El hechizo de la misericordia. José Rivera Ramírez

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El hechizo de la misericordia - José Rivera Ramírez Espiritualidad

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fomentar la injusticia con Jesucristo, que fomentar la justicia contigo”, la cosa está clara. Lo mismo que mis brazos van donde voy yo, no dónde vayas tú. Yo voy donde vaya Jesucristo.

      No arreglamos el mundo reclamando nuestros derechos, y cuando digo nuestros, digo míos y de mis comunidades. Arreglamos el mundo, sacrificando nuestros derechos. Sacrificar es dejar que se levanten a un nivel más alto. Nuestro derecho es amar al prójimo, y ya es maravilloso que podamos amar al prójimo. Este es el único derecho que tenemos que reclamar y reclamarle como una misericordia, porque nos lo ha prometido Dios, sencillamente, pues no tenemos derecho a eso tampoco. Pero puesta la promesa de Dios, pues podemos esperarlo y debemos esperarlo.

      Contemplación de la bondad de Cristo

      Resumiendo todo esto, contemplen a Jesucristo, porque esto es lo que ha hecho Él. Lo primero es ver la bondad de Cristo y lo segundo es ver lo que me quiere dar a mí. Tendré que examinarlo un poco: ¿Cómo está mi vida respecto a la caridad? En primer lugar, hemos de atender a los criterios.

      Yo estoy convencido de que la gente no tiene idea de lo que es la caridad y –ustedes perdonen–, yo sé que ustedes están todas doctoradas por el Espíritu Santo, pero me fío poquísimo, porque sucede que a estas fechas muchísima gente, religiosa, está hablando de la caridad y comulgan todos los días, pero de la caridad no tienen ni asomo, vamos, no tienen ni idea. Es hacer unos cuantos favores, que enseguida reclaman el pago, y esto no tiene nada que ver con la caridad, ciertamente.

      Así que, la caridad es una realidad sobrenatural, misterio de fe, un aspecto de la totalidad de la vida cristiana, el aspecto más importante, sin el cual, lo demás no es vida cristiana propiamente. Un individuo con fe y con esperanza, y sin caridad, se condena, ciertamente. Pero nace de la fe, del dinamismo de la fe. Según va creciendo la fe, va creciendo la caridad.

      Consiste en amar a cada persona, pero a todos, a cada uno de todos, como ha hecho Jesucristo, claro, como hace Jesucristo, porque es participación del amor de Cristo. Se caracteriza porque tiene por principio al Espíritu Santo y no nuestra propia alma. Se distingue, por tanto, del amor puramente natural. Tiene unos motivos, un fin y unos medios distintos, o por lo menos no totalmente iguales, aunque hay medios naturales que se pueden asumir, claro.

      Después, se caracteriza porque es esta actitud interior, y no necesariamente exterior; pues al exterior hay muchísimas veces que no se puede realizar.

      Además, se caracteriza porque es un amor de unión, por el cual, deseo la perfección del otro, me complazco en la que tiene, y le deseo la que le falta, y me dejo mover por Cristo para colaborar a esa unión total del otro con él, que naturalmente, por consecuencia, es también conmigo, para toda la eternidad.

      Y luego, es un amor universal, en cuanto a las personas, en cuanto a los objetos, en cuanto a las facultades mías, en cuanto a las virtudes, abarca todas, y en cuanto a la intensidad, porque llega hasta el final. Llega hasta la actitud continua de estar, no sólo dispuesto, sino alegrarse de poder dar la vida por los demás. Esto es lo que han hecho todos los santos, habidos y por haber. Han podido sentir físicamente lo que sea, pero todos lo han hecho con toda decisión, porque es que, además, “Dios ama al que da con alegría” (2Co 9,7), dice san Pablo cuando está, precisamente, excitando a la gente a que colaboren en una colecta. Y, este darlo todo, como decía, pues se puede caracterizar por la actitud constante de dar cualquier cosa, de las que constituyen nuestra vida: tiempo, conocimientos, lo que sea, con tal que vea que Dios me lo concede, es una gracia de Dios el poder ayudar al prójimo.

      Que pueda decir: “no llego a más”, es distinto, somos todos muy limitados, ¿no?; ahora, que diga: “no hay derecho, es una impertinencia”, eso no lo puede decir nunca. No puedo decir nunca que alguien es impertinente conmigo, porque yo pertenezco a todos; otra cosa es que no sea capaz de llegar. Por eso vean ustedes que no puede haber impertinencias respecto de un cristiano.

