Psicología y psicoterapia transpersonal. Manuel Almendro

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Psicología y psicoterapia transpersonal - Manuel Almendro Psicología

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como unas ansias de recorrer otros caminos que los establecidos por los himnos nacionales. Algo nuevo se había despertado en aquella juventud que seguía a los gurus orientales y a la búsqueda del misterio vital que su medio natural ya no podía ofrecer. Los centros se abrieron por doquier, los viajes a la India y a sitios de enjundia espiritual se prodigaron, también las flores, sus músicas y el LSD. Todo ello es capítulo conocido.

      Sobre los maestros hay diversas opiniones, desde la que defiende su necesidad imprescindible hasta lo contrario, en aras de encontrar al propio maestro interno. Por lo tanto hay opiniones que abarcan desde quienes les ensalzan hasta quienes les denigran por sus abusos. También quienes moderadamente les dan el nivel que de ellos se supone. Adelantamos que es primordial conocer el mensaje en el propio contexto en que es emitido, con todas las concomitancias y matices; lógicamente para ello se dependerá de la claridad, capacidad y experiencia para entender ese contexto en que se mueve un maestro determinado, sea en el contacto personal, en sus libros, exposiciones, etc. Tal vez esa postura moderada buscando el equilibrio de las posiciones opuestas sin caer en la tibieza debilucha pueda darnos la clave, contando lógicamente con que maestro concreto y alumno concreto pueden encontrarse en el chispazo que el devenir de la búsqueda encuentre oportuno para un momento que siempre será relativo. Así pues no habría reglas generales ni categóricas. Lo que es cierto es que el maestro no es un sustituto de la verdad interna, sino su “despertador” para que el alumno camine por sí solo. Creo que el principio de incerti-dumbre planea de alguna manera en un encuentro de estas características.

      Muchos de los personajes de hoy día que despuntan en la búsqueda nos hablan de sus contactos enriquecedores con los maestros. Científicos como Deepak Chopra se refieren en sus obras a las enseñanzas recibidas de Maharishi Mahesh Yogui, fundador de la meditación trascendental, que hizo meditar hasta a las amas de casa.

      Muktananda sembró Occidente de centros, consiguiendo multitud de seguidores. Digamos que junto con otros gurúes famosos puso de moda la espiritualidad, sin obviar la búsqueda necesitada en muchos casos por personas angustiadas que ansiaban la salida a sus traumas, más allá de una retórica o una pastilla; aparecieron multitud de seguidores y en cierta medida muchos de ellos encontraron una salida al síncope de sus vidas. Hoy día, después de su desaparición, muchos opinan que Muktananda extendió la práctica incorporándola como natural a la vida cotidiana y haciéndola vibrar con grandes dosis de responsabilidad. El sidha yoga hoy continúa en los centros que dirigen sus dos principales discípulos. En el Juego de la consciencia, Muktananda nos legó el proceso de su propia transformación hacia la maestría, una cartografía de los avatares y del sendero del aprendizaje de los sidhas en donde la práctica tiene un carácter gratificador pero también su lado terrorífico en el cual se atraviesa su filo cortante, causa de situaciones de pánico y muchas veces de abandono. A requerimiento de sus discípulos, el maestro con gran sinceridad explica sus procesos duros y solitarios durante su aprendizaje para que sirva de ejemplo y reconfortación en los zigzagueos del despertar de Kundalini y las diversas vivencias, ya sea a través de shaktipat o de forma espontánea. Es toda una disertación explicativa de los procesos de la respiración –pranayama–, del despertar de los chakras, del estado de Tandra, de la visión de Chandraloka, de Siddaloka –el mundo de los sidhas–, de la Perla Azul. Todo un aprendizaje inmerso en la devoción a su Gurudeva: Nityananda. Todo un universo de vivencias impresionantes que describen la riqueza del mundo de la Shakti interna, un buen antídoto para quienes se pudren por concebir una vida inmersa en la rutina gris y desesperanzada.

      Quisiera continuar dando un perfil de los maestros más importantes que han visitado Occidente en las últimas décadas, desde aquella lejana presencia con la que Vivekananda impresionó al despuntar el siglo XX.

