Psicología y psicoterapia transpersonal. Manuel Almendro

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Psicología y psicoterapia transpersonal - Manuel Almendro Psicología

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que se rodeó de Rolls Royces, que gastaba, y de numerosos seguidores que se extienden literalmente todavía hoy por los cinco continentes. Las túnicas naranja entre los jóvenes occidentales se prodigaron durante un tiempo, viajando de ashram en ashram y siguiendo el dinamismo de la meditación. Bhagwan provocó incluso a las mismísimas autoridades de los EE.UU., quienes al final le expulsaron. Algunos opinan que murió de una forma lenta y extraña. De Poona surgió su núcleo al que llegaban de todas partes incluso los ejecutivos estresados de Wall Street, y a Poona regresó, donde hoy prosiguen sus enseñanzas que pretenden romper con todos los tabúes, lo que encoleriza a los puritanos. En sus ashrams se investigó muchísimo sobre las dinámicas grupales, técnicas caóticas removedoras, respiraciones, catarsis, danzas, juegos, etc., buscando la dimensión festiva basada en el gozo de momento a momento, a fin de romper los hábitos mecánicos condicionados. Todo ello contenido en lo que se llama la “meditación dinámica” que tiende al despertar de la fuerza de Kundalini y a hablar de corazón a corazón.

      Se dice de Rajneesh que revolucionó los esquemas clásicos del pensamiento oriental. Lo que sí es cierto es que este maestro estaba al tanto de cómo se estaba desarrollando el proceso de la práctica en Occidente, y conoce y critica a los maestros imperantes. Critica a Maharishi Mahesh Yogui y a Krishnamurti como dos polos opuestos, en el sentido de que el primero te ofrece la escuela primaria y si te detienes ahí estarás perdido, y el segundo te hace entrar en la universidad sin pasar por la primaria. Rajneesh afirma que el zen es lo último, se encamina hacia la natural simplicidad, que es cuando Tilopa y su discípulo Naropa dicen que sólo entonces aparece Mahamudra, el final, el postrer orgasmo con la existencia, lo que representa el centro de la Gran Enseñanza Tántrica que se originó en el Tíbet milenario.

      Muchas de sus enseñanzas relativas a las dinámicas grupales son de gran valor en psicoterapia.

      Dhiravamsa es otro maestro que recorre Occidente desde que en 1971 colgara los hábitos en un monasterio de Tailandia. Este maestro, en una enseñanza muy cercana al zen, dentro de un concepto budista y de su profunda experiencia, presenta la meditación vipasana como renovación de la consciencia. En líneas generales la misión real del maestro es inspirar la búsqueda hacia la verdad, animar a la gente a seguirla, afrontando cualquier dificultad. Apela siempre a los consejos clásicos del Buda para que el practicante compruebe por sí mismo y no se fíe de las comprobaciones ajenas. El maestro, para Dhiravamsa, es la personificación de la vía. El maestro real despide amor y compasión a través de su ser y de sus actos de un modo natural sin ser alguien en especial. Algo que nunca debe de hacer un maestro espiritual es crear dependencia entre sus estudiantes, pues perpetúa la imagen del buscador en algo que está fuera de él. Pero además Dhiravamsa sorprende por su claridad en la exposición de los conceptos, lo que es de inestimable ayuda para la comprensión del occidental que necesita de ese aspecto intelectual por su formación cultural aunque no ha de estancarse en ese estadio.

