidad. Como vemos, y además lo señala el autor, escoger no es fácil, aunque M. Washburn se decante por lo dinámico, pues según él le ofrece una lectura más sensible de las bases y de las potencialidades. Sin embargo, entiendo que ambos son dos modelos teóricos, dos mapas, que pueden ser buenos faros para un mismo territorio. Todo va a depender de la práctica, pues primero es la vivencia y después el concepto. Sólo que, aceptando que la erudición es uno de los polos del conocimiento, no caigamos –entiendo yo– en quedarnos simplemente aquí con la consiguiente disipación en discusiones teóricas huérfanas del territorio de la práctica, ya que hay experiencias que, a partir de cierto punto, sobrepasan el lenguaje.

      Habiendo desarrollado los conceptos de las cuatro fuerzas, bien está hacer un alto en el camino que recoge lo hasta ahora desarrollado como un culto respetuoso a todas las personas y movimientos que han hecho posible la emergencia de lo transpersonal. Pero además hemos de tener en cuenta que cada fuerza propone un «modelo de hombre» y que la psicología transpersonal, que marcha hacia el desarrollo de las más altas potencialidades humanas, destaca al ser humano como un flujo de cuerpo-psique y espíritu, que en sí no son compartimientos estancos, sino una división cartográfica que incide en la interacción totalizadora y compleja del individuo consigo mismo y con el cosmos. Así hemos llegado a la psicología transpersonal, a su concepto, y aún seguiremos en esta segunda parte con el culto a otros antepasados y precursores que se acercaron ya al corazón de lo transpersonal. A partir de aquí concretaremos que en este tipo de psicología se ha desarrollado una gran influencia por parte de los llamados maestros y, por otra, de las investigaciones del nuevo paradigma científico: la física moderna, lo morfogenético, lo holográmico y lo disipativo. Todo ello tendrá cabida en los próximos apartados. Y efectivamente a este tipo de psicología le corresponde un tipo de psicoterapia y una perspectiva no exenta de críticas. Todo ello estará contenido en esta segunda parte.

      Siguiendo en la dinámica del apartado anterior y profundizando en lo transpersonal, en la necesidad de ese salto cuántico, entramos en el porqué de esa necesidad en Occidente. La respuesta viene dada sobre el creciente deterioro de una vida desacralizada que no colma las ansias de conocimiento del ser. Este rasgo primero proviene de un Occidente que abandonó su “entre-guismo” religioso medieval, donde la vida se concebía como valle de lágrimas y la responsabilidad se delegaba en manos del juicio de Dios, en cuanto a los aspectos negativos e infantiles de aquella época. No olvidemos que fue una época de intuición profunda. De ahí se embarca hacia un desarrollo de ese yo –capaz de hacer–; con lo que nace el maravilloso Renacimiento que inicia un poder individualizador y creador, y así surgen un Leonardo, un Miguel Ángel, etc. El hombre comienza a inventar y a creer –crear–, en sus posibildades. En la actualidad estamos apurando ese empuje, cuando la soberbia se enseñorea y el individualismo se ahoga en un materialismo consumista, olvidando el recogimiento de las catedrales góticas. Si es el fin de la historia, como algunos promulgan desde un cielo productor-consumidor, más bien será el fin por su fracaso. El hombre ha apurado ese enyoimiento que tuvo su razón adquiriendo su responsabilidad ante la naturaleza del Renacimiento, pero hoy ese péndulo se ha extralimitado en su función y ha perdido el sentido sagrado de su entorno. En la búsqueda de ese sentido ha encontrado un hueco muy importante la tradición oriental, allí donde la occidental lo deja por comulgar con un materialismo todopoderoso y ciego. En fin,

      Un segundo rasgo es la progresiva síntesis Oriente-Occidente. Se piensa que Oriente es cerebro derecho, Occidente izquierdo. Lo que a simple vista es cierto, es que Oriente se ha preocupado más por el Ser esencial, y Occidente por el yo existencial. Posiblemente nos encaminemos en esta progresiva simbiosis a una interconexión de conocimientos, espiritualizando Occidente, abriendo su corazón, y materializando Oriente, para que se dote de infraestructuras frente a las calamidades, llegando con ello a un equilibrio gradual y progresivo en el que la esencia lo cubra todo definitivamente.

      La sincronicidad Oriente-Occidente de los maestros. Los maestros emplean un lenguaje y unas palabras cuya exacta traducción vendrá dada por cómo resuenen en la persona que “escucha”. De todos modos, además de las palabras de los maestros se han de conocer los hechos y cómo los transmiten. Hoy abismados por tantas lecturas, guerra de palabras y conceptos, digamos que prestamos atención cuando las palabras nos inquietan y rompen nuestra tendencia a situarlas en el molde de alguna lógica.

      En los años sesenta y setenta aparecieron algunos maestros con grandes aureolas, riadas de personas se juntaban para escucharles, constituirse en discípulos y corretear por el mundo. Son los hijos de los combatientes de la segunda guerra mundial quienes se moverán en un clima de apertura y permisividad como nunca hasta

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