      Krishnamurti, maestro y filósofo internacionalmente reconocido, penetró profundamente en la manera de comprender del occidental. Abrió la puerta de universidades, y científicos como F. Capra, Bohm, Pribram, Wilber, T. Brosse, recibieron su influencia. Krishnamurti, preparado en la teosofía, al parecer se desembaraza de un papel asignado y recorre el mundo expandiendo su mensaje sobre el vivir: la resolución del problema existencial de cada individuo por sí mismo, a través de un descubrimiento profundo y una trasformación individual, con planteamientos sobre cuestiones básicas como el miedo, que pasa por entender el deseo, y éste por entender el pensamiento. De él se dice que estaba cerca del budismo.

      Durante sus seis décadas de tarea pública ha hablado a millones de personas, demostrando las rigideces de las doctrinas categóricas y examinando el funcionamiento de la mente humana. Nació en 1895 en la India y fue, como ya hemos señalado, educado en la teosofía, lo que le dio posibilidades de conocer y colaborar en la síntesis Oriente-Occidente. Su enseñanza se dirigía a desmantelar las creencias en la autoridad espiritual y hacer emerger el conocimiento puro que surge del fondo del ser, bajo el convencimiento de que la verdad es una tierra sin caminos y de que lo más importante es liberar la mente de la envidia, del odio y la violencia, y que para ello no se necesita ninguna organización.

      En sus charlas públicas, conversaciones, entrevistas, etc., Krishnamurti propone con gran franqueza a sus contertulios el crear juntos –consciencia–. En sus entrevistas “marea” al entrevistador a través del handicap a fin de atravesar el encadenamiento pregunta-respuesta para llegar a aquello que ya no puede ser preguntado ni respondido, a ese “momento” en que desaparece el mi-tú, el percibidor y lo percibido: entonces llega el silencio. En su “juego”, Krishnamurti acorrala hacia la intuición. Puntualiza los conceptos sobre lo que es una realidad llena de ilusiones creadas por el pensamiento, que a su vez no puede crear un tigre. Esa realidad no es la verdad, en ésta la intuición transciende al pensamiento y no tiene nada que ver con él. Krishnamurti tiende hacia una perspectiva mundial, fuera de los condicionamientos de los nacionalismos parcialistas que pueden llevarnos a la destrucción, hacia un amor libre de miedos, una libertad que existe cuando no hay ninguna reacción condicionada, una iluminación que en sí significa libertad total; hacia una tierra de todos para vivir en ella y no para dividirla, producto esto de un pensamiento limitado que crea acciones limitadas, que crea miedo, soledades, depresiones; que crea especialistas expertos en cada cosa sin una visión global del conjunto, generando una humanidad que en su mayor parte se prepara para la guerra.

      Por todo ello se necesita imperiosamente del cambio radical lejos de las rutinas formales, de los humanitarismos, acabando con el condicionamiento en sus múltiples formas a fin de llegar a una mutación radical de la consciencia. Ésta fue la siembra de aquel maestro.

      Resumiendo sobre lo dicho, Krishnamurti expone que es la actividad mental lo que se interpone entre nosotros y nuestro fondo, enseñanza que se repite en otros maestros. Para ver cómo funcionan esos pensamientos se necesita, según Krishnamurti, de un espíritu extraordinariamente vigilante, alerta, estar siempre despiertos frente a la complejidad del proceso de ese pensamiento, sus reacciones, emociones, para desarrollar la consciencia. Douglas E. Harding considera a Krishnamurti como de una espiritualidad psicológica. Capra, siempre agradecido, expresa sin embargo que Krisnhamurti hablaba y que nunca escuchaba, y además no decía cómo obtener esa libertad a la que se llega al liberarse de los pensamientos. Wilber expresa que este maestro no entendió la dinámica de su propia transformación y por eso estaba mal preparado para transformar a los demás, debido posiblemente a su despertar espontáneo.

      Lo que es innegable es la gran influencia de Krishnamurti que, aunque sin discípulos que lo sigan, ha marcado caminos de personas que son hoy influyentes en el avance de la consciencia. Creo que es muy difícil enjuiciarlo. Como si cada maestro auténtico, como perteneciente a esa especie de sembradores de la verdad, escogiera una adecuada vía de enseñanza para él, y de aprendizaje para el discípulo que se le acerca.

      Otros maestros que desde el siglo pasado han marcado la espiritualidad hindú como Ramakrishna, Vivekananda, Aurobindo, van día a día penentrando en el buscador occidental.

      Ramakrishna dio el mensaje final del hinduismo al mundo,

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