No te daré mi voto. Miguel Ángel Martínez López

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No te daré mi voto - Miguel Ángel Martínez López Novela

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en esta acera”. ¿Qué te parece?

      –¿Pero, obstruía su puerta o le impedía el paso?

      –Nada. Que como la sombra la hace su casa, se cree que es suya.

      –Pero, es en la calle, ¿no? ¿Se cree que la calle es suya?

      –Pues eso le dije yo, que la acera y la calle son del ayuntamiento, que si se la quiere reservar, que pague un vado permanente.

      –Increíble.

      Rieron la anécdota. Fernando preguntó:

      –Y ¿qué tal con Gema? Veo que sois más que amigos.

      Arturo negaba con la cabeza.

      –Sólo buenos amigos –respondió Arturo–. Nos hemos visto varias veces este verano y nos llevamos muy bien, no te lo niego.

      –Venga, Arturo, cuéntame la verdad, que tú y yo somos buenos amigos.

      –Esa es la verdad. Esa chica me gusta y nos llevamos muy bien, pero, más de una vez, de diversas maneras, ha marcado claramente las distancias como diciendo: solo amigos.

      –¿Te lo ha dicho o lo has interpretado tú?

      –Hay cosas que se entienden muy bien.

      Moisés completaba el expediente de una solicitud de hipoteca que había que enviar a la dirección provincial. Dos compañeros se pararon a su lado.

      −He oído rumores −dijo uno de ellos.

      −Cuenta, cuenta −dijo el otro−, que aquí nadie suelta prenda. Como si no fuera con nosotros esto. Nadie tiene la decencia de informar a los más interesados.

      Rápidamente se arremolinaron unos cuantos alrededor.

      −Dicen que la lista la sacan el primero de diciembre. Que ahora está en sindicatos para que la revisen.

      Moisés se volvió, interesado en el tema, y preguntó:

      −Y, ¿qué es lo que van a revisar?

      −Pues que no están sus amigos, supongo.

      −Hace ya un mes que terminaron las entrevistas en la zona centro. La verdad es que prisas parece que no tienen −completó el otro compañero.

      El trabajo se hacía cada vez más tortuoso. Los corros, comentando los escasos detalles que se conocían del proceso de selección, eran como agujeros negros que absorbían a la mayoría de los empleados y cada vez durante más tiempo. La desgana para sacar adelante el trabajo era cada día mayor.

      −Espero que esto acabe cuanto antes porque el ambiente está insoportable −Moisés intentó volver a concentrarse en su formulario cuando entró en la oficina Menéndez, el director, que regresaba de una reunión de la dirección provincial.

      −¿Alguna noticia? −preguntó uno de los que estaban aún con Moisés.

      −Nada −respondió Menéndez−. Que no nos preocupemos, que si trabajamos bien no tenemos que preocuparnos, eso me han dicho.

      En ese momento no había clientes en la oficina y todos se arremolinaron en torno a Menéndez, que intentaba hacer un resumen de lo que le habían transmitido:

      −Me han explicado que la empresa está orgullosa de todos sus empleados y todo esto es en beneficio de la empresa. Que el que trabaje bien no tiene de qué preocuparse y que el que trabaje mal debe estar preocupado ahora y siempre. Que tal vez algunos deban modificar sus perspectivas profesionales, pero que, para los que no le tengan miedo al cambio, se abre un increíble mundo de oportunidades nuevas que deben saber aprovechar.

      −Nos toman por idiotas −le murmuró uno de los compañeros a Moisés.

      Menéndez seguía con su discurso:

      −Ahora se nos exige un esfuerzo de integración y de identificación de sinergias entre las dos compañías, pero esto revertirá en un mejor servicio, una mejora en la calidad de nuestro trabajo y un incremento de los beneficios. Pero, por ahora, lo mejor que podemos hacer es seguir trabajando como si nada ocurriera, con la profesionalidad y la calidad que ha llevado a esta compañía a estar donde está. La excesiva preocupación sobre nuestro futuro puede poner en peligro este mismo futuro. Esto es lo que me han dicho y yo os transmito. No sé más.

      −Entonces, ¿no van a despedir a nadie? −preguntó el inocente Fermín Muñoz, despertando las ahogadas risas de sus compañeros.

      −Mire, Muñoz, en esta casa se despide por expedientes disciplinarios o graves incumplimientos. Esto es otra cosa, se trata de optimizar los recursos e identificar sinergias. Si alguien debe abandonar la compañía, será después de un minucioso estudio de su situación y una justa indemnización, por eso no quiero volver a oír hablar de despido, como mucho de desvinculación, que es un acuerdo conjunto, del trabajador y la compañía, que beneficia a ambos.

      Menéndez se hinchó como un globo orgulloso de su convincente discurso y se dirigió a todos de nuevo:

      −Ésta será nuestra consigna: business as usual, que significa, “trabajar como siempre lo hemos hecho”, que los clientes no sospechen el cambio que estamos experimentando y sólo puedan detectarlo por la mejora de los productos y el servicio.

      −Este tío llegará lejos −volvieron a murmurar al oído de Moisés.

      Cuando ya se habían marchado todos, las dos limpiadoras rompían el silencio de la oficina con los topetazos de sus cubos y el vaciar de las papeleras. Iban y venían por las mesas reuniéndose cada poco en el carrito de la limpieza, aprovechando los escasos segundos de coincidencia para mantener una pespunteada conversación.

      −Mira, yo llevo muchos años en esto y lo tengo claro…

      »… tú a lo tuyo y no te metas en nada.

      − Está claro.

      −A veces, te da pena y le echas una mano a alguien…

      »… y ¿qué te da a cambio? Nada. Desprecio.

      −Hija, pero tampoco puedes ir así por el mundo.

      −¿Que no? Si no lo haces así eres la más tonta de las tontas…

      »… te lo digo yo que llevo muchos años en esto.

      –Sí, tienes razón, pero a veces una no es de piedra…

      »… y si alguien necesita una mano.

      –Le das la mano y te toman el brazo y una pierna.

      –Tienes razón.

      –Que no, chica, que no vale la pena. Tú a lo tuyo y que cada cual se busque la vida.

      −Sí, claro.

      −No conozco a nadie que haya sacado nada bueno por ayudar a alguien…

      »…pero disgustos y fatigas…

      »…podría

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