      En primer lugar hemos de agradecerle a este maestro el bajar a la investigación occidental, a sus luchas, nudos y divisiones, a la vida frenética; así pues, Dhiravamsa aparece como un maestro de carne y hueso, lo que es de agradecer. Dhiravamsa nos habla de los conceptos de animus o energía yang en las mujeres, y anima o energía ying en los hombres, los arquetipos junguianos; patrones dinámicos de energía colectivamente presentes, esos compañeros invisibles que pueden convertirse en partes conflictivas o completivas. Nos habla de un ego que ha de ser herido hasta que no pueda resistir el dolor a fin de liberarnos de eso que produce miedo y sufrimiento. Todo ello representa el proceso de crecimiento, ya que sin alcanzar estas profundidades no hay posibilidad de libertad total y sabiduría iluminada. El ego apegado o herido puede huir hasta llegar a la esquizofrenia catatónica, no habiendo calma para la autoobservación, y en donde también el ser intermedio, el intelecto o mente posesiva, busca codiciosamente una posición, dividiéndonos en segmentos separados sin lugar para la comunicación y el amor. Así que Dhiravamsa expresa tajante que la dirección está en nuestras manos. Establece que actuamos como percibimos en un momento dado, de acuerdo con nuestras ideas preconcebidas que están envueltas en nuestra memoria perceptiva, y es el ser consciente lo que nos permitirá ver tanto el exterior como el interior, la proyección reflejada y la realidad, el conflicto producido por la impermanencia, la insatisfacción y el vacío. También la ignorancia que se establece en la duda, la perplejidad y la confusión. La libertad total y verdadera no existe en el nivel de consciencia ordinaria; la libertad total es inconmensurable, absoluta, y ha nacido del espacio claro y vacío de la nada. Hemos de saber enfocar la crisis de consciencia que actúa como factor desequilibrador en los seres humanos, lejos de buscar una compensación o elusión tras lo que se paga un precio mayor que si se enfoca directamente, es decir, si ampliamos nuestro nivel de consciencia. Y si vemos la totalidad, el conflicto que tiene su origen en el dualismo desaparece. Así el conflicto de la mente condicionada, informatizada, desaparece. En la más pura tradición budista, Dhiravamsa nos habla de la codicia de los fantasmas hambrientos, de los infiernos, etc., lo que puede ayudar a comprender la naturaleza de ciertas vivencias. En esas perspectivas de acercamiento al nivel en que se mueve Occidente, Dhiravamsa nos habla de las metas de la psicoterapia occidental y de la tendencia de ésta a enraizar al individuo, a equilibrarlo, a solventar los conflictos familiares, la personalidad condicionada, etc. De este modo este maestro repasa las más importantes escuelas de psicoterapia occidentales con sus aciertos y errores hata llegar a la transpersonal, que ve como encuentro entre Oriente y Occidente, estableciendo una simbiosis coordinadora entre la meditación y la propia psicoterapia.

      Para acabar este apartado, quisiera nombrar a otros maestros que, aunque menos conocidos en algunos casos, son influencias importantes en el curso de la búsquedad.

      Harruchika Nogushi, en la tradición japonesa a través de sus discípulos, como Katsumi Mamine, nos ha legado un trabajo psico-corporal y energético de gran valor. Por una parte, el Katsugen como método para organizar las vivencias que se esconden en lo involuntario, teniendo en cuenta que la única alternativa para vivir sanos es tener consciencia de la propia fuerza interior y desplegarla. Hacia ello apuntan las enseñanzas del Katsugen Undo. El estudio de las tendencias habituales no conscientes en el hombre y su movimiento propició el descubrimiento del Taiheki, donde se hace un estudio exaustivo de las proporciones y de las tipologías corporales.

      Sai Baba representa en la actualidad un mundo inexplicable.

      El Dalai Lama, con su autoridad moral y los centros Nagaryuna contribuyen enormemente a la difusión organizada y responsable de las enseñanzas ti-betanas, tal vez la diáspora no sea más que una treta de nuestra naturaleza que busca esa interconexión planetaria que crea seres finalmente unidos por la Consciencia. Kalu Rimpoché, de los Kalyupas, dejó un inmenso legado.

      Thich Nhat Hanh, representante del budismo comprometido, propuesto para el premio Nobel de la paz en 1967 por Martin Luther King, expande una vía respirable y caminante hacia la tierra pura partiendo de una felicidad que se experimenta hasta en los hechos más simples de nuestra vida cotidiana, manteniendo nuestra consciencia viva en unas enseñanzas budistas que se compromenten con esa vida cotidiana. La transformación interna en el individuo es ya el camino para la paz: una respiración y una sonrisa. Debemos caminar en paz para no estampar el dolor y la ansiedad sobre la faz de la tierra; al meditar caminando dejamos una estela de flores en nuestros pasos.

      No podemos olvidar el legado tan estudiado de los mapas místicos de san Juan de la Cruz y santa Teresa, con su Noche oscura y su Cántico espiritual, sus Moradas y sus azarosas Vidas. Creo que su mensaje ha de ser rescatado para un mundo que no se resuma a erudición y literatura, ni tampoco a una religiosidad retórica y rutinaria, sino a la práctica reverdecedora y encarnadora de su mensaje. En el ámbito cristiano tampoco podemos olvidar al padre Lasalle, quien en un verdadero trabajo de síntesis Oriente-Occidente introdujo el zen en la práctica cristiana, lo que supone una renovación, tan necesaria para una iglesia que así pueda alejarse del representar, y por el contrario comienze a contactar con la humildad de las catacumbas. En España, Ana María Schlütter

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