La cueva y el cosmos. Michael Harner
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Pasados unos años, en mi primera visita a la Unión Soviética en 1984, Yuri Simchenko, etnógrafo ruso que había invertido 28 temporadas de trabajo de campo en Siberia, me contó que los verdaderos chamanes siberianos normalmente solo usaban el tambor para alterar su estado de consciencia, en lugar de la seta psicoactiva Amanita muscaria. La seta, me informó Simchenko, era el recurso fundamental de los no chamanes que no habían logrado viajar solo con el tambor. También me dijo que normalmente es difícil mantener la disciplina necesaria para la tarea chamánica cuando el espíritu de la Amanita se apodera del cuerpo.
Se sabe que los chukchi de Siberia oriental a veces ingieren amanitas. Sin embargo, en 1907 el gran etnólogo ruso Waldemar Bogoras escribió en su clásico sobre los chukchi: «El único medio empleado por los chamanes chukchi, tanto neófitos como experimentados, para la comunicación con los “espíritus” es el canto y el redoble de tambor».28
Cuando los chamanes siberianos empiezan a tocar el tambor en la primera etapa de su viaje, se trata de un ritmo firme y monótono que tiende a ser sustituido por una frecuencia percusiva más irregular cuando el chamán se funde con espíritus específicos en su viaje y participa en aventuras en la realidad no ordinaria.29
Muy pronto llegué a la conclusión de que el sonido de percusión monótono, o «inmersión auditiva (o “sónica”)»,30 en conjunción con los métodos chamánicos, podía brindar resultados comparables en muchos sentidos a los obtenidos con las sustancias psicodélicas. Por ejemplo, las sanaciones chamánicas de extracción basadas en la ayahuasca, con las que me familiaricé en el Amazonas, eran igualmente practicadas por los pueblos indios de la Costa Oeste de Norteamérica solo con la inmersión auditiva, recurriendo a «claquetas» de madera y báculos en el Norte de California,31 o mediante la percusión, como en el área del estrecho de Puget, o a través del uso reiterado de campanillas, como ocurre entre los indios shakers de Oregón y Washington.32
Esta conclusión constituyó un descubrimiento personal fundamental, ya que significaba que las experiencias espirituales chamánicas no podían desestimarse como producto del efecto de las drogas. En realidad, las implicaciones eran enormes, pues sugerían que la percusión y las drogas eran puertas diferentes para entrar en los idénticos reinos espirituales.
Respecto al viaje chamánico a otros mundos, en la Norteamérica occidental aún no había encontrado a nadie que utilizara el tambor u otro instrumento auditivo para este propósito. Más tarde supe que algunos pueblos atapascas canadienses usaban la percusión para la ascensión chamánica.33
A lo largo y ancho del mundo, parecía que el vehículo más común para el viaje del chamán era la inmersión auditiva en forma de sonido percusivo simple y monótono. Aunque era normalmente producido por el tambor, en algunos lugares se recurría a otros instrumentos de percusión, como las baquetas utilizadas por la mayoría de los pueblos aborígenes de Australia. En el sudeste asiático, los chamanes suelen usar gongs y brazaletes de metal en lugar de tambores.
En algunas regiones del mundo, como ocurre en algunas zonas de Norteamérica, México, Sudamérica y Siberia,34 se utilizan las sonajas para crear sonidos percusivos monótonos, a veces en conjunción con la ingestión de una sustancia psicodélica suave como el peyote, o rapé de Piptadenia psicoactivo y ciertas variedades de tabaco.35 Era evidente que en el chamanismo la inmersión auditiva adoptaba muchas formas, además del uso del tambor.
Una de estas formas era el arco musical, o su pariente de metal, el birimbao: ambos producen un sonido percusivo vibrante y repetitivo. Los actuales chamanes de Mongolia y Siberia prefieren el birimbao, y los shuar del Alto Amazonas aún utilizan el arco musical (véase lámina 3a). La cuerda de fibra del arco musical se pulsa en la boca abierta del chamán, que sirve como caja de resonancia para el sonido percusivo del arco.
