La urgencia de ser santos. José Rivera Ramírez
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La otra figura que aparece es igual. Si el hijo mayor aparece como antipático, no quiere a su hermano, es porque tampoco se siente como hijo; tampoco tiene una actitud filial. El pródigo se quiere marchar sin más, pero el mayor lo que pasa es que ha tomado otra determinación para arreglar su vida, una determinación que no le acaba de llenar, porque lo que le dice al padre es una palabra o una expresión perfecta en boca de un criado pero absolutamente desplazada en la boca de un hijo: “hace tantos años que te sirvo, nunca he transgredido uno de tus mandatos y no me das ni un cabrito para merendar con mis amigos...” El Padre lo que le contesta –es que casi ni le contesta– “todo es tuyo; ni me sirves de nada, ni te mando nada, ni tengo que darte nada, coge lo que quieras y ya está, porque es tuyo”. Es decir, el hijo mayor tampoco tiene actitud filial. También aparece pecaminoso en la parábola. El pecado en lo que consiste es en esto.
El pecado: ofensa contra Dios
No estaría mal que vierais un poco: ¿tengo esta conciencia? Fijaos que estamos en la radicalidad... La gente suele acusarse de desórdenes de tipo humano que, como le han enseñado que son pecado, pues ya está... En el examen de conciencia lo que suele buscar son unas cosas que, en muchísimas ocasiones, si no fuera católico, podría contárselas igual a alguien por descargar su conciencia, podría contárselas igual, porque las cosas que dice están mal de todas maneras: “me he enfadado con mi mujer, con mis hijos, sin motivo..., me he dejado llevar de la ira, me he dejado llevar de la lujuria, he sido egoísta...”. Eso está mal sea católico o no lo sea... O las expresiones: “he pecado contra la castidad”, “he pecado contra la caridad”... A mí me dan ganas de decir: “la caridad es una señora que no me ha dado ningún encargo... entiéndase usted con ella. Y la castidad pues lo mismo, y la misericordia y todas las virtudes... aquí no estoy en nombre de ninguna virtud... ¿Ha ofendido usted a Dios, sí o no? Yo estoy aquí en nombre de Dios, en nombre de Jesucristo, no en nombre de ninguna virtud...” No se peca contra las virtudes, se peca contra Jesucristo en la materia que sea; la materia será la virtud, pero el pecado no es contra la virtud, la virtud no es nadie...
Examinar un poco. ¿Tenemos esta concepción? Daos cuenta que estamos en plena consonancia con lo de antes: esto es totalmente radical. ¿Contra quién he pecado? contra Dios, rechazando a Cristo que es donde Dios nos comunica su vida y rechazando al Espíritu Santo, en resumidas cuentas. Estas frases tan personales que aparecen [en el NT], por ejemplo: “no extingáis el Espíritu... no contristéis al Espíritu Santo”... El Espíritu Santo, contristarse, contristarse, no creo que se contriste, pero la expresión es la expresión exacta: llevarle la contraria al Espíritu Santo, eso es lo que es el pecado. Paraos pues, un poco a pensar si realmente vamos creciendo en esta conciencia de lo que es el pecado; porque la repugnancia al pecado está en razón directa con el espíritu filial que tenemos y con el espíritu de conservación que tenemos.
El instinto de conservación espiritual
En la medida que vamos teniendo vida, un aspecto de la vida, que es esencial, es el instinto de conservación; el instinto de conservación, propiamente hablando, no es sólo de conservación... ese ya se tiene cuando uno no tiene más remedio; pero una de las cosas más ofensivas que se puede decir es “¡qué bien se conserva usted!”... ¡Vamos, por favor, eso está bien para la lata de las sardinas y esas cosas, pero una persona humana que se “conserva” bien... Mire usted, estamos en pleno desarrollo! ¡no faltaba más...! Que uno se conserva, parece que le han metido en alcohol...