      Y luego después, esta cesión de los derechos, y este preguntarse: “yo, a esta persona, ¿la quiero más de lo que la puedan querer sus padres?, no de la misma manera, no manifestado de la misma forma, claro, pero ¿la quiero más intensamente?, ¿tengo más interés por ella?” Muchas veces, por desgracia, no es así.

      La misericordia en Jesucristo

      Vamos a hablar de un aspecto de la caridad de Jesucristo, contemplando primero a Él, cómo vive la misericordia. En segundo lugar, pues sintiéndonos nosotros objeto de la misericordia de Cristo y, en tercer lugar, dándonos cuenta cómo todas las demás virtudes, todos los demás aspectos de la vida cristiana, nos la quiere comunicar, para que nosotros tengamos misericordia de nosotros mismos y de los demás. Es lo mismo que la caridad, porque la misericordia no es más que la caridad en una dimensión determinada.

      El amor del Padre al Hijo y del Padre al Hijo y al Espíritu Santo y el amor mutuo de las Tres Personas, no es misericordia. Son las Tres Personas iguales, un solo Dios, un amor, como si dijéramos, horizontal.

      Pero, en cuanto pensamos, incluso en la misma humanidad de Jesucristo, el amor de las Personas Divinas ya es misericordioso, porque la misericordia es el amor que se inclina sobre la indigencia. La naturaleza humana de Cristo empezaba con la indigencia de que no existía, vamos, más indigencia no puede ser, pero en fin. Una vez que el Verbo se hace carne, se hace hombre, Jesucristo hombre, claro, participa de esta caridad divina y ama al Padre, al Espíritu Santo y se ama a Él mismo, como Verbo, su corazón humano, esto después lo meditaremos un poco, pero además ama a todos los hombres.

      Entonces, el amor de las Personas Divinas y el amor de Jesucristo, con su naturaleza divina y con su naturaleza humana, es siempre ya, un amor de misericordia. A la misma Virgen pues, en primer lugar, la ha sacado de la nada y, en segundo lugar, la ha prevenido para que no peque, lo cual es más misericordia todavía. Pero vamos, empezando por el momento, el amor de Cristo a la Virgen es que el amor a todos los demás seres humanos es un amor de misericordia en ejercicio continuo, pues por la simple razón de que, no sólo tiene que estar creándonos continuamente, sino que tiene que estar continuamente, no sólo previniendo los pecados que no vamos a hacer nunca, porque estamos prevenidos para no hacerlos, sino perdonando los pecados que sí que cometemos.

      Dense cuenta de que muchísimas veces, casi diría que, como tono normal, en el ser humano, el hecho de ser pecador se considera como una dificultad para poder llegar a santo, y como una separación de Jesucristo. Pero vamos a distinguir, si uno no fuera pecador, no podría llegar a santo, porque ya lo era; a todo tirar, podría santificarse más. Claro, hay unas preguntas o unas objeciones que son de tebeo, vamos: «es que ya sabe usted, que soy inconstante, y por eso, pues no me puedo santificar». Pero hombre, si fueras constante con una virtud cristiana, tendrías también todas las demás virtudes, porque las virtudes van juntas. Si tenías todas, si tenías mucha constancia, pues es que eras santo ya, no teníamos nada que hablar. Me encomendaría a tus oraciones o me pondría de rodillas delante de ti en un nicho, pero vamos, aquí la dirección espiritual se habría acabado. ¿Por qué? Pues porque ya eras santo del todo, no tengo nada que decirte, en todo caso pedirte consejo. Pues si no eres inconstante, que sí que lo serás porque lo somos todos, pues serás impaciente, intemperante y todos los vicios habidos y por haber”. El ser pecador no es ningún obstáculo para llegar a ser santo, quiere decir que no soy santo ahora, que son dos cosas distintas.

      Entonces mediten después un rato, contemplan lo que Dios les conceda.

      Únicamente, el ser conscientes de una cosa, el pecado precisamente es pecado porque es una ofensa contra Jesucristo, es decir, cuando Jesucristo ama a un pecador, ama a un enemigo personal suyo, claro, porque eso es un pecador, que le ofende a Él, vamos. El pecado es la ofensa a Dios y Jesucristo es Dios, la cosa está clara. No es que parece que Jesucristo,

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