A menudo, el arco musical es prácticamente inaudible para los demás, pero su percusión reiterada resuena en el interior y permite al chamán shuar alterar su consciencia. Los arqueólogos reconocen a una figura semihumana, supuestamente un chamán fusionado con un espíritu bisonte, tocando el arco musical en las pinturas rupestres de la célebre cueva del paleolítico superior de Les Trois Frères en Francia (véase lámina 3b). Si la pintura representa lo que un chamán hacía dentro de una cueva, el silencioso arco musical puede haber sido una buena opción comparado con el tambor, a fin de evitar el desprendimiento de rocas del techo.
Mi descubrimiento personal de la eficacia de la percusión en el viaje chamánico era, evidentemente, un redescubrimiento de lo que los chamanes han sabido desde hace milenios. Por ejemplo, el tambor recibe el nombre de «caballo chamán» en el pueblo soyot en Tuva, en la frontera sur de Siberia, debido a su habilidad para ayudar a los chamanes a volar a los Mundos Superior e Inferior:36 el redoble del tambor se asemeja al sonido de los cascos de caballo.37 La percusión no solo ayuda al viaje chamánico, sino que también estimula las experiencias visionarias. Así pues, el pueblo sami («lapones») de la Escandinavia septentrional llama literalmente al tambor «la cosa de la que brotan imágenes» (gåvadas).38
Empecé a llamar al estado alterado que acompaña al redoble (y también a las sustancias psicodélicas) estado chamánico de consciencia (ECC). No se trata de un estado alterado de consciencia ingenuo, sino de un estado que incluye el conocimiento de la disciplina y propósito chamánicos, como aquel que resulta imprescindible para ayudar y sanar a los demás. El ECC presenta diferentes intensidades, desde la más ligera a la más profunda, y puede tener efectos diversos, especialmente si se utiliza un alucinógeno poderoso y adecuadamente preparado, como la ayahuasca (yagé).39 Desde la perspectiva chamánica, los espíritus de estas plantas no solo tienen poder, sino que también poseen sus propias personalidades y mensajes, que inciden significativamente en la naturaleza de la experiencia. En muchos sentidos, la inmersión auditiva no implica esas influencias.
En los años setenta, al buscar la literatura científica que explicara los efectos mentales de la percusión solo encontré tres publicaciones significativas en inglés. Esto resultó a un tiempo sorprendente y decepcionante, ya que en el mundo occidental, como todos sabemos, el tambor sigue usándose con vistas a alterar el propio estado de consciencia para el entretenimiento y la diversión, las procesiones de duelo y las marchas militares. Tal vez la percusión ha formado parte de nuestras vidas hasta el punto de faltarnos la distancia psicológica para preguntarnos el porqué.
Dos de las tres publicaciones eran obra de Andrew Neher, que a principios de los años sesenta fue pionero en el estudio científico de los efectos de la percusión en los patrones de las ondas cerebrales. Como resultado de su investigación de laboratorio, concluyó que la percusión produce cambios inusuales en el sistema nervioso central. Lo llamó «inmersión auditiva»,40 a la que yo doy el nombre alternativo de «inmersión sónica». Señaló dos factores especialmente importantes: 1) un redoble de tambor contiene muchas frecuencias y, por lo tanto, estimula simultáneamente diversas regiones sensoriales y motoras a nivel cerebral, y 2) un redoble de tambor está fundamentalmente compuesto por frecuencias bajas y, por lo tanto, puede sonar con gran intensidad y desencadenar una gran energía sin causar el dolor y el daño que resultaría de sonidos de alta frecuencia de similar amplitud. Neher también propuso una conexión con la experiencia ceremonial y religiosa.41
La tercera publicación era obra de un psiquiatra, Wolfgang Jilek, que había estudiado los efectos terapéuticos de las danzas espirituales chamánicas de los indios salish de Washington y la Columbia británica. Junto a un colega, descubrió que los tambores de piel de ciervo de los salish sostenían de cuatro a siete redobles por segundo durante los procedimientos de iniciación chamánica. Señaló que esto se