El instinto de conservación es instinto de perfeccionamiento, sencillamente, de crecimiento. Y el instinto de crecimiento está en relación inmediata con el rechazo de todas las cosas que nos amenazan. Un individuo que no tenga instinto, un niño pequeñito, pequeñito de verdad, recién nacido, no tiene instinto de conservación; quiere decir que tiene poca vida todavía... Esto es evidente. Cuando manifestamos tan poca reacción espontánea frente al pecado y frente a los peligros del pecado, estamos declarándonos a nosotros mismos que tenemos muy poco instinto vital todavía. Cuando las personas se están poniendo en tal cantidad de peligros de pecado, una de dos: o es que no tienen humildad ninguna o es que no tienen instinto de conservación, no se sienten en peligro, porque el instinto detecta los peligros. Cuando a uno se le viene encima un coche, espontáneamente, sin más, se aparta; esto es una cosa instintiva; cuando no le pasa eso quiere decir que ese individuo no anda bien; si le puede aplastar tranquilamente el primer coche que se acerque, quiere decir que no tiene instinto vital, quiere decir que su vida es muy defectuosa... Pues, cuando estamos viviendo de esta manera en que nos estamos dejando debilitar continuamente por los pecados veniales y nos estamos poniendo en tantos peligros de pecados mortales, eso es una de las formas de ver qué vida tenemos: ¿tenemos una vida robusta? ¿tenemos una vida de caridad intensa?, ¿o tenemos una vida muy débil?
Instinto de conservación del Cuerpo místico
Ahora, también pasa una cosa; como el pecado no es una cosa individual, porque los individuos no existen como individuos, existimos dentro de la humanidad, existimos dentro del cuerpo místico, si un miembro no tiene un movimiento inmediato, reflejo, espontáneo, de protección de los demás miembros del cuerpo y de sí mismo –porque conciencia no tiene un miembro del cuerpo– , pero instintivamente, si el organismo funciona, cada miembro se siente amenazado cuando le pase algo a otro miembro, de modo que sacrificándose él salve al otro. Cuando no tenemos esta sensación de horror instintivo ante el pecado en el mundo, quiere decir que nuestra vida funciona muy levemente, que nuestra vida es muy pobre todavía, es o muy infantil o muy enfermiza ya, de alguien que está muy enfermo, que no se conserva bien siquiera. Daos cuenta que así solemos vivir.
Cuando uno piensa la historia que ha vivido: la guerra española o la guerra mundial que le siguió y la situación actual de terrorismo, de campos de concentración, ¡y que podamos vivir tan tranquilos...! Leía que cuando algunos individuos del este [europeo] – Clement concretamente, que se ha exiliado y está en Francia– oyen por radio las cosas que dicen los intelectuales del occidente, la primera idea que le viene es que no están bien de la cabeza: ¿cómo se pueden preocupar de esas estupideces que se preocupan estando el problema de sobrevivir, porque están viviendo en amenaza continua? El que desaparezcan millones de personas al mismo tiempo en Alemania y en Rusia13 y nos quedemos tan tranquilos, es algo que sobrepasa la capacidad de concepción cuando uno se pone a pensarlo. ¿Cómo se puede estar preocupado con tantas estupideces, con tantas cosas absolutamente insustanciales, cuando hay cosas tan sustanciales humanamente, como es la eliminación de golpe de unos seis millones de personas? Entre los rusos y los alemanes se cargaron a unos seis millones de personas. Cuando se está viendo la forma de crueldad humana que existe... Vosotros pensad: en el año cuarenta y tantos ya, se sublevan los de Varsovia..., se sublevan porque les dice el gobierno inglés–polaco que se subleven para facilitar el fin de la guerra; y entonces los rusos, que eran los que tenían que liberarles, en teoría, se paran para que los alemanes los puedan ir aniquilando y los alemanes los aniquilan; los alemanes estaban ya acabando la guerra y estaban perdidos, pero –vamos– hasta ahí llegaban y, cuando han matado doscientos mil polacos sublevados, entonces entran los rusos para “liberarles”... El que se junten unos cuantos magnates: Churchill, Roosevelt, con Stalin y le dejen [a Rusia] todos los países orientales para que maten a todo el que quieran... ¡y se quedan tan frescos...! Y esos señores son unos “héroes” de la guerra y se habla de ellos y después los recibe el Papa como si fueran... Se llega al colmo de la criminalidad, ¡y aquí no ha pasado nada...! Los únicos que pagan son unos cuantos alemanes que, por supuesto eran criminales, pero no más que los otros... Hay cosas que... ¡y la humanidad se queda tan tranquila! En cuando pasa el día, al día siguiente, ya